Una voz en el desierto (Lucy y el paraíso).

Lucy emprendió un viaje, un viaje que nunca planeo, un viaje sin maletas, un viaje sin destino.

[Foto de: laguiago.com]

Lucy, despertó un día pensado que seria como cualquier otro. Ella era una mujer muy organizada, siempre tenía sus planes hechos, cada día tenía fecha y hora de qué hacer y cómo hacerlo.

Cada mañana Lucy despertaba, hacia su café y se sentaba en el sofá de la sala, en silencio conectándose con su Dios y agradeciéndole por un día mas. Así era como ella empezaba todos sus días. Sus momentos favoritos eran las mañanas, las esperaba con ansias. Siempre hacía lo mismo, era algo simple pero la llenaba de paz, le alegraba el día y le daba la fuerza para seguir adelante con todo.

Una mañana Lucy despertó, se hizo su café y se sentó en silencio a contemplar el amanecer. En medio del silencio, escuchó una voz que la llamo por su nombre.
-¡Lucy!, Le dijo aquella voz. Entre una mezcla de asombro y miedo por lo potente de la voz, tiró el café. Miró a los lados pensando que alguien se había despertado y la estaba llamando, pero no era así.
-¡Lucy! volvió a gritar aquella voz.
-¿Quién eres? ¿Como sabes mi nombre?, respondió ella un poco asustada.

De ser potente, se convirtió en una voz suave. "Lucy yo te conozco, yo siempre he estado contigo, te he seguido, te he cuidado, te he visto crecer y estoy satisfecho con lo que has logrado", respondió aquella voz.

Mientras escuchaba aquella voz, pudo notar que le parecía conocida. Aquella presencia la hacía sentir a gusto y con una sonrisa en su rostro le dijo: ¡Yo te conozco!.

• Lucy emprendamos un viaje ¡Hoy! te lo mereces, yo seré el piloto, confía en mi. Te llevare al paraíso, ven conmigo, toma mi mano". Le dijo la voz a Lucy.
  Ella cerró los ojos, y en ese instante vió unas manos que se extendían hacia ella. Sin duda alguna y con emoción las tomo y decidió ir. Desde ese momento su viaje empezó.

Cuando abrió sus ojos, y se halló en un desierto, donde no había comida, no había agua, ni siquiera gente, no había nada a su alrededor; lo único que Lucy podía hace era escuchar aquella voz.

Lucy caminaba y caminaba. Estaba cansada, hambrienta y sedienta, pero ella seguía firme, seguía confiando en aquella voz. En medio de su camino, los dos conversaban. Lucy seguía sonriendo, a pesar de que su cuerpo no podía mas. Se sentó a tomar un descanso en medio de la arena del desierto, disfrutando del silencio y la vista.

Nuevamente surgió aquella voz, "¡Lucy!" dijo aquella voz fuerte como trueno, "Llegaste a donde te lo prometí, llegaste al paraíso. Dame tu mano y sé bienvenida, te estaba esperando". Al tomar su mano, una luz resplandeciente envolvió su cuerpo y el dolor que ella sentía ya no estaba, no sintió mas hambre ni sed. Lucy sentía paz, esa que buscaba cada mañana cuando hacía su café y se sentaba en el sofá en silencio. Esa paz, ella la había encontrado.

Lucy fue al paraíso, ella emprendió un viaje inesperado y su destino fue el lugar que tanto anhelaba, el paraíso. Aquel lugar que nadie conoce, aquel lugar que no podemos ver mientras nuestros ojos permanezcan abiertos, Lucy cerró sus ojos y desde ese momento no volvió a despertar.

En memoria de Johanny Maita, una tía maravillosa.

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