Fiorella y Adam — Capítulo Final.

Adam caviló. No podía creer lo que escuchó, pero no tenía otra opción. Era su vida por la vida de su amada, y estaba dispuesto a hacerlo. Si alguien debía pagar el precio de su amor, no permitiría que fuera Fiorella quien lo hiciera.

Adam se levantó y asintió con desdén.

–Deja que me despida de ella –La bruja asintió. Adam volteó y dio un par de pasos hacia su amada.

Al menos Fiorella viviría. Tendría un reino al cual cuidar. Sirvientes y demás libertades que su ridículo amor le había quitado. Reflexionó sobre si el amor valía la pena tanto esfuerzo, tanto sufrimiento. Dentro de sí quería encontrar un asentimiento ante tal cuestionamiento, pero no encontró nada mas que duda. Pensó que los amores reales no están hechos para prosperar, sino solo para existir un momento en la vida de las personas, para aprender a sobrellevar el dolor de la realidad de mejor manera.

Lloró y las lágrimas caían sin barrera en el suelo. Cuánto amaba Adam a Fiorella. Cuanto amaba Fiorella a Adam. Acercándose estaba mas dispuesto que nunca a sacrificar su vida por ella, aunque en su cabeza escuchase la voz de su princesa rogándole para que no lo hiciera.

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Decidió que le daría un primer y último beso en los labios antes de morir. Había prometido solo besarla cuando se casasen, para respetar la dignidad de Fiorella y conservar la pureza de su amor, pero eso ya era lo de menos. Su amor seguiría siendo puro y digno pese a la imprudencia de un beso al borde la muerte.

Estuvo cerca de Fiorella cuándo a su espalda escuchó un grito que iba alejándose parsimonioso, como el viento.

Rea cayó durante una eternidad por el precipicio. Las rocas como espadas, esperaron pacientes a su encuentro al final de la caída. Una de ellas se le clavo directo al corazón y otra le atravesó la cabeza saliendo por lo que, hasta hace poco, había sido su boca. La vida de Rea acabó en un instante. Adam volvió a ver que sucedió: El gordo Dax empujó a la bruja hacia el precipicio. De sus ojos manaban lágrimas, y en su mano derecha ondeaban los pétalos de una flor. Dax se acercó a Adam y se la entregó la flor a Adam, quién lo miró desconcertado.

–Ella ha matado a Blaine. –dijo con pesadez. –Ella sabía que él comió esa flor cuando a Tim se le cayó la comida en el salón principal, y aún así dejó que me lo llevara fuera de los jardines.

–Me duele saberlo, Dax. Y te lo agradezco –Adam no sabía qué decir.

–Dale de comer la flor y váyanse lo más lejos que puedan. –dijo Dax mientras se alejaba.—Seguramente los ancianos vendrán por Fiorella con otro grupo de rastreadores como Blaine— De pronto a Adam, Dax no le pareció tan gordo, ni tan estúpido como en realidad era.

–Espera Dax. ¿Por qué Rea no quería que estuviéramos juntos?

–Las flores principales no pueden enamorarse nunca, porque el amor se lleva el poder que necesitan para mantener vivos los jardines, y Rea debía proteger esos jardines. Fiorella nació gracias al poder de Rea de conjurar las flores Veraniegas.

–Entonces toda Florelia va morir. –dijo Adam.

–Ya ha empezado a morir. Espero que sean felices, y lo siento mucho por Rose. —Se despidió Dax con una reverencia.

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Del bolsillo Adam sacó la flor Veraniega que había traído por el camino. Por primera vez agradeció ser hijo de la bruja.

–Pensaba regalársela a Fiorella cuando se recuperara, pero este mundo no es digno de nuestro amor. –la agitó en el aire suavemente –Que todo el que la coma, al dormir, tenga una muerte sin dolor. –Justo después se comió la flor.

– ¿¡Que has hecho!? –gritó Dax recuperando el aspecto gordo y torpe de siempre.

Adam le devolvió la otra flor a Dax.

–Que Blaine la reciba.

Incrédulo, Dax aceptó la flor de las manos moribundas de Adam, y agradeció el gesto como el mejor que alguien nunca había tenido con él. Blaine recobró la vida luego de que Dax le hizo tragar la flor, empujándola con sus dedos hasta el fondo de su hocico. El perro corrió de un lado a otro exhibiendo su plateado pelaje y su gran compostura. Esta vez las lágrimas de Dax eran de felicidad.

–Que sean felices. –dijo Adam. Caminó hacia Fiorella que aún seguía tirada. Se acostó junto a ella y la abrazó lo más fuerte que pudo.

Agonizando, Fiorella le correspondió el abrazo. Se fundieron en un solo cuerpo, el verde de Adam junto con el rojo de Fiorella, formando una unión mágica de colores. Adam acercó sus labios a los de ella y, por vez primera, se dieron un profundo beso. Ya no importaba Florelia, ni Rea, ni Dax, ni Blaine. Pensó en su gato Rose que los esperaría al otro lado. Cerraron sus ojos, y Fiorella y Adam serían felices más allá, en la eternidad.

Tiempo después, en aquel risco, crecieron las flores más hermosas de todo el mundo. Dax, junto a Blaine, se volvieron los guardianes de los jardines y erigieron un castillo llamado Rose. El amor perduró sempiterno.

Dónde Fiorella y Adam murieron crecieron un par de Flores Veraniegas inmortales que entrelazaron sus raíces para vivir juntas por siempre.

                                Fin.