Sentimiento Metro
Sentimiento Metro
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Ciertamente, el fin de semana no hice nada, quizá sólo me levante para asearme, comer algo, incluso si me disponía a jugar con mis hijos (mis perros) era en la cama.
Podría considerar que todo era perfecto para tener una semana productiva.
Descanse lo suficiente para sentirme bien el lunes (mentira, cansancio acumulado no se repara en dos días), si sentía una cierta ligereza en el cuerpo. 6:40 am. Bajando por el ascensor para ir a la jornada laboral; ya caminando por la calle sentía que nuevamente los músculos se contraían, esa predisposición al metro, transporte subterráneo del cual dependemos gran porcentaje de la población de la capital, esa sensación de que toda la calma está a punto de ser resquebrajada por un toque de misantropía me pone los pelos de punta. Llego, bajo las escales, no venden boleto de entrada, bajamos al andén, esperamos, llega uno de los nuevos trenes que son cortos (No se qué idea tan creativa de poner un tren más corto que el andén en horas picos, el ingenio para comprar nuevos transportes es tan grande que se les olvido algo tan simple como las medidas). Sigo esperando un tren con proporciones originales (iba a decir de cuarta república, pero no quiero que esto se vuelva político), llega el tren y bueno como de esperar las personas tienen esa necesidad de cumplir sus sueños frustrados, a lo que este sistema de transporte contribuye, la casualidad es que la mayoría querían ser porteros, por lo cual, los exploradores y excavadores tenemos que incursionar en la selva y proceder a buscar los espacios del fondo que “usualmente” están vacios.
Eso solo es el primer tren que debo tomar para llegar a mi destino, posterior a esto, tras llegar como batido de fruta a la estación de destino, debemos hacer una transferencia donde salimos todas las personas caminando cual marcha o procesión; y a demás, es como aprender a manejar, los cruces entre personas son excepcionales, la ley del frenado no existe en este momento, pero si hay algo que aplican, que es propio de un auto o una moto, la transfiguración de la corneta, “El Silbido”, pues si, entre toda esta masa poblacional, intentando subir las escaleras, bajar las otras, hay quienes buscan pasar más rápido. Estos son los Usaint Bolt del metro, atletas olímpicos de 100 metros planos mezclados con árbitros de futbol, pasan corriendo entre las personas y silbando cada momento, creyendo que esto abre los caminos como Moisés abrió el mar, y pues literalmente pasan rápido y fiuuuu fiuuu fiuuuuu con su silbido insoportable, y la verdad no entiendo como lo logran pero llegan más rápido a la meta a pesar de que dejen parados a varios en su curso.
Llegas a la parte cumbre del sistema, tengo medido el espacio y el tiempo, esa nueva habilidad de las personas que tomamos este transporte todos los días, Videntes y metódicos casi con TOC (trastorno obsesivo compulsivo), sabemos la hora en que el metro vacío va a llegar y sabemos quienes se van a colear (pasar de primeros sin hacer la cola) antes de que ocurra. “Ya viene el vacío”, esta predicción entre el público hace que se sienta el optimismo (no ocurre si quien lo anuncia es el operador), el cual se destruye cuando viene el metro full, o si estas de último en la fila suspiras ya que esto puede ser un beneficio para que estés mas cerca de la puerta cuando el milagro ocurra.
Ya saludas a todo el mundo, tienes incluso el teléfono de varios transeúntes con los que coincides en el mismo lugar todas las mañanas, ya es una hermandad formada por los mismos de todos los días. Cuando logras entrar pues ya vas en una nueva forma de calma, expectante de llegar, incluso aunque el meneo aquí sea en ocasiones más fuertes, se toma en broma como si fuera un experimento para probar los frenos del metro o como dicen algunos “eso es para acomodarnos”, finalmente llego a mi destino agotada como si el fin de semana no valiera nada, y salgo de este suplicio.
Lo cumbre de todo este malestar, es que pasa a ser indispensable, y el día que no me monto en el metro, no sé si para llenarme de bienestar o enojo, busco a mis contactos telefónicos a los mismos de la cola y les pregunto lo siguiente “¿Y cómo estuvo el metro hoy?, a lo que el resultado se adapta según la respuesta “Hoy tranquilito” u “Hoy terrible, mucho retraso”.
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