El de los barquitos de papel | Relato.

in #spanish7 years ago (edited)

Después de 1 año y unas cuantas semanas, decidí que iba a escribir sobre ti.
No es porque te lo merezcas del todo, tampoco es porque te extrañe. Ya no.
Sólo que a veces, sólo a veces, siento que no volveré a sentirme de la misma manera.

No voy a escribir un poema, no sé escribir poemas —creo—.
¡Aunque como amo leerlos! Lo sabes. Lo debes recordar. Mis favoritos: Los de Jaime Sabines.
Te leí unos cuantos, con los ojos brillando y sin interrupción, porque me gustan tanto que hasta me los sé de memoria.
Sin embargo, eso no impidió que me dijeras, más tarde, que “son aburridos”.

En ese momento debí haber sabido que no valías la pena.


Recuerdo que, de pequeña, mi mamá me enseñó a hacer barquitos de papel.
Y aviones también, pero siempre me gustó mucho más hacer barquitos.

Los hacía todo el tiempo. Los hice de niña, y ya de grande también, cuando me di cuenta que calmaban mis ansiosos pensamientos, y que hay una mayor inversión en hacer barquitos de papel con los mini-folletos o papelitos que te entregan en la calle, que tirarlos a la basura.


¿Recuerdas nuestra primera cita? Fuimos al cine a ver una película que no vimos.

Te hice, casi inconscientemente, casi automático, unos barquitos con la factura y los boletos del cine ese día, que guardaste fervientemente en tu billetera; como un recuerdo, como un tesoro que quisieras proteger, como algo que fuese importante para ti y necesites resguardar.

Pero que no fuiste capaz de hacerlo. Demasiado grande para ti.

Desde ese día te volviste el chico de los barquitos de papel.
Te regalé una parte de mí, un pedazo de lo que soy plasmado en un trozo de papel doblado y re-doblado para darle origen a una figura que quizá no represente nada para ti, no ahora.

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Recuerdo haber llegado tarde a la cita, tarde y disfónica. Porque cuando necesito usar mi encantadora voz para seducirte, mi cuerdas vocales deciden no cooperar.
No hizo falta de todos modos.

Hablaste la mayor parte del tiempo, y yo disfrute verte hablar la mayor parte del tiempo.
Te contemplé gustosamente.
Me deleité con tu manera de hablar. Suave, sonora.
Contemplé también como te mordías los labios inconscientemente al terminar cada frase.

Y tu sonrisa.
Irremediablemente me enamoré de tu sonrisa.


No necesite la voz para besarte.
Tampoco la necesité para tomarte de la mano, tomar juntos el bus, besarnos en el asiento del bus, llegar a tu casa y estar ebria, besarte ebria y tocarte ebria, y dejar que me tocaras, ebria.

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Pasaron unas cuantas noches, lunas, cafés y cigarros, unas cuantas citas, unas cuantas pizzas, noches de monopolio y películas, unas cuantas risas y besos que quedaron en el aire y se evaporaron con el tiempo.
Muchas tardes de no saber caminar sin tomarnos de las manos.

Te hice cientos de barquitos de cada uno de esos días, todos guardados en tu billetera, hasta que tu billetera no tenía más espacio y decidimos buscar una caja especial para ellos.

Todos esos barquitos, todos tuyos, sólo para ti.
Porque mientras doblaba cada pedazo de aquel diminuto papel, mientras escuchaba todo lo que tenías para decirme, todas tus historias; o mientras los doblaba y esperaba a que llegaras a una de esas citas; o mientras los hacía y no estabas y no ibas a estar pero te pensaba, siempre, los hacía con mi mente viajando hacia mi lugar favorito. A ti.

Te hice tantos barquitos que juntos todos se veían como una gran tropa, una gran tripulación, una de papel.
Una que se te escapó de las manos y no supiste manejar.

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Habían pasado muchas mañanas desde aquella en la que me di cuenta que; “¡joder!”, demasiado tarde, me había enamorado de ti.

Cuando la luz del sol resplandeció directo hacia tu rostro recién despierto y tus ojos tomaron un color miel agradable, donde se dibujó claramente la silueta de tu frente, tu nariz alargada y tus labios agrietados, supe que ya no había marcha atrás.
Supe que quería despertar contigo todas mis mañanas, de todos los días que estaban por venir.

No tuve que preocuparme mucho por ello.
Luego de ese día, se nos hizo casi imposible estar separados.
Ese fue un gran error.

