Mafia en las farmacias
Por razones de seguridad no mencionaré nombres reales, pero la historia que les voy a contar la viví en carne propia en una de las principales sucursales de la cadena más grande de farmacias del país, ubicada en la avenida Bella Vista de mi querida Maracaibo. Esta farmacia se ha hecho famosa por el expendio de productos del ramo a precios regulados que, estando dirigidos para todo público, solo tienen acceso a ellos los que ”cuadran” con la mafia que se ha apoderado de las remesas de los rubros más comerciales que vende la renombrada empresa.
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Pasada las cuatro de la madrugada las calles del municipio Olegario Villalobos aún descansaban del tránsito vehicular, refrescando la mañana con su fría brisa de febrero a los pocos transeúntes, entre los que me encontraba yo al llegar al estacionamiento de la farmacia. Me conseguí con dos pequeños grupos de personas: los de la tercera edad y discapacitados (3ED), que se encontraban formando una cola un tanto desordenada, cerca de la avenida, mientras que los más jóvenes se empezaban a agrupar en un rincón, al fondo del estacionamiento. Como era la primera vez que incursionaba en semejante travesía, sin saber, me fui al final de la fila 3ED y le pregunté al último de la misma.
_ ¿Qué irán a sacar hoy?
_ Creo que todavía queda crema de la de ayer – me contestó un señor sexagenario refiriéndose a la crema dental que venden a precio regulado.
_ ¿Sabe usted a qué precio la tienen?
_ Hasta ayer estaba a cuatro cincuenta.
Después de recibir esta información estuvimos conversando sobre varios temas mientras otros aspirantes al beneficio seguían llegando, hasta que una veintena de personas, que ni cuenta me di de donde aparecieron, comenzaron a separarse a ambas colas, colocándose delante de los que ya habían llegado primero. Las protestas no se hicieron esperar por parte de los que habían amanecido, esperando entrar entre los primeros cuando el local abriera sus puertas al público; al rato, se acercó a los protestantes un individuo alto y cincuentón con voz autoritaria.
_ ¿Qué pasa? Aquí las cosas se mueven así: el que va a cuadrar se queda en donde está y el que no mejor que vaya cogiendo pa’tras, ahorita van a llegar como sesenta más.
Nadie más dijo nada después que el bachaquero mafioso dejó en claro la situación. Uno de los bachaqueros de cola, que llegó en el “grupo de los colaos”, llamó al mafioso desde adelante por su nombre.
_ ¡Hey Fulano! Aquí hay uno que está alebrestao.
Fulano se adelantó para poner orden mientras que yo, atento a la situación, me grabé el nombre del mafioso y me dije a mi mismo “este es el momento de hacer contacto”.
En realidad no me importaba tanto la crema dental como conocer el modus operandi de las mafias bachaqueras y vivir la experiencia del bachaqueo, manteniendo en conciencia que jamás me dedicaré a tan deshonrosa actividad.
Me salí de la fila para acercarme a Fulano, como si ya nos conociéramos en jornadas bachaqueras anteriores, y con total naturalidad le pregunté.
_ ¿Qué fue Fulano? Mirá ¿Cómo hacemos pa’cuadrar aquí?
_ Vení pa’ca – me dijo sin ni siquiera observarme con detalle, y me llevó hacia la cola 3ED haciéndome sentir que, a mis 56 años de edad, aparentaba haber pasado el umbral de los cincuenta; muy bien para el caso, ya que a los 3ED los dejan pasar de primero – Metete aquí – me dijo abriendo un espacio en medio de la fila, intercalándome entre una señora al frente y un señor atrás, quedando como a quince cuerpos delante de donde me encontraba cuando llegué.
Me alegré de haber adelantado mi puesto sin saber que, a la larga, iba a quedar aún más lejos que en mi punto inicial. Eventualmente Fulano se aparecía con grupos de cuatro a seis personas a las que iba intercalando a lo largo de la cola, cuando en eso entró un nuevo personaje en escena: una señora como de treinta años de edad, robusta y de mediana estatura, traía con ella otros grupos de personas a las que también comenzó a intercalarlos en las filas en presencia de Fulano.
_ Vos vais aquí y vos te metéis aquí – les iba diciendo a cada uno de los de su grupo en el momento en que los acomodaba en la cola 3ED. Colocó a una señora delante de mí y yo, sin chistar, le abrí un espacio para que tomara su puesto. La mafiosa se me quedó mirando y le preguntó a Fulano refiriéndose a mí - ¿éste está con vos?
_ Si, él está conmigo – le contestó.
Me sentí bien al ver que el objetivo de infiltrarme entre los bachaqueros de cola se había cumplido, ahora venía la fase dos: entrar a la farmacia para realizar la compra. Como es costumbre, algunas personas que están en la fila se salen de ésta para sentarse en cualquier lugar que les sea más cómodo, acarreando desorganización y eventuales discusiones en el momento de reorganizarse la cola, como sucedió en un momento dado, cuando se acercó la bachaquera mafiosa.
_ No se salgan de sus puestos que ahorita vienen a repartir los números y si nos ven con bochinche no nos dan un carajo, mejor se acomodan porque ya me estoy comenzando a incorporar – decía la mafiosa en tono altivo mientras agitaba sus hombros en señal de amenaza.
En seguida los que estaban disgregados volvieron a tomar sus puestos. A golpe de 7:30 de la mañana comenzaron a agrupase los asistentes de seguridad en la entrada al local, cuando salió una empleada de la farmacia a repartir veinte números por cola, de manera que al ser llamados entraban por lotes de a veinte personas, comenzando por la fila 3ED. Yo estaba como a cincuenta puestos por detrás del primero por lo que me encontraba como en el tercer lote de los 3ED.
Para aclarar términos, cuadrar significa que al comprar dos productos regulados del mismo tipo, hay que venderles obligatoriamente a los bachaqueros mafiosos uno de ellos, el cual pagan con dinero en efectivo; si la compra es cuantiosa, pagan los productos con billetes de alta nominación, lo que indica que también manejan la mafia del efectivo.
La sorpresa para todos fue que, al no quedar suficiente mercancía regulada, solo estaban vendiendo una crema dental regulada a 4.500,00 Bs. y la otra a 150.000,00 Bs. (precio de anaquel). Bajo esta circunstancia había que venderles a los mafiosos la crema regulada, por lo que no era atractivo el negocio, y de esta forma rompimos fila y nos fuimos cada quien de la farmacia.
Como verán, no pude alcanzar la tercera fase que era la de cuadrar con el bachaquero mafioso una vez comprada la mercancía regulada, por lo que intentaré en otra oportunidad realizar el ciclo completo de este episodio que muchos viven en la Venezuela del nuevo milenio, con la intención de recaudar más información de interés que pueda publicar en un próximo artículo.