Carta a un amor de revolución que no valió la pena
Desde que te conocí, pude sentir "eso" que hoy me mantiene pensando en ti. Una afinidad, una conexión espontánea, una apertura involuntaria entre los dos. Recuerdo el día en que salimos de la Editorial y me llevaste por primera vez al Callejón de la Puñalada. Justo al momento de despedirnos en el anden de la estación del metro Sabana Grande (tu ibas al este, yo al oeste), nos miramos a los ojos, como quienes van a darse un profundo beso en los labios, pero en lugar de eso nos dimos un cálido abrazo. En ese momento no tuve dudas de que podía confiar en ti ciegamente.
Con el pasar de los días, te comencé a tomar mucho cariño, con respeto, pues me gustaba escuchar la manera en que hablabas sobre tus amores; la diferencia que hacías entre el sentimiento hacia la persona con quien vivías en aquel entonces, y las razones por las que también salías con otras personas.Realmente sentía cada emoción tal cual como la expresabas. Nunca llegué a juzgarte por nada. Te comprendía totalmente y me interesaba que estuvieras bien.
Hasta ese momento me gustaba mucho hablar contigo sobre temas de libros, ideales, comunicación, teorías, criterios, tantas cosas. Yo no salía con nadie. Me encontraba en una relación que no sabía si continuaría, pero realmente me sentía sola en aquella ciudad fría y aún desconocida para mi. Tu presencia y las cosas que compartíamos, sin ningún tipo de interés, me llenaban felicidad el corazón en esos días. Como la vez en que le llevamos poesías y cotillones a los niños refugiados en el edificio del Mincultura, luego salimos de ahí en tu moto, con el alma infinita de alegría. Al menos así me sentí yo. También recuerdo la noche en que andábamos con Sandino por El Silencio intentando ayudar a un grupo de gente que llegó desde otra ciudad a protestar y estaban en las escaleras de El Calvario. Aunque lamenté no poder ayudar tanto como me habría gustado, me sentí bien de que al menos todos estuvieran seguros de donde pasarían la noche.
Todas esas cosas me conmovían muchísimo, sin querer comencé a sentir cosas especiales por ti. Otra noche me ofreciste llevarme a la universidad después del trabajo porque yo tenía clases. Había juego entre Magallanes y Caracas y toda Plaza Venezuela estaba llena de carros, así que me dejaste cerca. En el camino iba pensado que al bajar de la moto tenía que darte un besito y lo hice. ¿Recuerdas?
Después tu en la Editorial, cuando ya casi todos se habían ido, te acercaste a mi escritorio, me levantaste de la silla, me llevaste aceleradamente de la mano hasta la cocina. Pensé que ibas a hablarme de algo, pero no, me diste el beso más inesperado de todos.Todas las palabras que sobraron ese día permanecen hoy en aquel momento.
Me gustaba estar contigo, me gustó pasar también aquel día de navidad como jamás habrá otro en mi vida. Lo que pasó en tu habitación. Cuando me puse a llorar... Aunque extrañaba a mi familia, no habría deseado estar en ningún otro lugar que en aquellos brazos, ni escuchar otras palabras que aquellas que sentí tan verdaderas. Luego te acompañé a donde vivías con tu pareja, me hiciste un recorrido por las habitaciones de aquel lugar, me presentaste a tu ratoncito Lenin. De verdad me abriste tu vida y yo me sentí muy feliz de que lo hicieras.
Nunca voy a olvidar esa promesa de conseguirme recursos, cuando yo estaba desempleada y que cumpliste aún cuando atravesabas por momentos difíciles (habías terminado con tu pareja), me dolió verte tan triste. Acompañé tu dolor en ese momento, esperando que pudieran sanar muy rápido tus heridas.
Cuando le renuncie al MPPE, estaba muy molesta y decepcionada. No quiero ahondar en los detalles que ocasionaron la serie de malentendidos, pero lo imborrable para mi de ese día será por siempre ese gesto de lealtad a la amistad que me mostraste al no dejarme sola y acompañarme hasta la salida, cuando yo sentía que me quebraba. Luego de eso, nos perdimos por un tiempo el uno del otro. Nunca pensé nada malo sobre ti pues, supuse que en cualquier otra oportunidad aclararíamos todo lo que verdaderamente pasó en esa etapa de nuestras vidas. Creo que la distancia de andar cada uno con su pareja (cuando estabas con Lina) influyó de alguna manera en la forma en que nos comunicábamos. Ella me contaba sobre ti, y yo tenía que quedarme callada a pesar de lo que aún sentía por ti, por respeto a sus sentimientos y los de mi pareja, que había decidido regresar.
Acepté que tu y yo no tendríamos cabida en nuestras vidas, y decidí irme a Anzoátegui. Seguí mi vida sin pensarte, pero en cada momento de soledad, recordaba como tus brazos me hicieron sentir tan acompañada. Deseaba que te fuera bien y continuaba haciendo mis cosas, siendo feliz también de a momentos y luego volvía a recordarte, a extrañarte.
Después de todo ¿cómo podría no amarte? ¿Cómo podría querer cambiarte si amo tu vida tal cual la compartes conmigo?
Te amaré como te recuerdo, toda la vida. Seguiré creyendo en lo limpio del amor que sentí, como algo que nunca se impuso, sólo se dio con el tiempo y aún vive.
Un abrazo eterno.