CAPITULO 3

in #spanish7 years ago (edited)

Como os iba relatando, yo esperaba una respuesta, educada al contexto de respeto mutuo entre " vecino y portero ". Pero a veces las personas confunden las relaciones inter-profesionales en tertulias políticas de índole cómica entre Pablo Iglesias y Jimenez Losantos:

  • Mire, a mis 35 años nadie me ha dicho qué debo hacer y que no, fumo aquí porque me sale del escroto, vaya usted a limpiar, fregar o cantar una rumba, pero no me toque los cojónes- Mientras seguía fumando el cavernícola . - Eso sí, primero me ayudas con las bolsas de la compra, que están en el coche, porfavor.

Yo por dentro, en ese momento, era un poema, o mejor dicho, un cuadro pintado por beodos artistas que pincelaban sus frustaciones internas en un óleo despues de haber sufrido un desprendimiento de córnea, cuando...

  • Zas! - la mano de una señora que entró en escena, abofeteó al cavernícola.
    Cuando miré, ví a una señora de unos 70 años agarrando de la oreja al estilo " profesor de los 60 " al susodicho hombre de las cavernas:

  • ¿ Pero que haces aquí fumando gandul ? - recriminó la señora. - Que sea la última vez que no me abres la puerta del coche y ¡jamás vuelvas a fumar aquí! Eres un grosero, yo no parí a un hijo para que se comporte así con la gente.- Mientras agarraba a su hijo de la oreja y se la retorcía...

Por dentro, una sonrisa malévola surgió... A veces, uno mismo no tiene que hacer nada cuando surge una injusticia, o mejor dicho, un gilipollas. En más de una ocasión, la balanza de la justicia divina hace acto de fé y enseña el camino de la redención a cavernícolas contemporáneos.

  • Perdone usted las formas de mi hijo, es un buen chíco pero tiene unos prontos y unas costumbres muy molestas. - mientras lo decía, agarro mi mano sonriéndome. - Soy Doña Augusta, vivo en el primero, dése usted por invitado a tomar un cafe con bollos el día que quiera en mi casa. No se me ocurre mejor forma de poderle pedir perdón que esa.

Su hijo, con cara de verguenza, ya no parecía ese Fitipaldi de barra de bar, por un momento, hasta me dió lástima, a sus 35 años viviendo con su madre y yendo de gallo de corral cuando no llega ni a transgénico... en fin.

  • No se preocupe señora. - Mientras me dirigía a la puerta. - Dígame dónde se encuentra su coche y gustosamente les subiré las bolsas de la compra. Por cierto, me llamo Julio, es un placer conocerla, tanto a usted como a su hijo, al cual ya me presenté antes.

Después de este pequeño " mal entendido " y de la amabilísima invitación a bollitos con café, subí las bolsas al primero y me dispuse a subir a mi piso. Cómo ya eran las 2 de la tarde aproximadamente, decidí subir las escaleras, así hacía algo de ejercicio mientras observaba desperfectos y veía si había mucha suciedad ( con la intención de pasar la escoba y fregona a la tarde ).

El edificio, era verdaderamente bonito, las escaleras eran de mármol y se notaba que estaban muy cuidadas, por la practicamente nula presencia de rayones y descolorido del brillo, deduje que se había reformado haría pocos años, aparte, había ventanas en cada descansillo, de las que se abren en tres posiciones, totalmente nuevas. Estaba muy feliz de ver que tenía un eficio completamente reformado ( al menos la parte que me tocaba limpiar ), pero no todo son buenas noticias en la viña del señor... Me percaté de un " olor a marihuana " intenso, en el pasillo del sexto, aunque yo sea afín a tales menesteres, soy de los que pienso que eso pertenece a la intimidad de cada uno, no para ir molestando al personal.

Subí las escaleras corriendo, de la forma más atlética que pude ( entendiendo que un tío de 1,90 y 130 kilos, muy atlético... pues no es ). Al llegar al descansillo, ví a tres chiquillas de unos 19 años fumando dos porros mientras veían una película en la tableta.

