Memorias de una amante triste
Así es, mi amor
hasta que te encontré a ti
todos mis besos fueron de nadie.
Y fue así como conocí a mi amor, creyéndolo un alma libre me dejé envolver por su carisma y su risa contagiosa. Tomó mi mano y me condujo a lo más profundo de su ser, sin advertencia alguna. Tampoco iba a ser necesaria alguna señal de precaución porque me sentía segura del camino que tomaba.
Pero nunca supe la existencia de usted, señora, hasta ahora.
Muy tarde me di cuenta que aquella alma libre de la que me había enamorado estaba solo en mis pensamientos, pues existía usted y por más que intente ignorar su existencia, de mi mente no puedo borrar ese día en que interrumpió mi paz con su presencia en nuestras vidas.
He pasado la vida leyendo escritos para los amantes pero nunca me he topado con uno para la "dueña" de aquel amor prohibido. Y digo dueña entre comillas porque a ciencia cierta usted no es su dueña, no si existo yo en la vida de ese hombre, mi hombre.
Cuando supe que existía usted, ya él era parte de mí ser. Había conocido hasta el más oscuro secreto que ocupaba mi existencia, el más mínimo de mis detalles y se había adueñado de mis sentimientos sin permiso previo, cual invasor.
Y ahora que no existe miedo dentro de lo que siento y soy puras sensaciones cuando a él se refiere, oficialmente le digo:
Ahora nadie puede apartarlo de mí.