El accidente. (Parte IV)
La ansiedad avanzaba, los pensamientos negativos de María en contra del padre de su hija se volvían perniciosos, lo que perturbaba la poca serenidad que lograba tener a ratos…
La enfermeras entran, observan las vías intravenosas, controlan la solución que pasa por ellas, el color de la orina en la sondas, suministran calmantes, antibióticos, vitaminas y bolsas de sangre, son recorridos que María observaba atentamente, preguntando que le colocaban y para que le servía a la niña…calmantes tras calmantes para relajar los dolores en la pequeña.
Los días comenzaron a transcurrir, tras cada revista quedaba la sugerencia de los médicos especialistas para realizar los respectivos estudios e ir descartando traumatismo abdominal, renal y craneoencefálico, también quedaba el fuerte dolor en el estomago causado por los nervios, pues temían que la niña haya sufrido algún daño interno además de las heridas evidentes.
La enfermeras entran, observan las vías, controlan la solución que pasa por ellas, el color de la orina en la sondas, suministran calmantes, antibióticos, vitaminas y bolsas de sangre; son recorridos que María observa atentamente, preguntando que le colocaban y para que le servía a la niña…calmantes tras calmantes para relajar los dolores en la pequeña.
Los días transcurren, tras cada revista quedaba la sugerencia de los médicos especialistas para realizar los respectivos estudios e ir descartando traumatismo abdominal, renal y craneoencefálico, también quedaba el fuerte dolor en el estomago causado por los nervios, pues temían que la niña haya sufrido algún daño interno además de las heridas evidentes.
Afortunadamente cada estudio iba descartando daños, y los temores iban desapareciendo…la familia nunca dejó de apoyar a María con su pequeña, a su lado estaban su madre Lucía, sus hermanos Laura, Gael e Ismael, por supuesto su pareja Santiago; quienes fueron su apoyo incondicional durante todos esos días de pesadilla.
Llegó el día ocho, el cirujano entra a la habitación para examinar a la niña, indica que la niña debe ser ingresada a quirófano para retirarle las vendas y suturas del rostro, María entró en pánico, sabía que había llegado el momento de ver la en la cara de su niña, buscó cualquier excusa para no estar en el momento, así que pidió a Laura estar al pendiente mientras ella iba a la capilla del Hospital a rogar para que aquellas palabras dichas por el cirujano que le robaron el aliento, no hayan sido ciertas, rogaba para que el rostro de su hermosa niña no haya quedado desfigurado.
Pasaron largos minutos, María entra a la habitación de su hija, conteniendo con todas sus fuerzas cualquier emoción que pudiera causar la impresión de las heridas de su hija, se dirige a la cama de su hija para observar finalmente su cara, aun con hematomas en el ojo izquierdo y un poco inflamada, mostraba aquella larga cicatriz que atraviesa su cara desde la frente hasta su pequeña barbilla, a pesar de todo, el diagnóstico dado por el cirujano después de la intervención quirúrgica, no era tan fatal como ella hasta ahora había pensado; aquellas palabras que taladraron su mente e hirieron su corazón perdieron significado, quizás por obra de la máxima divinidad.
Se fueron desvaneciendo las tristezas, en la pequeña habitación solo se veía las expresiones de amor y solidaridad con la niña; una mañana entra una mujer en cuyo rostro se reflejaba el agotamiento de largas noches sin dormir, saluda a la pequeña Sophia, y transmite su alegría por la evolución de la niña. —Estoy muy contenta de que la niña este mejorando notablemente. –Dice la mujer. A lo que María le contesta: —Gracias, no sabe cuánto hemos sufrido estos días.
—Entiendo señora, no es fácil ver un hijo en estas condiciones a tan corta edad. Pero dele gracias a Dios de que la tiene sanita y salva. —Le contesta.
—¿Porque agradecer a Dios? – pregunta María con un dejo de molestia en su voz—, ¿acaso yo le pedí esto para mi hija?
—Señora…—la interrumpe la mujer cuyo nombre nunca llego a dar—, agradezca a Dios que le ha dado una prueba capaz de soportar…mi hija está a cuatro habitaciones de aquí, —continúa diciendo—, con Leucemia, le queda pocos días de vida. Por eso le digo, usted es afortunada porque se llevará a su hija a casa…yo me llevaré a la mía cuando haya fallecido.
Diciendo esto, la mujer dejó caer lágrimas de dolor por sus mejillas, salió de aquella habitación dejando a María consternada, avergonzada de tener esos sentimientos de ingratitud. Pero fue así como entendió realmente que esta era una prueba de Dios para la vida, la aceptó con humildad, aunque eso haya cambiado la vida de su hija y de ella para siempre.
Una reflexión dentro de una triste historia, a veces somos tan ciegos y pensamos que nuestros problemas sonmas grandes que los problemas ajenos. Excelente relato
Así es, muchas gracias por tu comentario @erilej
Excelente escrito, muy profundo y con contenido. Saludos
Muchas gracias por tu comentario @adalbertodrums, saludos.
Muy impresionante, me animaste a leer los inicios y espero la continuación.
Claro, me alegra que le haya gustado, saludos @drawing4life.
Gracias por el apoyo @sancho.panza Saludos!
¡Felicidades, has recibido un voto del EmeeseeseTrail!
Gracias @emeeseese!
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