Reflexiones sobre al ahora
Pasado, presente y futuro transcurren de forma simultánea e ininterrumpida.
El lugar donde este fenómeno se puede llegar a percibir claramente es la psique humana. Primero en la psique porque no existe otro lugar donde una experiencia se pueda percibir, ya sea por medio de los sentidos u otras facultades y en segundo lugar humana, porque el ser humano es el único animal que puede alcanzar la gnosis (consciencia de sí mismo).
Así, desde la psique, el mismo transcurrir del tiempo no sería lineal ni continuo sino que tendría cualidades que harían que se amoldase a la lupa con la que éste se examine. Dicha lupa no sería sino la capacidad de abstracción o identificación que con el propio fenómeno tenga la consciencia que esté observando el evento que acontece en ese preciso momento.
Un ejemplo de lupa podría ser la percepción que podría tener un hombre de mediana edad al contemplar una medida de tiempo dada, por ejemplo sus vacaciones de verano, y la percepción que del mismo periodo de tiempo podría tener su hijo de 6 años. Para el niño de 6 años el periodo vacacional podría percibirse tan dilatado que, al final del mismo, a duras penas pudiera recordar como era su vida antes de que éstas empezaran. Sin embargo, el mismo periodo de tiempo sería percibido por el padre como un suspiro en el que a duras penas consiguió olvidar los quehaceres que le ocupan el resto del año.
Otro ejemplo de lupa podría ser la experimentada cuando nos hallamos enfrascados en una actividad que concentra toda nuestra atención y que, si nos resulta placentera, puede llegar a alterar nuestra percepción del tiempo hasta tal punto que lo que en un estado “normal” sería percibido como horas, puede llegar a reducirse a meros minutos.
Estos ejemplos vendrían a apoyar la hipótesis de que la gnosis es un proceso que involucraría los dos hemisferios del cerebro para llegar a ser comprendida en su totalidad. El cerebro, que en este caso actuaría como una interfaz mediante la cual la consciencia se despliega en el mundo de las formas, funcionaría en base a dos polaridades: pensamiento racional y pensamiento abstracto.
El pensamiento racional estaría relacionado con el “tiempo externo” y se fundamentaría principalmente en la información que recoge el cerebro desde el hemisferio izquierdo por medio de los sentidos y que aportaría información directa sobre el medio donde el cuerpo físico está operando. Este tipo de pensamiento sería de naturaleza empírica y por lo tanto sujeta al intelecto y por ende a medición: Por ejemplo mediante calendarios u otro tipo de mediciones socialmente aceptadas, de igual forma que en épocas anteriores se usaban las lunaciones o las estaciones del año con el mismo fin.
El pensamiento abstracto por su parte, estaría relacionado con el “tiempo interno” y vendría a aportar otra serie de datos que añadirían una capa especulativa a lo que es inmediatamente percibido desde el entorno. Esta área de la mente sería aquella asociada con temáticas de corte filosófico-metafísico-religioso y sería procesada desde el hemisferio derecho mediante otro tipo de “sentidos” o mecanismos tales como la intuición, los presentimientos y por procesos más sutiles de la psique como por ejemplo, aquellos experimentados mediante deja-vus, sincronicidades, la devoción, la fe o estados alterados de conciencia.
Si aceptamos pues la hipótesis de que el tiempo es un estado de percepción de la mente que va más allá de la unilateralidad racional, podríamos contemplar el hecho de que efectivamente y desde el pensamiento abstracto, pasado, presente y futuro son también susceptibles de ser experimentados de forma simultánea.
Desde esa visión, el punto en el que “colapsarían” estos tres fenómenos y que actuaría a su vez como anclaje del fenómeno completando así la tríada, es lo que la psique reconocería como el “ahora”.
Este ahora vendría a ser un vórtice que en su movimiento centrífugo, absorbe todo lo que se encuentra en su periferia. Esta periferia estaría compuesta por todo lo que la psique contempla en un momento dado y que arrojaría una cantidad determinada de información en función del estado de apertura que los dos hemisferios del cerebro puedan sostener en ese momento.
