La Cultura Chill.
- Equis, no le pares.
- ¿Por qué te das mala vida por eso?
- No te enrolles hermano.
- Bueno pero bájale dos.
- Relájate, deja eso así. “Chillea”.
Creo que tendríamos que darnos con una piedra en los dientes si negamos que alguna vez hemos dicho alguna de estas frases o cualquiera similar que quiera decir lo mismo. Nos hemos adaptado, acostumbrado, como quieran llamarlo; a esa cualidad absurda y liberadora de “dejar las cosas pasar” o “que sea lo que tenga que ser” o peor aún, no prestarle atención a cuestiones que quizás antes pudiesen haber afectado muchísimo más a antiguas generaciones. ¿Será una especie de conformismo encubierto?
¿Es malo? ¿Es bueno? Por lo pronto, me gustaría hablar un poco más sobre este dichoso y algo inadvertido tema, para que entremos en sintonía ustedes y yo.
¿Qué significa eso de "Chill"?
“Chill” en el idioma anglosajón significa varias cosas de acuerdo al contexto en el cual lo encuentres. “Chill” en sí mismo tiene que ver con “frío”, con “enfriamiento”. Puede ser un adjetivo, puede ser un sustantivo, puede fungir como un verbo; lo importante es que siempre hace referencia al referido “enfriamiento”, a “gelidez”, “helar”.
Ahora bien...
“Chill Out” ya es algo un poco más diferente. No obstante, no pierde su relación con lo que les acabo de explicar. “Chill Out” se puede entender mejor como una expresión urbana, una expresión idiosincrática que te invita a relajarte, a calmarte, a “bajarle dos” o a “bajarle mil” si lo “venezolanizamos” un poquito. Si te pones a ver, el simple acto o actitud de “relajarse” es algo parecido a enfriar los sumos, a echarle agua fría a ese ardor que nos deberían de producir ciertas situaciones que habrían de encendernos la bilis; hervirnos la sangre; la generación “Chill”, la “Cultura Chill”- como yo la llamo -es eso, una generación tanto de ancianos, adultos mayores; en su mayoría adultos jóvenes, adolescentes y niños que dejaron de sentir hace mucho tiempo ese ardor que produce la indignación. Sucede que en cuanto se eleva un poco de ese fervor, en cuanto ellos o alguien cercano a ellos siente un leve pero propicio calorcito en la piel capaz de convertirse en un infierno; lo invitan de manera pasivo-agresiva a “chillear”; “Chillea hermano”.
No han pensado que últimamente nos quejamos de ciertos eventos que pudiesen solucionarse si dejáramos, o mejor dicho; apoyáramos a alguien que, comprometido con una causa, siente la necesidad de provocar un incendio que queme esa desidia que nos hunde como sociedad completa en la miseria.
Como les comenté antes, a mí me gusta denominarlo: “La Cultura Chill”- les juro que esto lo inventé yo ¿Ok? -nos hemos convertido en una especie de secta de lo postergable; la gente que asume las condiciones que sean sin reclamar ni un poquito porque: “Ay, qué pereza” (Un venezolano hubiese utilizado la palabra “ladilla”). La población de inertes, un tanto ignorantes, que encuentra un buen chiste de cualquier circunstancia y aparte, nos sentimos súper orgullosos con la idea de ser personas y que resilientes, bien adaptadas a su entorno- ya va, ni tan calvo ni con dos pelucas-.
La mayoría de nosotros nos hemos evangelizado a nosotros mismos como un grupo de individuos capaces de sobrevivir aunque nos haya caído encima una avalancha de mierda, ceniza y granito; somos como una especie de bacteria resistente al calor, al frío, a la tormenta, a la sequía; a la corrupción; a ese compañero de la oficina que no respeta tu zona de trabajo, al jefe que nos humilla cada vez que le da la gana; al vecino insoportable que disimula su actitud irrespetuosa con unas cuantas bromitas; nos hacemos de la vista gorda cuando vemos a un transeúnte escupiendo muy masculinamente sus gárgaras de flema en la calle, donde sea. Nos hacemos los ciegos cuando escuchamos como alguien, con todas las razones habidas y por haber; discute con alguien más sobre cualquier circunstancia desfavorecedora que esté ocurriendo en ese preciso instante; y que para rematar, en el fondo estamos de acuerdo con el pobre o la pobre litigante, eso es lo más absurdo del cuento, pero preferimos limitarnos a “hacernos los locos” para no vernos involucrados en algo que puede reventar como un problemón a futuro y preferimos evitarnos ese cangrejo. ¿Para qué me voy a meter en ese peo si no es mío, verdad?
“La Cultura Chill”...
Es algo que invade todo; todos los espacios que tú puedas frecuentar o todos los que te puedas imaginar en tu corto o largo bagaje cultural. Esa tendencia al “relajo” está en lo más mínimo: puede estar inoculándose en uno de los tantos recovecos de tu facultad; en lo más recóndito del comedor de tu escuela; esa cultura “Chill” se arraiga en la junta de condominio de tu edificio; en la calle que separa tu urbanización del puesto de perros calientes que está al frente, en el pasillo de un supermercado; está ahí también en el consultorio del veterinario de tu perro que te dice: “Equis, no le pares a esa espumita blanca que le sale a veces por la boca, seguro no es nada grave, dale vitaminas y Princesa estará chévere”. Ese “relajito” está ahí también en ese policía con la camisa desabotonada pues la barrigota no le cabe en la insípida tela mal manufacturada que trae puesta- pero que te puedo decir, para eso fue que le dio el sueldo mínimo -que te habla adormecido con ese aliento a caja de cerveza: “Mire, lo mejor es que se quede tranquilo y no haga mucho alboroto, mire que si nos ponemos obtusos con los malandros ellos pueden tomar represalias en contra de nosotros y usted sabe cómo está la cosa”.