Adoptamos una forma de dormir juntos en particular, acurrucados, acoplados.
Como 2 piezas de tetrix que encajan a la perfección. Como mi pareja perfecta en el rompecabezas.
A decir verdad, dormir sobre tu pecho y escuchar tu respiración era mi parte favorita.
Mi mejor almohada, tu pecho, siempre. Y mi mejor cobija, tus brazos.

La cuestión de dormir con alguien es que luego te acostumbras, y vuelve a no haber marcha atrás. Luego tu cama se siente muy grande, o muy vacía, o muy fría para ti. Y no puedes conciliar bien el sueño otra vez. Hasta que vuelves a acostumbrarte a dormir sola, nuevamente.
Todo un proceso. Seguramente eso no te pasó, pero a mi sí.

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Se nos iban las horas, se nos hizo de noche, era hora de dormir ya, y por primera vez me dijiste que me amabas.
Simplemente lo soltaste de sopetón.
Yo, incrédula, pregunté unas 4906937 veces si era cierto. Y tú, por 4906937 vez: “— Sí, te amo”.

Y las tantas veces que me sostuviste mientras intentaba no desmoronarme.
Debo confesarte que sólo sentía que todo iba a estar bien cuando corría a tus brazos.
Ese fue otro gran error.

Tú, sin darte cuenta, fuiste mi sostén. Me sostuviste cuando creí que caería.
El problema fue que luego te fuiste, y ya no había nadie que me sostuviera. Hasta que finalmente aprendí a sostenerme sola.

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Te fuiste, con una billetera repleta de barquitos de papel y una caja dónde guardar el resto, que supongo que ya debes haber botado a la basura.
“— No sabes la falta que me harás”, estoy segura que eso tampoco lo recuerdas.

Y luego te vi irte. Como un chiste, como si fuese una broma y ya luego, al día siguiente, ibas a aparecer.
Pero no apareciste, y no me quedó más remedio que esperar.

Esperar a que regresaras, pero nunca lo hiciste.
Te esperé tanto desde la distancia hasta que me di cuenta de que:

“…Los árboles esperan, tú no esperes. Éste es el tiempo de vivir, el único.”

—Gracias, Jaime Sabines, por regalarme una de mis frases favoritas, aburridas para ti supongo—

...y decidí dejar de esperar.
Sólo para darme cuenta luego de que tú habías dejado de esperar desde el día que te habías marchado.

Dejé de hacer barquitos de papel.

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Después de un año y unas cuantas semanas, decidí que escribiría sobre ti.
No es porque te lo merezcas, tampoco es porque te extrañe. Ya no.

Quizá no vuelva a ser la misma chica disfónica que llega tarde en la primera cita, la que amas y te corresponda irremediablemente, ni la que duerme ahora a tu lado y siente tu respiración al dormir y se acostumbra a ello, o la incrédula, o a la que sostienes para no desmoronarse, o la que te espera incansablemente a que regreses.

Quizá no me vuelva a sentir de la misma manera.
Pero tú, definitivamente, no volverás a ser el chico de los barquitos de papel.

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La imagen enlazada en el presente texto es de mi autoría,
al igual que el texto mismo.

Otras de mis publicaciones:

Te deseo a ti |Poesía —o algo así—

"El amor platónico" —historia personal—

¡Gracias por leerme y estar ahí!

— Leonelis Guzmán lazo4.jpg

Sort:  

Me parece extraordinario tu relato. Siempre me haces sentir y eso, es maravilloso. Nunca dejes de escribir, cada que te leo, me haces volver, ahí, donde alguna vez, fui feliz. Gracias totales <3

P.D: Creo que existe una percepción de dependencia en el amor que no es correcta: el amor da y ya; tú no dejes de dar <3 :)

¡Wow! Me quedo sin palabras al leer esto, ¡muchísimas gracias!
El sentimiento definitivamente es mutuo, ¡el mismo sentimiento al yo leer lo que escribes!

Gracias gracias, y definitivamente nos estamos leyendo <3

Al contrario; abrazo :)
Y me alegra que te guste lo que publico, siempre me esfuerzo; muchas gracias :)

Excelente!!
ya te seguí espero que tu también me sigas.

¡Muchas gracias!

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Wowww, ¡muchas gracias! Siempre agradecida de su apoyo, y de tomarse minutos de su tiempo para leer y apreciar mi trabajo!
¡Abrazos! <3

Al contrario, gracias a ti por compartirnos este tipo de bellos escritos. No dejes de escribir. Saludos :D

Muy bueno tu texto, narras con una sencillez que ya desearia tenerla en mis textos y mantienes un hilo constante de atención que impide dejar de leer hasta el final. gracias por compartir.