Spanish Challenge #17 [Relato] "Un encuentro fugaz."
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Un encuentro fugaz.
No hay nada más gratificante que una conversación agradable, con una persona cuya mente te haga vibrar, y una buena taza de té o café. Ella lo sabía, sin embargo, pensaba que explorar la mente de un “completo desconocido” le daba un plus a esa sensación; y como timidez era una palabra que no existía en su vocabulario, se dirigió a la mesa más alejada del café, en donde se encontraba un joven de unos 20 años.
– Hola –le dijo con una amplia sonrisa mientras tomaba asiento frente a él. Era un muchacho de ojos claros y cabellos desordenados, rodeado de cierto aire de inocencia; como le gustaban a ella. – ¿Puedo sentarme? –pestañeó coquetamente.
–Sí, claro –respondió él notoriamente sorprendido. Ella amaba ver esa expresión en los hombres. Apoyó sus codos sobre la mesa y colocó su mentón entre sus manos; era hora de comenzar el interrogatorio.
– ¿Cómo te llamas? –le preguntó con fingida inocencia. – Carlos.–fue la respuesta. – Es un placer, Carlos.–ella estaba feliz, el chico respondía bien. Pudo ver por el rabillo del ojo que una mesera se acercaba, perfecto. –¿Tomas café, Carlos?–susurró su nombre mientras se erguía en la silla.
–¿Van a tomar algo?–la mesera ya estaba junto a la mesa. –Sí, yo tomaré una taza de café, que esté fuerte y con poca azúcar.–sonrió mientras levantaba su dedo índice. –Y para Carlos…–clavó su mirada en los despistados ojos claros de su acompañante. –No bebo café.–respondió él desviando la mirada. –Un batido de frutas estará bien… cualquiera–completó.
Obviamente, la mesera no entendió el mensaje del muchacho: déjame solos. Así se quedó de pie, a la espera de una respuesta más clara. –Un batido de fresas, por favor–sentenció la muchacha, complacida por la leve incomodidad de Carlos.
– No entiendo –murmuró él, a medida que la mesera se alejaba. – ¿Qué no entiendes?– respondió ella. – ¿Quién eres? ¿Por qué haces esto? ¿Mis amigos te están pagando para jugarme una broma?–a medida que iba preguntando, elevaba la voz. En respuesta, ella extendió su mano en una señal de alto y él se calló abruptamente.
– No tengo intención de ser tu enemiga. –contestó en tono de reproche. – Por favor, no te alteres. –suspiró profundamente, como si estuviese hablando con un niño que no entiende razones. Ella no quería responder a sus preguntas y él le había dado la clave para esquivarlas, excelente: – ¿Por qué tus amigos me pagarían para hablarte? –inquirió.
De inmediato, él dejó de hablar y agachó la mirada. – Por nada. –respondió en un susurro. Por todo, se susurró ella en su mente. – Entonces, ¿de qué te preocupas?–le dedicó una sonrisa al chico mientras se perdía en sus pensamientos. Estaba disfrutando de la conversación, estaba disfrutando de la compañía del chico. Pero, sinceramente, Carlos no era un completo desconocido para ella; por supuesto, él no lo sabía. Compartían una clase en la facultad, él siempre se sentaba atrás y estaba solo, excepto cuando sus “amigos” lo estaban molestando. Las pocas participaciones de Carlos en clases, la habían dejado fascinada y quería conocer más de esa mente tan callada pero, ¿cómo acercarse a alguien que se empeña en ser invisible? Regresó a la realidad al escuchar como la mesera dejaba sus pedidos sobre la mesa. Pudo notar que la incomodidad del chico se acrecentaba, si no hacía algo pronto, habría perdido su única oportunidad.
– Me llamo Serena. –extendió la mano por encima de la mesa. – Es un placer. –él estrechó su mano con suavidad. – Hago esto porque es la mejor forma de conocer gente nueva. –mentira, porque es la única forma de acercarme a ti. –¿No crees? –Carlos se encogió de hombros; no, no lo creía, ella sabía que él prefería no conocer gente nueva. –No me gusta el batido de fresas –susurró él haciendo una mueca que intentaba ser una sonrisa.
–Ni a mi el café con poca azúcar –respondió ella entre risas. –¿Por qué lo pediste así? –preguntó él, más animado. – ¿Quién sabe? –divagó ella. –La vida es demasiado corta para no experimentar cosas nuevas–sentenció levantando la taza de café hasta sus labios. Él pareció estar de acuerdo con ella porque hizo lo mismo con el batido.
