El ascenso
Si tuviese que describir la vida la representaría con el ascenso a una montaña. Cuando lo haces por primera vez no sabes lo que te espera. Igual ocurre cuando llegas acá, a este planeta. A medida que avanzas debes sortear obstáculos: la cuesta que te corta la respiración, la rama que te golpea la cara, la piedra que te lesiona el zapato o la hoja húmeda que te hace resbalar, lo cual se parece a las caídas cuando eras bebé e intentabas dar los primeros pasos, o al dolor del diente que crecía en tu boca, o la cicatriz que dejó alguna visita al doctor.
La cuestión se complica mientras mas arriba estás, pero la naturaleza coloca ante ti diversas herramientas para llegar a donde quieras. En la montaña te ofrece agua pura para que calmes la sed, sombra por si quieres descansar, un árbol fuerte para que te sostengas si resbalas y una brisa fresca que te renueva los pulmones. Todo esta allí frente a ti cuando sientes dolor, cuando caminas tanto que te quieres quitar los zapatos o estás a punto de lanzar el bolso.
Lo mismo que pasa en esos días cuando llevas un contenedor de problemas sobre tu espalda y crees que no puedes continuar. Pero no desmayas porque el paisaje te recuerda que vale el esfuerzo, que aún no se acaba el camino y que flaquear es perder el viaje. La segunda fase mas compleja está cerca del final. Quizás por las ansías de lo que estás a punto de alcanzar al llegar a la meta o, si vienes de regreso, por todo lo que sabes dejarás atrás cuando bajes a la ciudad, que es lo mismo a cuando debas volver al polvo de donde surgiste. Por eso lo mejor es disfrutar la estancia arriba, en lo más alto.
Por ejemplo, estar en el Pico Naiguatá del Warairarepano (en la capital de Venezuela) es un milagro. Ver nacer allí las nubes, el sol, la vida, es como proyectar una película que ningún cineasta te podrá regalar así disponga de la mejor tecnología. Es un pequeño instante de plenitud, felicidad. Muchos dicen que es tocar el cielo, pienso que no. Pienso que estar allí es saber de lo que somos capaces, de lo indestructibles que podemos ser, de lo pasajeras que son las dificultades porque son hojas que la brisa mueve de un lado a otro. Es entender que las oportunidades son inmensas como el cielo que se muestra todos los días en nuestro país. Al estar allí pienso que lo único que uno puede hacer es valorar la vida.
(Esta historia como algunas otras de mi autoría fue publicada también en http://www.seisgrados.com.ve)
La foto es de Pablo Urrea
Muy lindo tu post!
Gracias por tu comentario Alma Gabriela :)
Me gustó, también hay que añadir a esos seres que te hacen compañía durante el viaje y lo hacen más placentero o al menos te dejan algo de qué hablar. Que viva el Waraira!
Que viva nuestra montaña mágica!