Teatro de experimentos 2
Teatro de experimentos 2
(notas, aproximaciones, borradores, en busca de una forma)
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No está preparado para hablar con Martínez de sus problemas maritales, y no lo hace, pero sí expresa su admiración (para usar un término inocuo) por las muchachas, y algo de su desasosiego debe detectar su viejo colega (en caso de que puedan ser considerados colegas, Medina con su irregular experiencia de dos o tres años, y Martínez con casi cuarenta años en la profesión) porque le pregunta desde cuándo está casado. Casi siete años, responde Medina.
En ese caso, continúa Martínez, necesita una amante. No tienes ninguna, ¿verdad? ¿Ni siquiera un polvo ocasional? Para el hombre es imprescindible una amante cada cierto tiempo. No diré cuánto tiempo porque eso es un asunto personal, digamos, ritmos personales. Queda sujeto a las necesidades de cada quien. Lo que sí es seguro es que el hombre monógamo es consumido por la melancolía. ¿También le pasa a las mujeres? Hace algunos años te habría respondido que las mujeres son distintas, que sus necesidades son otras… o alguna tontería semejante. Visto nuestro tiempo, si alguien dice todavía eso es porque a los hombres nos conviene actuar como si fuera cierto. Pero no hablamos ahora de las mujeres, sino de las necesidades masculinas.
Medina protesta sin mucha convicción, no por falta de convicción, precisamente, sino porque le atormentan las necesidades femeninas, específicamente las de su esposa, pero eso es algo que no piensa comentar con Martínez. ¿Cómo se expresan esas necesidades femeninas? ¿Son, en esencia, distintas de las masculinas, o son la misma cosa? ¿Y cuáles son las masculinas? ¿Novedad en el sexo? ¿Otras pieles, otro olor, otros sonidos? La atenuación de los sentidos, ¿era inevitable? Pero él no advertía en sí mismo ninguna atenuación de los sentidos. Seguía deseando a su mujer de una manera casi dolorosa, y cuando hacía el amor con ella (¿hace cuántas semanas la última vez?) era una experiencia de una plenitud difícil de describir a menos que echase mano de las contradicciones a las que eran tan aficionados los poetas místicos que había estado leyendo últimamente.
Así que declara, con un poco más de firmeza, que no le interesa tener una amante. Es una posibilidad que no ha pasado por su mente.
Aunque parezca extraño en un hombre de su edad y de la cultura a la que pertenece, nunca se ha planteado buscarse una amante, en el caso de que a las amantes se les busque y se les encuentre como herramientas en una ferretería o como cualquier otra cosa que uno necesite en un momento determinado y que suelen estar allí, a la mano, como se suele decir, esperando que se haga uso de ellas.
Tentaciones sí ha tenido, o sufrido, por supuesto. También breves enamoramientos a los que se ha acostumbrado a resistir (y hasta cierto punto a disfrutar esa resistencia) porque sabe que se desvanecerán con el paso de los días dejando apenas un aura levemente melancólica en su ánimo. Pero tener –buscar, comprar, adquirir, agenciarse– una amante, es algo que nunca ha considerado y que sin embargo comienza a considerar desde la conversación con Martínez –aunque comprende que esta sería una salida extraña a su problema, que no es el de la necesidad de variedad sexual, sino que su esposa no quiere hacer el amor con él, también comprende, o comienza a comprender, todavía de una manera difusa, que ambas situaciones pudieran ser una y la misma, o al menos manifestaciones de un mismo fenómeno– la posibilidad, o la conveniencia, de una amante.
Pasa revista al pequeño círculo de sus amistades femeninas y aunque hay varias mujeres –candidatas– atractivas, ninguna termina por convencerlo del todo. No sabe qué es lo que falla con ellas, pero algo falla.
Tan bueno como la primera parte.. habrá una tercera?, un continuará?. Saludos !
Continuará, continuará... no tengas dudas.
Gracias por leer.
Saludos.