–¿Te gusta la lluvia? –preguntó él señalando al ventanal. Había comenzado a llover torrencialmente. –Me gusta. –le respondió ella con una sonrisa infantil, rememorando aventuras de su niñez; cuando corría bajo la lluvia, sin miedos ni preocupaciones, cuando sólo importaba ser feliz. –Sobre todo esos días en los que nada te importa y puedes correr bajo la lluvia, libre. –completó tras unos segundos.
–¿Son esos mismos días en los que decides acosar desconocidos? –esta vez, la sonrisa en su rostro era genuina y Serena no pudo evitar sonrojarse levemente. – No, eso sólo pasa cuando son lindos. –se defendió con una risa pícara. Él golpeó accidentalmente el vaso del batido, haciendo que este se derramara sobre la mesa. – Lo siento. –dijo con nerviosismo, levantándose para limpiar el desastre que había hecho. Ella extendió su mano cuidadosamente hasta tocar la de él. – No te preocupes. –colocó un par de servilletas sobre la mesa y le pidió al chico que se sentara de nuevo.
– También me gusta pensar que las gotas de lluvia son como las personas. –continuó hablando, haciendo como si nada hubiese pasado. – Ya sabes, en el instante en que las tienes en tus manos… se destruyen. –él arqueó una ceja al escucharla, y le respondió: – Estás diciendo que cuando otra persona nos tiene en sus manos, ¿nos destruye? –por lo visto, había captado su atención. –No, quiero decir… controlar a otra persona la destruye. –la mesera se había acercado a la mesa para recoger el vaso y terminar de limpiar lo que se había derramado. Ambos se mantuvieron en silencio, mirándose fijamente, hasta que ella se retiró.
– Yo lo veo más como la vida. –comentó él, retomando el tema de la lluvia. – Las gotas caen tan rápidamente que, para cuando te das cuenta, ya se han esfumado. –ella asintió, fascinada por sus palabras, había esperado tanto para poder escucharlo hablar de cualquier cosa, que estaba inmensamente feliz. – Nuestra vida aquí es corta, es efímera. Es como las gotas de lluvia, se desvanece antes de que lo notes. –él continuó hablando. – Tú lo has dicho, hace un momento. Te gusta correr bajo la lluvia, así como te gusta disfrutar tu vida, libre, ¿o me equivoco? –ella no se dió cuenta de que él le estaba haciendo una pregunta hasta que el silencio comenzó a volverse incómodo. – Lo siento. –respondió. – Me perdí en tu mirada. –
Tomó aire por unos segundos, y preguntó aquello se estaba guardando desde la primera vez que lo vio: – ¿Qué piensas del amor, Carlos? –él le respondió con una sonrisa. –Lo mismo que de la vida. No hay que perder el tiempo en nimiedades y disfrutarlo, mientras dure. –sus ojos brillaron con tristeza, – Eres todo un romántico. –bromeó Serena. – Quizás. –respondió él vagamente, comenzaba a cerrarse de nuevo, y ella entendió el por qué: un corazón roto.
– Tengo que irme, Carlos. –ella se levantó tan rápido que fue imposible para Carlos no sobresaltarse. – Gracias por el café. –le sonrió mientras colocaba unos billetes en la mesa. – Nos vemos mañana. –afirmó, y así, sin más, se fue a toda prisa.
El joven parpadeó perplejo mientras la veía alejarse. Esa chica había llegado de la nada, se había sentado frente a él y había iniciado una conversación como si fuesen amigos de toda la vida. Por si fuera poco, había comprado un café que no se tomó, y le había sacado una sonrisa con sólo un par de palabras. En definitiva, esa chica tan intrépida le había alegrado el día y Carlos tenía la certeza de que la volvería a ver.
Porque así es la vida, y así es el amor, nos escribe en un letrero gigante las señales que indican que algo grande está a punto de pasar.
Esta es mi entrada para participar en el Spanish Challenge un concurso para escritores hispanohablantes. Esta es la modalidad de relatos; si quieres participar, también tiene una de poesía. Si te gusta escribir, no lo pienses mucho y...
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linda historia, nunca me ha pasado algo parecido pero ha de ser bonito jaja
A mi tampoco, jaja. Soy más como Carlos, con la diferencia de que si algún extraño se sienta frente a mi (y sin mi permiso, además), yo me levanto de inmediato y me marcho, ups
Me gustó mucho tu relato, tienes razón, estaba pensando que tu historia y la mía pueden ocurrir en el mismo universo, ya sabes. Amé la comparación de Carlos btw.
Me ha gustado mucho. Felicidades.
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STOP
Qué bonito el relato. Las comparaciones que hacen Serena y Carlos sobre la lluvia y la vida, la lluvia y el amor, son bastante profundas a pesar de que las expresan con mucha sencillez.
Muchas suerte en el concurso!