Era un día cualquiera de agosto, esta chica no tenía planes y un viaje inesperado se atravesó en su camino. De esos viajes que no te animan pero tienes que ir porque si, bueno, un poco peor. Ella se puso entonces a acomodar todo, maletas y disposición para vivir lo que el destino le tenía preparado, no le quedaba más remedio.

Llegó el día y mientras el bus avanzaba no hacía más que pensar en los eventos fastidiosos en los que le tocaría participar, la gente con la que le tocaría compartir obligado, las sonrisas forzadas que tenía que ofrecer. Ella prefería estar en casa delante de la pantalla de su computadora comiendo chucherías y viendo series.

- ¡Que fastidio! Refunfuñaba dentro de sí acompañando su queja con un suspiro.

Al llegar a su destino se sorprendió por la belleza del sitio que la recibió.

-¡Por lo menos algo bueno! Pensó.

Era un sitio espacioso, con gran parte del terreno lleno de diferentes tipos de flores, árboles, arbustos. Lograba escuchar fácilmente a las aves cantar, no era muy difícil tampoco verlas volar. La casa donde permanecería esos días era grande, de tres pisos. La arquitectura era antigua y elegante, por dentro tenía adornos por doquier. El piso brillaba, los cuadros en las paredes parecía que te hablaban. Hermosa casa, simplemente hermosa.

Desmontó su equipaje y se dirigió al espacio que por una semana sería su escondite preferido, su habitación. Había una cama grande y cómoda, las ventanas daban hacía una vista muy bonita, boscosa, verde. No comenzaba tan mal la aventura. Se movilizó rápidamente hasta la ducha, tenía que cerciorarse de que hubiera agua caliente, dudaba tanto de su suerte que no le hubiera parecido extraño que el agua fuera fría como el clima en aquel lugar.

Tan pronto como notó que salía agua caliente de la regadera se echó un bañó y se preparó para salir, ya sus anfitriones la estaban esperando.

El recibimiento fue caluroso y animado, muchas personas conocidas y otras no tanto, lo que no se imaginó jamás es que dentro del gentío estaba el hombre que le cambiaría todo el concepto de lo que ella entendía por amor. Hombre de baja estatura y físico para nada atlético, cabello liso negro y ojos cafés, lo contrario a lo que ella tenía dentro de sus preferencias. Comprometido, 11 años mayor, simple y tímido.

Ella, mujer básica y un poco pretenciosa. Arrogante con quien no le cae bien, la impresión que da a la primera es que no es una persona tratable (pero no es así, es alguien a quien vale la pena conocer bien antes de juzgar). Rebelde y muy extrovertida luego de que agarra confianza. Renuente al sentimentalismo pero la persona más sensible que conocerán jamás. Casi veinteañera, pendiente de todo menos de compromisos afectivos. Independiente.

Eran todo lo contrario, pero eran tal para cual. Lo descubrieron unos años después.

- Mucho gusto, un placer. Dijo él.

- Hola, igualmente. Dijo ella.

Solo esas palabras bastaron aunque ellos no lo sabían, solo esas palabras bastaron para que se instalaran cada uno en el corazón de cada cual. Solo esas palabras.