Sex Rules: Las reglas del juego CAPÍTULO 3steemCreated with Sketch.

in #spanish7 years ago

 

Capítulo TRES 

Irresistible tentación


Casi no había pegado ojo pensando algún método para volverle loco sin caer en su propia trampa, pero tenía que admitirlo, ella era una chica fácil, se dejaba seducir en lugar de ser ella quien captase la atención de los chicos. Siempre vistió para el pecado y no tenía nada con lo que tratar de atraer a su rival y objetivo.

Aún no había sonado su despertador, así que se le ocurrió algo.

Ella dormía en ropa interior, de forma que no tendría que vestirse ni desvestirse. Salió de la cama y del dormitorio para entrar en el de Leo. Él dormía tranquilamente y no notó cuando se metió bajo sus sábanas. Acarició lentamente sus marcados abdominales, subiendo hasta su pecho y al ver que seguía sin reaccionar se puso a horcajadas sobre él. Estaba pasándose de la raya, porque haciendo eso no solo le excitaría a él, sino que ella también se pondría al límite, donde llegaba con solo pensarlo. Estaba duro y caliente, y al sentarse lo notó en su entrepierna.

Leo abrió los ojos de inmediato. Sí que la había escuchado entrar, y meterse en su cama, pero había tratado de contenerse para ver qué hacía, hasta que notó como sus sexos se tocaban por encima de la ropa y no pudo seguir fingiendo más. Agarró con fuerza su cintura y levantó las caderas para presionarse contra ella.

—Supongo que das por perdida la partida al venir a la boca del lobo... —su voz sonaba ronca pero excitante.

—Pídemelo. ¿No decías que no me lo tomaba en serio? Leo pídemelo —murmuró seductora mientras se movía para rozarse con él y llevarlo a la locura.

—No. Serás tú quien me lo pida.

Se movió deprisa, rodando sobre la cama y quedando encima de ella, entre sus piernas. Se inclinó sobre ella, quedando a escasos milímetros de su boca.

—Nada de besos o pierdes —rió ella.

—Vamos, pídemelo, Brit. Pídeme que te lo haga aquí y ahora.

Brittany sonrió. Estaba excitada, al límite, y notarlo tan dispuesto hacía que le costase aún más. Pero no iba a pedírselo. Sacó la lengua y rozó sus labios, sabiendo que eso no era un beso sino una provocación. Si se lo pedía no pondría frenos.

—Mierda... —dijo, saliendo de pronto de encima de ella y corriendo al baño—. Casi... Brittany me vas a matar. Solo llevamos dos días, no creo poder aguantar ni siquiera una semana... —murmuraba, salpicándose agua fría directamente dentro de la ropa interior.

Esa era la reacción que esperaba, así que rió con ganas al saberse vencedora, al menos por ahora.

Le sacó la lengua con expresión simpática mientras cruzaba por delante del baño con dirección a su cuarto.


Desayunaron en silencio. Él la miraba fijamente desde su silla mientras ella le sonreía, apoyada en el fregadero. Ir a su habitación y meterse en su cama había sido una jugada maestra, al menos para que la dejase tranquila por unos días.

—Podríamos modificar alguna regla...

—¿Cómo cuál?

—Creo que visitas como la de esta mañana no nos va bien a ninguno de los dos. Podríamos... 

—No, ni hablar —interrumpió ella, sabiendo lo que iba decir—. Dijiste que ibas a seducirme, que me harías rogar por acostarte conmigo. Quieres acostarte conmigo, ¿Y luego qué? Con el sexo se acabó el juego. ¿Quieres que nos acostemos? ¿Ya no puedes aguantar más? Pídemelo. Estoy dispuesta a hacerlo, Leo. Aquí y ahora. Pero pídelo. Ruégame que me acueste contigo —incitó, aflojándose un par de botones de la camisa y mostrándole lo capaz que era.

Leo no respondió, bebió de un sorbo el café de su taza y se levantó para marcharse. 

Nunca se había sentido tan frustrado. Cuando quiso a una chica no tuvo más que pedirlo, pero con Brittany todo era diferente, le excitaba como nadie pero parecía tan terca como él.

Antes de que saliera por la puerta fue ella quien le asaltó, como había hecho él la mañana anterior. Le acorraló contra la pared, presionándose contra su cuerpo.

—Hueles tan bien... —se acercó a su cuello y lo rozó con la punta de la nariz antes de besarle lentamente desde el cuello hasta la comisura de sus labios.

—Si me besas en la boca pierdes, y si pierdes ya nada me hará detenerme.