Se inmiscuye hasta en las redes sociales; es como un hongo que se expande, que crece; que se reproduce así como el Virus T de Resident Evil; qué lástima que no ha aparecido aún una Alice venezolana que combata a punta de escopetazos a los muertos vivientes que andan por ahí consumiendo los retazos de humanidad que aún nos quedan. Esta supuesta actitud relajada impide en su mayoría que nos conmovamos, que nos indignemos, que nos sintamos afectados, que nos responsabilicemos, que compartamos causas; que sintamos culpa por errores que, aunque quizás no sean directamente nuestros, igual nos incluyen inherentemente por determinadas causas genéricas, raciales, étnicas o de cualquier tipo. Este relajamiento general no se refiere solo al simple hecho de descansar los músculos, se refiere explícitamente a nuestra poca capacidad de actuar hasta cuando somos sumamente conscientes de que algo está siendo violentado.
En fin, a mi particularmente “la Cultura Chill” me saca de mis casillas; creo que soy un tipo sumamente apasionado e involucrado con tantas causas, que me genera una grave molestia la pereza colectiva que embarga a mi generación; no hay cosa que me enfurezca más que el hecho de sentirme realmente afectado por algo, ya sea por bien o por mal, ya sea individual o colectivo; y que alguien venga con su glorioso cuerpo de yuca sancochada a exhortarme que me relaje, porque no es para tanto. Es decir, si me da la regalada gana de sentir al mil porciento mis experiencias, si quiero desbocarme, si quiero gritar: “¡Putrefacción!”, si quiero denunciar la injusticia, si me provoca iniciar una histeria colectiva por determinado tema que debería de afectarnos a todos como comunidad; o si sencillamente quiero celebrar un beso rápido, que no tuvo tiempo de reproducirse a la velocidad de las crías de conejos pero si encendió una pequeña llama de un sueño; no puedo, no debería o no soy realmente escuchado por nadie y por lo tanto no puedo hacer realmente nada, porque la emocionalidad exacerbada está penada por algún tipo de ley invisible y no formalizada en ninguna constitución; y aunque algo sea fuera de lo común, o posea peso suficiente para generar los cambios que en definitiva, esta época de nuestra historia necesita, lo mejor es ignorarlo o no darle tanta importancia porque “que feo que la gente crea que eres un mal-intenso”.
Yo no creo formar parte de esta “Cultura Chill” que yo mismo he bautizado...
O al menos no me gusta sentirme identificado con ella; aunque no podría negar que inevitablemente a veces se me escapa un poco de la misma desidia que enferma la pasión por las vicisitudes de la vida; ese es el gran problema de estar rodeado de enfermos, en cualquier momento comienza un ligero moquillo que se transforma en peste, no hay sistema inmune que aguante. Me rehúso irrevocablemente a ser un témpano de hielo, me rehúso a “chillear” lo que no debería ser “chilleable”.
Concuerdo contigo, los problemas no se resuelven solos. La desidia es uno de los males mas grandes en nuestra sociedad, y como tal hay que plantarle la cara y poner las bolas en el yunque, asi como a los otros problemas que reconocemos que tenemos, pero mas aun, los que no reconocemos. Y este es el error en el que muchos caen al no darle la importancia adecuada a las cosas.
Esperemos que poco a poco todos vayamos reflexionando sobre este tema antes de que sea demasiado tarde. Gracias por haberte pasado por mi publicación. Saludos!
Hace tiempo pensaba en esto, no con el nombre de cultura chill, pero si como sociedad de conformismos, perezosa y atenida. Por que sí que nos incomodan muchas cosas, pero nos cansamos antes de luchar, preferimos que "alguien más lo haga" cuando se trata de levantar la voz y provocar cambios.
Nadie quiere pagar el precio del reclamo o simplemente de lograr metas. Nos hemos conformado con lo que hay: para que hacer algo si todo seguirá al final igual? Así es como piensa la mayoria.
Es más, es tan sencillo como hacerle ver a alguien que existe esta red social, la cual podría serle de más utilidad... seguro que la mayoría no va a estar mínimamente interesado porque "que pereza"
En fin, si has leído este comentario, te lo agradezco y ojalá puedas darte una vuelta por mi blog. Te doy mi voto y te sigo.
Es una actitud que si nos percatamos, cada día está más institucionalizada en todas partes! Claro que sí, gracias a ti por haberte tomado el tiempo de leerme y haber comentado; un abrazo! Seguro que sí.
Nunca habia caido en esta reflexion, incluso considero que he sido oarte pero no puedo negar que me rei y a la vez hiciste obvia un realidad. Buen post
Así es! Que mejor manera de reflexionar si además atraigo su atención con un poco de humor. Gracias por haberme leído!
Bastante entretenido el post. Saludos!
Muchas gracias por haberme leído!
el Dr. Francisco Herrera Luque, autor de libros emblemáticos como "Boves el urugallo, Los amos del valle", y otros tantos, deja reflejar en ellos nuestra conducta insana con ciertas situaciones. La llamada felicidad del venezolano no es otra cosa que una mascarada, que tapa ciertas taras que hemos venido arrastrando desde antes de la colonia. Excelente tema el que dejas sobre la mesa.