Con el deseo irritante-mente terco que provoca el agotamiento mental y físico del interminable invierno. Surge la búsqueda incesante de calor, de color, el deseo de una pequeña flor por regocijarse de amor.  ¿Por qué?, porque quiero, Porque el invierno me atolondra, me cansa, me agota la vida de una forma lenta y agonizante, directa, sin ocultarse, sin fingir ser buena, como jactándose de mi dolor, de mis debilidades. Quería ser vista, sentir euforia, lanzarme en un abismo de pasión; intensa y cegadora, de entrega total. Encontrarme con esa mirada que arrebatara ese mundo en el que estaba inmersa, que penetrara hasta alcanzar mi corazón y lo apretase con tal intensidad que doliera. Quería un poco de esa intensa pasión que te lleva a desprenderte de tu única identidad, para crear otra. Quería sentirme amada, quería a alguien que me complementara, Quería estar donde nacen las flores.  

Tanto fue la búsqueda, con tal intensidad se deseó y tan fuerte se soñó, que de sopetón llego, casi sin avisar. Cumpliendo una a una las expectativas, espontaneo, intenso.  ¡Ay! Dulce primavera, pareces un sueño lleno de magia; tan bondadosa, llena de alegría, de emoción. Ya no había razón de estar alerta, siempre a la defensiva. Tan drogada en tu dulce perfume, tan alucinada con la intensidad de tus colores. Me entregue a la voluntad de la primavera que me complementaba y yo solo vivía para complementarle. Fluyo con tal facilidad, a una entrega total; entrega de mi individualidad. Porque así debe ser una relación. ¿O no? dude mientras vivía cegada por la primavera, no recordaba el invierno y no añoraba otra estación. Aferrarse Siempre a la primavera, bajo qué condiciones. Obligaciones asumidas, seguir sosteniendo algo que ya no se sostenía, pero si la primavera solo te atolondra.  

 ¡Cual cantidad de fantasmas! Esta cama donde antes fue un lecho de regocije, la viva flor de libertad. Ahora está impregnada del sabor rancio de la obligación. De la sensación asfixiante del compromiso. Por qué concebimos compromiso con esclavitud, que me obliga a ser sumisa. Por qué amar representa ceder mi libertad  Siento que me ahogo, pero no muero. ¡Oh! Primavera ya no estas y la desesperación comienza a deslumbrar. Un amor incondicional; Me dices mientras tu rostro solo muestra desorientación. El amor lo puede todo; Afirmas. Es tu culpa, te falta compromiso; Me exiges renunciar a todo por amor. Pero… pero no quiero. Que más tengo que dar. ¡Ay! Amor, tenías otro color bajo el tamiz de la primavera. Una relación toxica enmascarada de amor. Me consumes, te adueñas de mi identidad, de mi libertad. 

 Me pierdo, ahogada en este humo que llamas amor. No muero, me desvanezco, quien fui... quién soy?... Hay mucho bullicio, que cantidad de ruido, cual agitación, me aturdes con tus gritos; Mío, mío, mía, mía, mi amor, mi corazón, mi flor. Pero a que se refiere con “mi”. (Mío/a; pronombre posesivo de la primera persona; yo. Se refiere a lo que es propio o pertenece a mí). ¡Y yo! ¿Quien soy yo? ya no me pertenezco. ¿Y mi voluntad? ya no es individual. Ya no soy una única identidad, entonces quien soy. Porqué le pertenezco a esta persona que se excusa con que es amor. Poseer no es amor, asociamos tener con amar. Ahora, por que me atacas?. Dices que soy tu todo, que sin mi no podrías vivir ¡Oh! Pero qué compromiso, que obligación. Pero, por que obligada. No quiero. 

Me asfixio, quiero huir, quiero gritar, la respiración se me acorta... me agoto... algo en mi me repugna. Tiemblo y la vista se me va, lentamente, como si en una espesa neblina me encontrase, blanca y seca; de esas que encuentras en lo alto de una montaña impidiendo que veas lo sublime y glorioso que solo te puede ofrecer estar en semejantes alturas. La vista de un mundo que está bajo tus pies, una secuencia de montañas con sus valles, ríos y arboles tan pequeños, todo bajo un cielo pintado con los colores tan vivos y apasionados que podrías ver. 

Oh! Primavera ya no estas. Pero quiero ver ese cielo quiero saber de dónde sale su rojo tan vivo, tan intenso, pero si se parece a mi. Al color que me cubre. Oh! Quien soy... Soy rojo?, O soy el deseo de un invierno. Aun en el invierno me sentía única y especial, pero en primavera deje de ser yo y ahora, quien soy...  Tal vez no sepa quién soy pero sé que quiero hacer.  

Lo malo de ser la mitad de un individuo es la separación. Moriré?, Dolerá? Preferí morir y sufrir a seguir inmersa en esta neblina cegadora que me mantiene sin alma, sin respiración. El golpe fue tan tajante y de sopetón como lo fue el inicio. Llore como un niño sin conocimiento del por qué de su dolor, creo que me dolía. Creí también que perdería parte de mí, quedando otra vez incompleta, pero si nunca estuve incompleta. De 3 días fueron los que llore y al cuarto, recostada en un nuevo lecho, amplio, lleno de una soledad impregnada de la libertad, todo con mi único perfume, con mis únicos colores. Me desperté, aun atolondrada del sueño, sorprendida con la luz del sol que se tamizaba por las rendijas y cristales de mi ventana tocando muy firme y suave cada parte de la extensión de mi piel, al mismo tiempo que las aves cantaban jubilosas su eterno recordar; para que no volviera a olvidar lo que es la libertad. ¡Oh! Verano, el amor es paz, es equilibrio. Ya no estoy sola, estoy conmigo.