La naturaleza de dicha periferia estaría en su mayor parte compuesta por una amalgama o conjunto desordenado de pensamientos al respecto de eventos acontecidos en el algún momento del pasado (recuerdos) y de proyecciones sobre futuros eventos aún no manifestados (expectativas).
Tanto nuestros recuerdos como nuestras expectativas son en realidad entidades que por ser diferentes en naturaleza al denominado “ahora”, gozarían en cierto sentido “de vida propia” y serían independientes de éste. La diferencia fundamental entre pasado y futuro sería la influencia que éstos tienen en el “ahora” ya que el primero precedería la percepción del ahora mientras que el segundo sucedería a dicha percepción.
El nexo de unión entre esas entidades (pasado y futuro) sería la consciencia que los contempla desde el ahora a través de la psique (tríada).
El ahora pues, como punto focal y único momento en el que nuestra consciencia puede manifestarse en el espacio y el tiempo, sería el filtro mediante el cual el material proveniente de la periferia se vería confrontado con su propia naturaleza especulativa, dando con ello lugar al fenómeno de la percepción de sí.
Esta percepción de sí, por hallarse en el presente y por tanto escindida de pasado y futuro, gozaría de una visión mucho más certera del tiempo y del espacio por el hecho de estar en contacto directo con la consciencia que observa la psique y no con los pensamientos que desde ésta pudieran provenir desde cualquiera de los otros dos puntos temporales y se hallaría pues, liberada de las distorsiones que recuerdos y expectativas pudieran poner en coalición. Es entonces en el ahora, donde la consciencia puede asimilar y transformar dichas percepciones a voluntad.
El proceso en sí consistiría en la lucidez. La lucidez es el proceso mediante el cual la consciencia es capaz de “arrojar luz” sobre determinado hecho, pensamiento o acción. El mecanismo mediante el cual la lucidez opera sería por medio de la capacidad que tenemos, mediante la consciencia, de abstraernos de nosotros mismos para contemplar desde fuera de sí, el momento presente. Es por ello que la lucidez, siendo un proceso que requiere de consciencia, sólo puede tomar forma en el ahora ya que como ya se ha mencionado, es el ahora el punto en el espacio y el tiempo en el que la consciencia está presente y puede operar sobre el mundo de las formas.
Así pues y siendo lúcidos en el ahora, podríamos transmutar cualquier evento ocurrido en el pasado y que, bajo forma de recuerdo estuviese condicionando el ahora, en experiencia o bagaje sobre el que cimentar nuestro presente. De igual forma si, por ejemplo, hubiésemos proyectado una serie de expectativas al respecto de nuestro futuro que estuviesen tiñendo nuestro presente de miedo o ansiedad, podríamos también transformarlas en oportunidades de crecimiento en el ahora. Dicha transformación, lejos de ser un mecanismo automático, se llevaría a cabo mediante la acción en el presente y tendría que ver con lo que Nietzsche denominara “la voluntad de poder”. Dicho fenómeno guardaría una estrecha relación con el hecho de tomar partido sobre nuestro propio devenir, para ayudarnos a evolucionar de acuerdo a nuestro propósito de vida o vocación que fluye a través de nuestra propia consciencia.
En cualquier caso, el objetivo de todo este proceso, que en gran parte se realiza de forma inconsciente, ya sea por mero desconocimiento del mismo o por la distorsión que tenemos de nuestro propio ahora debido a factores externos, es el de hacer uso de nuestro discernimiento.
El discernimiento, que se abre paso a través de la lucidez, sería la capacidad que tenemos mediante la presencia en el ahora de observar la realidad, no como la percibimos sino como realmente es a los ojos de la consciencia que nos habita en el ahora. Siendo nuestra consciencia una parte de la totalidad que se experimenta a sí misma de forma subjetiva mediante la interacción con el mundo de las formas, es haciendo uso de los dos hemisferios, que nuestra consciencia anhela el llevarnos al discernimiento y acercarnos a la autentica naturaleza de nuestra realidad.
Cuanto más inconsciente sea dicho proceso, más ajeno a nosotros mismos vamos a ir percibiendo la toma de decisiones que, en última instancia, son capaces de conformar una sana identidad a través de nuestro pasado y proyectar la mejor versión de nosotros mismos hacia el futuro.
Fuentes:Saturno devorando a sus hijos