Mi soledad
Veo como la lluvia cae sobre las hojas de los helechos, huele a tierra húmeda y el pequeño estanque repiquetea cuando cada gota cae y rompe la superficie del agua. A Meredith le hubiese encantando este día, un día maravilloso en nuestro jardín. Solo que ya ella no está para apreciarlo.
Estoy sentado sombre su tumba de granito, mi querida esposa me dejó solo, abandonado y abatido. Quizás paso demasiado tiempo aquí sentado, vengo cada día durante tres horas, desde que aquel incidente ocurrió.
Enfermó, fui testigo de como su cuerpo se fue deteriorando, cada noche sudaba y hervía en mis brazos. Los doctores no pudieron hacer nada, yo no pude hacer nada. No teníamos hijos, nunca lo logramos aunque lo intentamos. Estoy solo.
Cada nuevo día que amanece es una tortura, pero trato de sobreponerme, quizás mis visitas a su tumba son simplemente para sentirme a su lado, aunque sé que no estará más.
Luego de seis meses aún lo hago cada día. Traigo flores luego de regresar del trabajo, y hablo de mi día, de mis días sin ella.
Hoy particularmente ha sido un día agotador, en el trabajo mi jefe se queja de mi desempeño, dice que degradarán mi posición, sin embargo, no me importa nada, aunque escucho su voz detrás de mi cabeza diciendo que mis días dentro de su compañía están contados, no me importa absolutamente nada. Solo deseo salir de aquel lugar, deseo dejar de escuchar sus gritos, me aturden.
Siento que vivo en un mundo yo me quede en pausa. Veo como todo a mi alrededor sigue fluyendo, todo sigue en constante movimiento, pero yo estoy solo observándolos a todos. Como hacen sus compras, como pasean a sus perros, como ríen con sus parejas y amigos. Yo siempre estoy solo, detenido en este mundo lleno de vida donde solo soy un punto gris.
Y es que incluso, mi ropaje ha perdido color. No es por seguir normas sociales de vestir de negro luego de perderle, solo que no me apetece utilizar colores que representan alegría en un lugar donde no puedo sentirla. Porque ya nada me hace reír. Soy simplemente una sombra, nadie nota mi existencia y lo agradezco.
En un principio los comentarios de la personas siempre eran de lástima, siempre lamentándose por lo que yo había vivido. Creo que es algo ilógico que alguien pueda "sentir como me siento". Aún así, los escuchaba, dejaba que hablaran y lloraran conmigo. Pero, realmente, prefería estar solo.
Poco a poco se fueron alejando, y lo agradecí. Poco a poco dejaron de llamar, dejaron de textear.
Incluso en los pasillos murmuraban, que era hora de que lo superara. Eso lo dicen las personas que no saben lo que es perder a un ser amado. Yo no creo que lo supere nunca, cada día me envuelvo en mucha más oscuridad.
Luego de contarle y hablarle como me siento, decido salir a tomar un trago. La casa me quedó sumamente grande desde su partida, y estar ahí me genera mas dolor.
Siempre voy a un lugar cercano a casa, donde están atestados de ebrios en las aceras y mujeres de la mala vida. Entro, y me siento en mi sitio habitual. Enciendo mi cigarro y pido una cerveza. Hay bulla, música que no escucho realmente. Me concentro en mi bebida. Luego de tres jarras de cerveza me marcho del lugar.
No tan ebrio como para caminar tambaleándome pero si lo suficiente para sentirme adormilado. Las calles están desoladas, solo los ebrios bajo la sucia farola de la entrada del bar, que es la única luz de aquel lugar. Empiezo a caminar pero luego de unos pasos escucho un grito.
Me detengo, miro a mi alrededor y no hay nada, los ebrios siguen en el piso sin moverse. Doy dos pasos y nuevamente escucho un grito, pero esta vez diciendo mi nombre.
Siento un escalofrio recorrerme la columna, no por el grito, no por mi nombre, sino porque la voz es la de mi esposa. Lentamente veo todo a mi alrededor, pero todo se mantiene en calma, así que simplemente empiezo a caminar mucho más de prisa. Paso por la puerta de la casa de mis vecinos, todos tienen las luces apagadas. De seguro, se me ha hecho más tarde que de costumbre.
Llego a la verja de mi hogar, veo mi casa al final de todo nuestro jardín y pienso en como habíamos querido comprar aquel lugar porque era grande, así los niños tendrían un gran jardín donde correr. Decidimos conservar el estanque y los llenamos con peces koi. Irónicamente no queda ninguno, todos han muerto después de ella.
La suela de mi zapato suena cada vez que piso la gravilla, es el único sonido, incluso los árboles están quietos. De pronto unos pasos se unen a los míos justo detrás de mí, giro rápidamente, quizás me estén siguiendo para robarme.
Sin embargo, no hay nada, he de haber tomado más de lo que creía. Sigo caminando pero escucho los pasos una vez más.
-¿Quién está ahí? - grito, mientras giro buscando en todas las direcciones a aquel que me acecha. Obviamente no obtengo ninguna respuesta. Mi corazón late deprisa, algo me dice que debo marcharme rápidamente, y eso hago, empiezo a andar deprisa, cuando el viento hace que todos los árboles dancen alocadamente, se mueven bailando de forma brusca, incluso escucho como algunas de sus ramas se rompen. Empiezo a correr pero es como si mis movimientos no me llevaran a ningún lugar.
Mis pies se mueven, siento que me muevo, pero veo la casa igual de lejana. De pronto el grito se hace presente una vez más, escucho como mi esposa me llama y grita, todo al mismo tiempo.
Siento el miedo correr por mi cuerpo, porque sé que esa no es mi Meredith, sé que ella nunca me asustaría de esa manera.
Me llevo las manos a la cabeza y grito, desesperado por no poder salir de todo aquello.
Así de rápido como empezó, todo se detuvo de inmediato. Los árboles dejaron de mecerse y los gritos con la voz de mi esposa se detuvieron.
-Reynaldo, ven conmigo - Su voz, su dulce voz, me habla, está cerca de mí, lo siento. Pero no puedo creer que sea ella, sé que no es ella, sin embargo, algo me incita en querer buscarla. Giro mi cabeza y la veo, esta de pie sobre el gua del estanque. Lleva el vestido azul con el que la sepulté, su rostro, totalmente pálido, me mira directamente. Tiene los brazos extendidos hacia mí, invitándome a unirme a ella en un abrazo.
Me lleva unos minutos determinarlo, me lleva minutos entenderlo.
Simplemente ha venido a hacerme compañía. Yo se lo he pedido, yo se lo he implorado cada día que ha pasado.
Así que me muevo, porque sé que es lo que realmente quiero, es ella con quien quiero estar. Camino hacia el agua y me introduzco totalmente, el frió me atrapa inmediatamente entumeciendo cada músculo, veo su rostro, hermoso como siempre.
Nado, debo acercarme más a ella, debo tocarla, ella me espera. Cuando por fin estoy tan cerca como para tocarla, veo su mirada, sus ojos negros escrutando los míos; tiene una mirada fría, hueca, Sus ojos totalmente negros, como pozos, donde solo se ve ira, odio y frustración. Esa mirada no es de Méredith. Eso que está delante de mí no es mi esposa.
Empiezo a nadar de regreso, pero es demasiado tarde, siento como miles de manos toman mi cuerpo y lo halan al fondo de aquel estanque, y justo antes de sumergirme por completo, veo a la que sin duda si era mi amada, sentada en su tumba, totalmente de blanco, resplandeciente, con una mirada triste y llena de amor, observando mientras yo mismo me he hundido en mi muerte.
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