—Tengo curiosidad por saber qué me harías... —susurró provocadora.

Leo agarró sus muñecas y la llevó a la pared contraria, metiendo una pierna entre las suyas.

—Modifiquemos la regla de los besos. Déjame besarte —susurró, rozando sus labios con los de ella, haciendo que abriera la boca y desease realmente ese beso—. Vamos, Brit, dime que sí. Déjame besarte. Solo una vez.

—No. Prohibido besarnos en la boca —Le empujó lentamente hacia atrás con el corazón galopando en su pecho, si dejaba que la besase no podría detenerse solo ahí—. Pásalo bien en clase, nene —sonrió.

Esa mañana se había pasado. Lo peor era que en el fondo sabía que no se iba a quedar así, que no iba a darle días de tregua ni ella se los daría a él. No sabía cómo habían pasado de estar viendo una película un domingo por la tarde a estar actuando así un martes por la mañana. Respiró profundamente y fue a por sus cosas a la habitación. Le vería en clase, y comerían juntos al medio día, no podía ni quería evitarlo, pero por la tarde podría descansar de Leo y eso le daba cierta tranquilidad.


Eran las seis cuando llegaba a la cafetería. Leopold estaba sentado, como la tarde anterior en la misma mesa. Ésta vez Annie le había servido un café y al parecer habían hablado, porque ella sabía su nombre y que vivían juntos.

—No sabía que vendrías... —le dijo al verle.

—No puedo ir al gimnasio.

—¿Qué te lo impide?

—Si quiero serte fiel necesito mantenerme alejado de las tentaciones —dijo, alzando ligeramente la voz y haciendo que la muchacha que le había atendido y las otras dos, que también le miraban tras la barra, supieran que tenía algo con Brittany.

—Saben que no eres nada mío, ni un rollo, ni mi novio, ni nada de eso. 

—Yo no estaría tan segura —Leo se puso en pie, llevó las manos a su cintura y la atrajo para besarla, primero en el cuello y luego en la mejilla—. Te miran como si les hubieras mentido —susurró—. Voy a casa. Nos vemos luego.

Pese a la presión que suponía ese jueguecito, le gustaba ser atendida por él. Era tan dulce cuando la besaba, se sentía tan bien cuando le hablaba con ese tono o cuando la tocaba... Se adentró en el vestuario para cambiarse con esa sensación en el pecho.

La tarde pasó tan deprisa como siempre y sin entretenerse al salir del trabajo, corrió a casa.


Al abrir la puerta escuchó unas risas femeninas en la habitación de Leopold. Lejos de alegrarse al imaginar que estaba acostándose con otra, le tentó acercarse a su habitación, abrir la puerta y gritarle que acababa de terminarse el juego, pero soltó el bolso en la mesa del salón y fue a por su botellín de agua.

—Llegas pronto.

Leopold estaba esperando en la cocina, a oscuras, esperando que hiciera lo que hizo.

—¿Acaso tu amiguita y tú no me esperabais? Vivo aquí, por si no lo recuerdas —su voz sonó diferente y Leo sonrió.

—¿Estás celosa de que haya una chica en mi habitación?

—No. Más bien aliviada por saber que el jueguecito que teníamos ha concluido antes de tiempo. Has perdido —indicó, dando toquecitos con el dedo índice en su hombro.

Leo acortó la distancia entre ellos y rodeó su cintura, presionándose contra ella.

—Entonces... ¿Ahora puedo besarte? —susurró, rozando, como por la mañana, sus labios con los de ella.

Antes de que Brittany pudiera responder, la muchacha que había en el cuarto de Leo encendía la luz de la cocina, haciendo que ambos se separasen en un instante y mirasen hacia la puerta.

—¿Leah? —preguntó Brit casi en un grito.

—¿Qué hacíais a oscuras? ¿Qué tenéis mi hermano y tú? —sonrió, cruzándose de brazos. Brittany apartó a Leo de un empujón y corrió a abrazar a la muchacha, a la que hacía, al menos dos años que no veía—. Sólo estoy de paso, voy con unas amigas a Las Vegas, pero mi hermano me ha dicho que llegabas pronto de trabajar y he esperado para saludarte antes de irme. ¡Estás guapísima! ¿Tienes novio?

—No. Ya sabes que eso no es lo mío.

—Tampoco lo de mi hermano —sonrió—. Hacéis buena pareja, cuñadita.

—Sí. Una pareja divina —rió. 

La visita fue breve. Un cuarto de hora después de que Brittany llegase, ya estaban solos otra vez. 