Dos de ellas eran morenas, bastante buenas y con unos rasgos muy similares: nariz pequeña, ojos grandes y verdes y unas tetas de infarto. Deciros como era su pelo, es lo de menos, con tal despliegue de delantera ( que ni el Ajax de Cruyff ) todo lo demás daba igual. De la otra chíca que había allí, ni me cercioré de su aspecto, sin más preámbulos, fuí a soltarles mi sermón:

  • Muy buenas tardes chícas. Soy Julio, el nuevo portero. Os pido porfavor que fuméis en otro lado, estamos en un eficio dónde viven muchas familias, a muchos el humo les puede molestar, aparte de hacerles daño en la salud . - No podía parar de fijarme en sus tetas pero seguia en mi semblante serio y profesional. - Si no os importa, fumar en alguna habitación de vuestras casas o en un sitio al aire libre, os lo pido porfavor.

  • Ay! . - soltó una de las morenas mientras se le caía el porro. - Perdona, sómos alquiladas, las tres del sexto, en las otras casas del sexto no vive nadie y nunca baja persona alguna por estas escaleras... La propietaria, Elisa, sólo alquila a universitarios, es propietaria de todo el sexto. Mi nombre es Jessica, ella es Marta y la que está sentada es Paula ( la feucha, de la cual no me acuerdo mucho de su cara ).

Durante un minuto aproximado, estuve contemplando el panorama como si fuese un policía en busca de drogas, mirando arriba, abajo, a la ventana ( abierta en oscilo-vatiente ) y en los restos que había dispersos por el suelo, tenían todas las esquinas repletas de filtros, boquillas...

Mientras ellas miraban al suelo, entre verguenza y risas, me incliné para recoger el porro que había tirado Jessica al suelo, parecía Horacio de C.S.I ( aparte soy pelirrojo ) examinando las pruebas del delito, pude comprobar que era todo un señor verde de marihuana, con boquilla de filtro de cigarro y cartón, sin duda, algo fuerte.

Mientras miraba disimuladamente las tetas de Marta ( que parecía un calco de Jessica ), me puse el porro en la boca, lo encendí y abrí la ventana por completo mirando el paisaje, no era unas malas vistas, parece mentira que ni me hubiese fijado: al fondo del edificio ( dónde se encuentran las salidas del Parking ), había un parque de unos 10 metros cuadrados totalmente florido, desde la distancia, no podía ver que había plantado exactamente, pero un curioso arcoíris de colores empapaba mi curiosidad cuando una risa me devolvió a la realidad:

  • ¡ Coño ! - gritó Marta. - ¡ El portero fuma !. A partir de hoy eres nuestro Coque! - Mientras sacaba el porro que tenía escondido detrás de la mano y golpeaba en el hombro a Jessica.

  • Chicas, soy joven y también me encanta fumar porros. Pero eso no implica que hay que ser cautos y al menos no dejar restos. - Mientras daba una calada a ese porrazo, que sin duda era de clase índica. - Porfavor, todos los restos que dejéis, limpiarlos. En la garita del portero, hay un un viejo cenicero con un soporte de un metro, lo voy a subir aquí y tirar allí los restos una vez que fuméis.

  • ¡Joder! Muchísimas gracias, te debemos una. Estamos ahora mismo preparando las asignaturas que dejamos para Septiembre, y estos descansos en el pasillo nos dan la vída, sobre todo porque gracias al mármol de las paredes, aquí hace fresquito siempre.

Me quedé hablando y fumando con ellas unos 10 minutos más. La verdad es que eran bastante majas, a excepción de Paula, que estaba con su móvil sin parar en lo que supongo era una acolarada conversación de Whatsapp o una busca caramelos del Cundy Crash Saga ( por esas pistoleras que ni el mismo Jhon Wayne, apostaría por la segunda opción ). Las dí mi número de móvil por si surgía alguna urgencia y me despedí de ellas.

Del sexto hasta mi casa, todo transcurrió sin nada interesante, bastante limpio, organizado, como me había dicho el presidente, reformado.

Al entrar a mi casa, preparé un bocata de chorizo cular y un refresco ( ni idea de cual era ).Del chorizo me acuerdo porque lo prepara mi tío en su granja de Ávila y es algo que nunca falta en mi buche. Al terminar semejante manjar, me dispuse a degustar otro.

Con tanto nerviosísmo y una mañana más movida que una fiesta de la ruta del bacalao de las que cuando era mozo duraban tres días, saqué del fondo de mi maleta mi humilde colección de " El víbora ". Son unos cómics porno de los años 90 que cuando estaba en edad de crecer y limpiarme el sable, compraba siempre a Kiko, el quiosquero de mi barrio. Saqué el especial de las navidades del año 95 y preparándome para el ritual de masaje carnal, cómo no, contemplando a una dulce ama de casa siendo visitada por su vecino, hasta que, por curiosidades de la vida...

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