EL MUNDO CONTRA LA SEDUCCIÓN DE LA TIRANÍA.
El escritor inglés nativo de Portsmouth Charles Dickens, en su novela Tiempos difíciles, creó el vívido retrato de un personaje, Thomas Gradgrind, un terco utilitarista, para quien la educación era asunto de enseñar hechos y aplicar habilidades aritméticas a todos los problemas. Para Gradgrind, la imaginación, así como las artes y las humanidades eran lujosas irrelevancias. Dickens parecía dar carne literaria a un desafortunado pensamiento de Hume:
“¿Contiene algún razonamiento abstracto sobre la cantidad y el número? No. ¿Contiene algún razonamiento experimental acerca de cuestiones de hecho o existencia? No. Tírese entonces (ese libro) a las llamas, pues no puede contener más que sofistería e ilusión”.
Por lo antes expresado, por estas teorías de intolerancia contra la sensibilidad y la imaginación, suenan como música las frases de Einstein: “La imaginación es más importante que el conocimiento” o “La experiencia más hermosa que podemos tener es el misterio. Es la emoción fundamental que está en la cuna del verdadero arte y la verdadera ciencia”
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El mundo, la humanidad y las ciencias son tres formas necesarias e inseparables del espíritu humano. Cada una tiene una función diferente y, a la vez, complementaria. Las ciencias nos hacen ampliar nuestros horizontes respecto a la naturaleza, de forma de poder descubrir sus maravillas, mientras que la humanidad limpia las puertas de nuestra percepción, para aprehender lo más propio del ser humano los valores del bien y la belleza.
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La humanidad y su propósito fundamental ha sido ayudar a comprender el proceso de la vida en su totalidad. La meta es trascender lo dado y la utilidad material, para ir en busca del valor de la vida. A pesar de su importancia para la constitución del ser humano, la humanidad han tenido feroces enemigos en la historia.
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El mecanicismo cartesiano, La alienación contras la humanidad, La tecnocracia totalitaria.
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En defensa de la humanidad existen dos formas de defenderla. Una es la estrategia que sigue David Roochnik, quien reafirma la aparente inutilidad de la humanidad. Ellas no sirven para lograr cosas diferentes de sí mismas. Su función es hacernos más humanos, no más ricos ni más poderosos. La otra forma es la que desarrolla Martha Nussbaum (Sin fines de lucro, 2010). Según esta autora, las humanidades son útiles para la consolidación de las libertades y la democracia. Una sociedad saludablemente democrática exige mentes independientes y creativas que poseen el carácter y la confianza para resistir la autoridad arbitraria y los abusos jerárquicos.
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Estas estrategias son igualmente válidas. La primera acentúa el papel de las humanidad en la vida individual. La segunda destaca el aspecto social: robustece la conciencia política. En todo caso, ambas coinciden en que la visión humanista nos enseña a disfrutar integralmente de la vida, la cual no es dominio sobre las personas y las cosas, sino armoniosa convivencia consigo mismo y con nuestros semejantes, atentos a resistir el mundo contra la seducción de la tiranía.
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