Claves para vivir más tranquilo

Últimamente he caído en la cuenta: hay que ser más sinceros. No es que yo me dedique a mentir en mi día a día. Pero igual que muchos de vosotros, estoy convencida de que en contables ocasiones me muerdo la lengua de más. Y al final eso hace mala sangre y duele. Duele porque arrastramos todo lo que no decimos. Una amiga hace mucho tiempo me dijo que lo mejor es la sinceridad y no este ejercicio que hacemos muchos de "ya se dará cuenta".

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Os voy a dar una noticia, que seguro que ya conocéis, pero que tenéis que repetiros cuando algo os moleste: el resto de personas no lee la mente, no sabe cuál es tu estado de ánimo y, sobre todo, no tiene energía suficiente y a veces ni ganas incluso de adivinarlo. Es así. La vida es así. A veces estamos hasta arriba de curro o tenemos muchas cosas en la cabeza y no somos capaces de entender a los demás, de ser empáticos, de hacer ese pequeño esfuerzo. Porque hay días que ese esfuerzo tan pequeño se vuelve gigantesco.

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Mi consejo es que seamos más sinceros. Que si tenemos una mala semana y no sabemos por qué lo digamos. Así los demás no tienen por qué andar dándole vueltas a lo que sea que nos pasa. Así nadie tiene que ir como de puntillas y con cuidado. Es liberador ser sincero. Y, además, le facilita la vida a los demás. Todo ello es suficiente motivo para que hoy os recomiende que, al menos una vez, digáis lo que os pasa o contestéis de manera sincera a vuestro amigo, a vuestra pareja. Hoy si te preguntan que si quieres salir a cenar fuera y a qué restaurante atrévete a decir exactamente lo que quieres. Decir la verdad nunca ha matado a nadie. Al menos en el siglo XXI.

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