Un momento de reflexión
Encontrando el sentido a la vida
La historia familiar
La prisión de las ideas
Una historia sobre mi avatar
La crisis es una ventana de oportunidad
Voy a ser sincero: me tomó cierto tiempo dejar de sentir una pérdida irreparable. También les pido comprensión debido a que tras tanto tiempo no había concebido (ilusamente) la idea de una posible separación. Sin embargo, en medio de esa tormenta emocional, el dolor comenzó a apagarse hasta que un día pude darme cuenta que si bien todavía causaba algún tipo de molestia, en realidad ya no me lastimaba. Podría compararlo de esta manera: en un inicio sentía como si me hubieran asestado una herida con algún objeto que me había desgarrado, pero ahora lo sentía como la picadura de un mosquito que más que dolor causaba un poco de picazón. Por supuesto este cambio produjo otro más.- Comencé a descubrir nuevamente todo lo que me gustaba realizar en realidad.
- El tiempo a solas ahora me resultaba agradable, ya no aterrador.
- La llegada de nuevos amigos me hizo comenzar a crear una nueva realidad.
- Apareció alguien que nuevamente comenzó a interesarme más allá de una amistad.
Los nuevos retos
Para nadie es un secreto que la aparición del virus cambió la dinámica del día a día. Por supuesto no solo ha modificado nuestros trabajos, sino la forma de relacionarnos. Más allá del miedo inicial y la incertidumbre ante una enfermedad de la que se nos ha dicho tanto pero aún no sabemos nada, hay que seguir adelante con los proyectos profesionales y personales. Dese mediados de marzo me encuento recluido en casa. para mi fortuna cnsevé mi trabajo gracias al home office. Sin embargo mi interacción con los amigos (y con esa persona especial) se ha visto entorpecida por la situación. Ésto, por supuesto, ha traído un nuevo cúmulo de ideas negativas que hay que trabajar. He encontrado en el mindfulness y en redes sociales como esta un punto de apoyo. Gracias a ello, me di a la tarea de compartir algunas de mis experiencias y consejos para sobrellevar mejor la situació. Por supuesto que no soy terapeuta, ni nada por el estilo, pero creo firmemente que compartir experiencias con las que nos podemos sentir relacionados es una excelente manera de aligerar la carga para poder encontrar nuevas soluciones o por lo menos nutrirnos de creatividad y esperanza para encontrarlas. Como había comentado con anterioridad, cargamos con una serie de ideas y creencias, incluso hábitos, que recibimos de nuestro círculo más interno. En este momento resulta más evidente ésto porque debido a la crisis por la que nos encontramos atravesando, las reacciones han sido bastante diversas. He conocido gente que piensa que todo esto es una farsa (lo cual se justifica por la incongruencia entre los datos oficiales presentados al público y la realidad visible), pero por otro lado hay quienes se han sumergido en el pánico absoluto. Estas actitudes tan opuestas tienen algo en común: responden a historias familiares relacionadas con otros tipos de crisis y los mecanismos desarrollados para sobrellevar o superar dichas crisis. Ahora bien. Es necesario, al igual que yo lo tuve que hacer en su momento, darse la oportunidad de intentar ver elmundo con una perspectiva un poco distinta, por muy complicado o improbable que pueda parecer al inicio. La sola capacidad de permitir otras posibilidades es más que suficiente para crear una realidad distinta. No está mal cargar con un cúmulo de ideas de las cuales no nos damos del todo cuenta, pero es siempr mucho mejor estar dispuestos a dejar atrás algunas de ellas por otras que nos permitan ser más sanos y felices.Una idea para finalizar
Ya es momento de cerrar este post, pero me despido no sin antes compartir esta reflexión:Es conocida la historia de Nan-in, un maestro japonés que vivió en la era Meiji, y lo que le sucedió con un profesor universitario que fue a visitarlo intrigado por la afluencia de jóvenes que acudían al jardín del maestro.
Nan-in era admirado por su sabiduría, por su prudencia y por la sencillez de su vida, a pesar de haber sido en su juventud un personaje que había brillado en la corte. Aceptaba en silencio que algunos se sentaran con él al caer de la tarde, pero no debían importunarlo después de la meditación. Entonces, parecía algo serio y hasta hosco, pero no era más que la necesaria readaptación mientras trabajaba en su jardín, pelaba patatas o remendaba la ropa.
El prestigioso profesor se hizo anunciar con antelación haciendo saber que no disponía de mucho tiempo, pues tenía que regresar a sus tareas en la universidad.
Cuando llegó, saludó al maestro y, sin más preámbulos, le preguntó por el zen. Nan-in le ofreció el té y se lo sirvió con toda la calma del mundo. Y aunque la taza del visitante ya estaba llena, el maestro siguió vertiéndolo. El profesor vio que el té se derramaba y ya no pudo contenerse.
-¿Pero no se da cuenta de que está completamente llena? ¡Ya no cabe ni una gota más!
– Al igual que esta taza – respondió Nan-in sin perder la compostura ni abandonar su amable sonrisa-, usted está lleno de sus opiniones. ¿Cómo podría mostrarle lo que es el camino del zen si primero no vacía su taza?
Airado, el profesor se levantó y con una mera inclinación de cabeza se despidió sin decir palabra.
Mientras el maestro recogía los trozos de porcelana y limpiaba el suelo, un joven se acercó para ayudarle.
– Maestro, ¡cuánta suficiencia! Qué difícil debe de ser para los letrados comprender la sencillez del zen.
– No menos que para muchos jóvenes que llegan cargados de ambición y no se han esforzado por cultivar las disciplinas del estudio. Al menos, los estudiosos ya han hecho una parte del camino y tienen algo de lo que desprenderse.
– ¿Entonces, maestro, cuál es la actitud correcta?
– No juzgar, y permanecer atento.- La taza de té. Un cuento Zen para reflexionar