Para Dios, la vida es sagrada. Él considera que hasta un embrión es un ser vivo único y distinto. Refiriéndose a Dios, el rey David escribió bajo inspiración: “Tus ojos vieron hasta mi embrión” (Salmo 139:16). La Ley de Dios estipulaba: “En caso de que unos hombres luchen el uno con el otro y realmente lastimen a una mujer encinta y [...] ocurre un accidente mortal, entonces tienes que dar alma por alma” (Éxodo 21:22, 23). Así que, para él, acabar con la vida de un niño no nacido es un asesinato (Éxodo 20:13).