Hacía días que no se sentaban juntos en el sofá para ver una película, para ver algún canal de videoclips o para ver algún documental de los que ella solía ver. Era pronto para ir a dormir y no quería estar encerrada en su cuarto para evitar que Leo la molestase, así que fue a cambiarse de ropa para estar cómoda y un rato después estaba sentada en su lado del sofá, con su habitual ropa diminuta y las piernas cruzadas sobre el asiento. 

—¿Te molestó cuando viste que tenía compañía? —Preguntó Leo al salir de su habitación para ir a la cocina.

—Un poco —confesó sin voltearse para verle.

—Repite eso —susurró en su oído. Un escalofrío recorrió su espalda al saberlo tras ella.

—Tú pusiste la tercera regla. Me molestó que pudieras haberla incumplido.

—¿Sólo por eso?

Leopold dio la vuelta al sofá y se agachó frente a ella, poniendo las manos sobre sus rodillas. Se miraron en silencio durante un par de minutos, él intentando no terminar ya con ese jueguecito tortuoso y lanzarse a ella, y ella tratando de no reírse víctima de los nervios.

No pretendía incordiarla durante esa noche, sobre todo porque lo de esa mañana había sido demasiado para él, aun así se sentó a su lado para ver esa comedia romántica que habían visto juntos al menos una decena de veces.

A medida que pasaba el rato iban poniéndose cada vez más cómodos hasta que, sin saber cómo, terminaron estirados uno junto al otro completamente dormidos.


Ya había amanecido cuando Leo se dio cuenta de que la televisión seguía encendida y que ella estaba rodeándole con las piernas y con los brazos. Movió la mano delante de sus ojos para comprobar si estaba despierta o no 

—¿Estás despierta? —Preguntó. Y al ver que no reaccionaba llevó su boca a la de ella, besándola como tanto había querido hacer la noche anterior.

Brittany gimió suave al notar el beso, pero no lo devolvía, ni gesticulaba. No había dicho nada en cuanto a la regla que estaba rompiéndose, ni siquiera había abierto los ojos, así que Leo llevó los dedos a su barbilla y se ayudó de ellos para separarle los labios y profundizar todavía más ese beso que, lejos de aliviar la tensión aún le excitaba más. La tenía ahí, dispuesta para lo que quisiera hacerle. Pero se detuvo. Así no era divertido, él no quería besar a un maniquí sino a ella, a Brittany.

Pasó como pudo por encima de ella para no despertarla y tiró de la manta que tenían siempre en el sofá para que siguiera durmiendo cómodamente hasta que llegase la hora de levantarse e ir a la universidad.

No supo en qué momento de la noche se había despertado, no sabía si hacía poco o mucho que se había dormido, pero estaba estirada en el sofá entre los brazos de Leopold, apoyada en su pecho y rodeada por sus piernas. Estaba completamente dormido y no quiso despertarle al levantarse, así que dejó el televisor encendido y lo miró durante un rato. Había pasado tanto tiempo con él que no se dio cuenta hasta ese momento de lo mucho que había cambiado y de lo arrebatadoramente guapo que era. Su pelo rubio ya no era tan claro como el sol, por el contrario, se había oscurecido y sus facciones eran más angulosas. Se apoyó nuevamente en él para disfrutar de su compañía hasta que amaneciera y fuera inevitable la separación. 

Se había acostado con tantos chicos que había perdido la cuenta, pero nunca había dormido con nadie. Sentirse rodeada por el dios del sexo sabiendo que la deseaba, aunque fuera solo un poco, era una de las mejores experiencias que había tenido. Poco a poco amaneció y, cuando le notó moverse fingió estar profundamente dormida. Por un momento deseó que no preguntase, que no pidiera nada, que la llevase a su habitación y le hiciera el amor como tanto necesitaba que hiciera, pero de pronto sus pensamientos se vieron interrumpidos con un beso. ¡La estaba besando! Gimió, víctima de su propio deseo, pero no se movió, siguió fingiendo que dormía. Cuando de pronto se detuvo no supo cómo pedirle que no parase. No quería confesar que quería acostarse con él, sobre todo porque sería enaltecer su orgullo al saberla vencida, y ella no quería eso. Suspiró al notar como se marchaba hacia su habitación y la dejaba sola en el salón.


                                                                                  Fin del tercer capítulo  
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Otro, otro, ooootro...!! :)

Gracias por compartir tu libro!!

Bien celosa...y era la hermana...!!! Así sucede muchas veces..!!:)