Las cinco patas del gato
Esta frase es refrán común para muchos y alude a que no busques más problemas de los que ya tienes, en otras palabra, no inventes, quédate tranquilo. Los que decidimos tener como mascota a un gato con seguridad no le hacemos mucho caso a esta advertencia. La historia que quiero contarles hoy tiene que ver con las cinco patas de mi gato.
El Gato con Botas fue mi primer gato, en casa preferíamos llamarlo Botas o Botitas. Llegó con tan solo un mes de nacido pero él decidió honrar a su nombre cuando cumplió los cuatro meses... a Botas le pusieron una bota.
Botas era buen equilibrista, le gustaba probar su perfecta armonía al caminar en cuanto borde encontraba. En las tardes le gustaba ver las puestas de sol sentado en el borde del balcón y cuando sentía curiosidad se pasaba al balcón de la vecina, a quién en más de una ocasión tuve que molestar tocando su puerta para que me devolviera a mi gato quien se había colado en su casa.
Foto cortesía de Gabriel Gómez
Una mañana despertamos y no lo encontramos, por supuesto que fui a buscarlo donde la vecina pero me aseguró que allí no estaba. Aun más extraño fue llamarlo haciendo sonar su platico de comida y que no apareciera de inmediato como solía hacer. Se encendieron las alarmas y salimos a buscarlo por todos lados. Finalmente lo encontramos en la calle, todo maltrecho y asustado. Lo cargamos y a correr al veterinario.
El diagnostico arrojó que tenía dos patas rotas, la trasera se le colocaría clavos porque estaba muy mal y la delantera se le pondría un yeso. Después de pasar una semana interno nos lo dieron para regresar a casa, eso sí, en su cajita (Kennel) para evitar que tratara de movilizarse.
Pasado unos días se sentía mejor, ya no estaba inmóvil. Una mañana me asome para verlo y había algo extraño en él, le conté las paticas, una, dos, tres, cuatro y cinco! Qué!!!! Conté de nuevo y el resultado fue el mismo. Botas había logrado sacar su pata del yeso, así que lo llevé corriendo al veterinario y le pusieron un nuevo yeso más ajustado. El médico a tono de broma me dijo, cada vez que lo veas cuéntale las patas.
Tres días después ya como ritual me asomé a contarle las patas y solo conté tres. Sí, solo tenía tres patas. Lo saque de su cajita y lo revisé, quien sabe cómo hizo pero tratando de quitarse el yeso su pata delantera, la que estaba sana, había quedado completamente atrapada dentro del yeso. Una vez más acorrer al veterinario.
Finalmente sanó y quedó perfecto. Moraleja, si no quieres buscarle la quinta pata al gato, mejor no tengas gato.
Me he quedado con el culo torcido, eso si, tienes mi voto por lo bien que escribes.
jajaja... gracias!
Si, al final si quieres a tus amigos de cuatro (o cinco!) patas...te dará igual lo que hagan, por eso los tenemos los cuidamos y los queremos. En mi caso perra.
Bonita historia!!!
Saludos!
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