Malvadas y Dolorosas Mentiras Blancas - Los Superhéroes que Rompen Corazones

in #spanish5 years ago

Malvadas y Dolorosas Mentiras Blancas:

Los Superhéroes que Rompen Corazones.


Puedo recordar la primera gran discusión que tuvimos; fueron por las mentiras. Malvadas y dolorosas mentiras. Con solo catorce años nos hicieron creer que éramos portadores de aptitudes innatas por los cuales todos debían apostar. Aunque, en nuestra defensa, todos a esa edad nos sentimos especiales. Casi como seres excepcionales en algún área o tema en concreto. Pero yo, a diferencia de Edric, siempre supe que era una vil mentira.

En carne propia viví bajo la indiferencia de mis padres en los puntos más importantes de mi vida, y luego estaban en otras mucho menos relevantes para asegurarme que había sido una ocasión épica e irrepetible. Por eso jamás obtuve flores cuando publiqué mi primera historia exitosa en un blog, pero si un teléfono nuevo luego de mi primer recital de baile (en donde pasé semanas llorando por el dolor en mis rodillas). Sin embargo, quizás fue mi culpa por jamás haber hablado por encima de todos los sueños que ellos ya tenían planificados para mí. Y, por el bien de una falsa estabilidad emocional, todas las veces siguientes me contuve de quejarme y sonreí durante las presentaciones.

Creía fielmente que si ellos veían ese supuesto talento en mí, así era.

Fuente

Me costó cuatro años de mi vida, más una lesión permanente en la rodilla derecha, darme cuenta que aquello jamás sería bueno para mí, ni yo para él.

Todo se trató siempre de mis padres soñando con una primorosa muñequita bailarina de la cual presumir con sus hermanos, primos y amigo que, al igual que ellos, habían condenado a sus hijos a desarrollar aptitudes en deportes que ni siquiera deseaban en realidad.

Llegué a tenerle cariño y odio al baile, exactamente al mismo tiempo, puesto que representaba el hecho de que Bastián y Helena no tenían ni idea de quién era su hija, pero yo si sabía qué querían ellos que fuera. Estuve confundida por mucho tiempo sobre lo que amaba más y con cuál podría llegar más lejos.

¿La respuesta? Ninguno de los dos. Para el baile nunca fui realmente hábil y en la escritura me faltó apoyo durante mi desarrollo. Frustré a mis padres y me frustré a mí, quebré la estabilidad inexistente y me quebré a mí gracias al terrible error de creer en ellos. Así que si, conocía muy bien la sensación, o síndrome adolescente, de creerse único y especial sin capacidad de equivocarse.

Por eso recuerdo claramente nuestra primera discusión; estábamos recluidos en su cuarto tratando de mitigar el sonido de los gritos e insultos provenientes de la cocina y, al mismo tiempo, discutíamos los pros y contras sobre entrar al torneo nacional de natación. Sabía lo mucho que Edric amaba nadar y lo hábil que era. Sin embargo, todo el compromiso e inversión que aquel torneo implicaba no era algo para lo que estaba preparado.

<< —No confías en mi— dijo con el gesto fruncido. Trataba de explicarle lo que honestamente pensaba y en su mente solo se tradujo de aquella forma.

—No se trata de creer o no, Edric.

—Claro que no, se trata de que tienes envidia de mí.— Contestó altaneramente tomándome por sorpresa. Ciertamente estaba celosa de algunos aspectos de su vida, pero no por un tonto torneo de natación. — El que tu no hayas resultado ser una buena bailarina no me hace a mí un mal nadador.

Sentí su aclaración cómo un golpe en el estómago, mis hombros se hundieron inevitablemente en vergüenza.

—Estás siendo un cretino. — Contesté cruzándome de brazos.

—Sabes que siempre he sido bueno nadando, mis padres dicen que soy el mejor y ni siquiera debo esforzarme por serlo.

Y mis padres decían que yo era la mejor bailarina del estudio.

Sentí mis mejillas sonrojarse enojadas y, con todo el malestar que aquella conversación había dejado en mi mente, le dije:

—Pues bien, continúa con tu tonto torneo y pierde—recogí mi suéter de lana del suelo y comencé a ponérmelo bajo mi disgusto—, pero no vuelvas llorando y dándome la razón cuando seas humillado en la competencia. >>

Salí y no volví a cruzar esa puerta hasta un mes después.

Asistí a escondidas al torneo esperando, secretamente, tragarme mis palabras. En vez de eso, observé lo mismo que otros ojos debieron observar durante mi último recital de ballet; mi talento innato caer y hacerse añicos contra el suelo. Edric perdió el torneo por mucho. Así que ese día me adentré a su cuarto ignorando sus súplicas para dejarlo en paz, lo sostuve entre mis brazos con fuerza y lo abracé soportando sus constantes empujones.

<< —¿Así se siente siempre? — me preguntó soltándose de mi agarre, tenía las mejillas rosadas al igual que su nariz.

—¿De qué hablas?

—¿Así se siente siempre que descubres una mentira?

Jamás me había planteado aquella duda.

—Supongo que depende de la magnitud de las mentiras. — dije con seguridad evocando la tóxica relación de mis padres.

—¿Mientras más grandes son, más duelen? — Parecía muy sumido en sus pensamientos.

—Claro, por eso existen las mentiras blancas, ¿no?

Aquello hizo que Edric se enderezara completamente y me observara con intensidad, parecía estar midiendo mis posibles reacciones a lo que sea que estaba a punto de salir de su boca. Tomó el acostumbrado mechón de cabello negro que siempre lograba escapar de mis trenzados y dijo:

—Prométeme que solo me dirás mentiras blancas, Artemis.

—¿Por qué? — Pregunté siguiendo la trayectoria de su mano.

—Porque no quiero temer pensando que en algún momento tú me romperías el corazón.

Mis ojos dieron de golpe con los suyos, se veía tan necesitado de la respuesta correcta que contesté de forma automática:

— Prometo siempre decir solo mentiras blancas. — Y con eso me regalo su primera sonrisa luego de la tragedia. >>

Fuente

A partir de ese día, Edric comprendió lo crueles que podían ser sus padres sin tener malas intenciones. Le costó mucho, pero al final llegó a perdonarlos. Pudo comprender entonces que tal vez habían olvidado lo que era tener catorce años y confiar ciegamente en que tus padres nunca romperían tu corazón. Hasta que luego lo hacen, creces y empiezas a verlos cómo seres humanos errantes y menos parecidos a los superhéroes de tu infancia.



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Besos.

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