Hypnos
Pero solo hay algo aún mucho más enigmático para el hombre que la vida misma. Y es la muerte. Ese lúgubre aspecto que nos define, desde el comienzo del desarrollo de nuestra propia consciencia. Individual y colectiva. A lo que solo nos hemos podido limitar a realizar hipótesis. A el ejercicio de la filosofía y de hablar con mínimo conocimiento objetivo del tema. Es algo que da terror como especie. Ya que hemos sido capaces de conquistar toda clase de logros, incluso hemos redefinido nuestros límites al incursionar en el mundo espacial. Dándonos a entender que, para nosotros, simplemente, el cielo mismo es la meta definitiva. Lo que deja a la muerte como la última frontera sin explorar de la humanidad. El umbral máximo de nuestra ignorancia. En una especie convencida de que es capaz de rebasar sus propias limitaciones. Aún seguimos siendo burlados por esta. La inevitabilidad del fin de la vida. La dictadura del tiempo que nos asegura que seas quien seas, y hagas lo que hagas. Tu final siempre será el mismo que millones antes y después de ti.
Pero ¿Y si fuésemos capaces de quebrar esta última frontera? ¿Y si encontramos la manera de saber que aguarda una vez la muerte nos alcanza? ¿Seríamos capaces de lidiar con la verdad? ¿Qué haríamos con ella al tener ese conocimiento?
En la era de la información plena. Dónde cada persona puede acceder a infinitas cantidades de noticias. ¿Cómo reaccionaríamos a poseer el dato que nos haga entender la muerte de manera definitiva?
Te podría asegurar que, hay mucho más allá en este aspecto de lo que te imaginas. Es por eso que te invito a que seas parte de la historia y accedas a la revelación más grande nuestro mundo a la fecha. Ya que, desde el mismo instante en que comprendamos en su totalidad a la muerte. Seremos absolutamente capaces de tener un conocimiento pleno de la vida misma. Y quizás, entonces de verdad, ya no haya fronteras para nosotros. Nunca más.
Quedas en las manos de Hypnos. Quedas en las manos de la sabiduría total.
Adrien Greene era un respetado estudiante de psicología. De carácter introvertido. Y dedicado única y exclusivamente a la consecución de sus metas. Siempre enfocado a establecer las verdades a través de la lógica. De los resultados por encima de todo lo demás. El mundo era rígido para el y aquella rigidez no estaba en discusión en sus criterios de observar al universo y su gente.
Adrien tuvo una experiencia cercana a la muerte. Una vez cuando era niño. Estuvo a punto de ahogarse al ser arrastrado por una corriente de agua. Se salvó por poco de hundirse en las profundidades del mar. Sin embrago, en sus momentos de agonía. Adrien tuvo una visión que lo perseguiría hasta su adultez. Se trataba de una mujer. Delgada, de piel blanca y cabello negro como la noche. Llevaba un vestido púrpura, con aspecto triste. La mujer estaba al borde de un oscuro abismo y tras abrir los brazos de par en par, saltaba para perderse en la oscuridad del vacío.
Esa visión seguiría reviviéndose en su cabeza a lo largo de los años. Convirtiéndose en un sueño recurrente, capaz de quitarle el sueño por las noches y dejarlo pensativo cada vez que ocurría.
Adrien intentó restarle importancia a aquellas visiones durante el paso del tiempo. Pero eso fue hasta aquel día de octubre. Donde en su cerrada mente empezó a cuestionarse la existencia de aquel sueño.
Una noche, en su camino de regreso a su hogar, subió a la estación del metro que lo dejaba a escasas cuadras de su casa. Nada extraordinario ocurrió en el viaje. Pero al llegar a su destino. Se dispuso a subir las escaleras que lo llevarían a la superficie, cuando de pronto. Empezó a sonar una bella melodía en violín. Adrien parecía reconocerla. Se trataba de la canción “She” de Charles Aznavour. Perfectamente ejecutada por un virtuoso joven que tocaba por unas monedas. A su lado se encontraba una joven pelirroja que llevaba boina y que estaba sentada en un taburete pintando algún cuadro que la visión de Adrien no podía captar. Así que, motivado por la belleza de la música y la intriga caminó hacia ellos.
Dejó unas cuantas monedas en el estuche del violinista. Y se dio la vuelta para contemplar el trabajo de la chica.
La sorpresa no pudo ser mayor.
La joven pelirroja pintaba un cuadro hermoso. Pero eso no fue lo que captó la atención de Adrien, sino lo que se veía reflejado en el.
Se trataba de una mujer joven cayendo al vacío. Vestía una prenda púrpura y tenía el cabello tan oscuro como la noche. Adrien se quedó boquiabierto al notar semejante casualidad. El pensamiento más recurrente de su vida de alguna manera se había materializado en forma de retrato callejero.
Intrigado, Le habló a la joven pintora. Preguntándole por su trabajo. Se llamaba Maud. Y era artista callejera.
Maud era todo lo opuesto a Adrien. Despreocupada. Bohemia. Con un aura de misticismo y fiel creyente de supersticiones. Hija única. Abandonó su hogar tras la muerte de su madre. De quien heredó el gusto por las artes plásticas. Nunca conoció a su Padre y desde entonces ha vivido su vida de forma independiente.
Resulta curioso como una casualidad tan particular uniría a dos personas tan diferentes. Adrien quedó prendado de la personalidad de Maud y cada noche se detenía a contemplarla pintar con la música de su compañero violinista de fondo. Hasta que una buena vez, se armó de valor para invitarla a salir.
Inesperadamente, hicieron conexión muy rápido. Ambos tenían conversaciones muy largas y trascendentales sobre la vida, los sueños, el universo. Juntos eran una máquina filosófica. Un dúo que se sentía cómodo estando juntos, pese a tantas diferencias.
Discutían sobre la casualidad del cuadro de la mujer saltando al vacío. El trataba de psicoanalizar sus visiones diciendo que al principio pudo tratarse de solo una visión sin sentido por el miedo que sintió ese día que se ahogaba. Luego dijo que el hecho que tuviese lo soñara recurrentemente significaba que el salto era una representación de sus sueños y del sacrificio que debía hacer para lograrlos.
Maud por el contrario decía que el salto representaba sus pasiones y el miedo que sentía de que estas lo consumieran en un vacío que significaba resignarse a vivir sin haberse arriesgado. Ocasionalmente bromeaba, diciéndole que la otra explicación posible era que estaba destinado desde niño a comprarle su cuadro en aquella estación de metro.
Adrien y Maud se complementaban de una manera absurda para los ojos de los demás. Ella se sorprendía de ver como en el poco tiempo que tenían conociéndose Adrien parecía “Adivinar” cosas sobre ella. Sus gustos de comida. Lugares favoritos e incluso se adelantaba a veces a las frases que ella iba decirle. Tanta conexión era irreal, un sueño para ambos. Y extasiados por el milagro de haberse conocido. Comenzaron una de las relaciones románticas más épicas que cualquier ser humano haya visto en su existencia.
Tras unos meses de gloria, Y siguiendo el ritmo a la montaña rusa que representaba su noviazgo. Decidieron casarse de improvisto y en una ceremonia extremadamente privada, La noche de bodas. Maud le comentó a Adrien que tuvo un sueño en el que ambos despertaban juntos en una cama. Y eran ancianos. Ella bromeó diciendo que tenía cualidades de bruja y que ese sueño era una premonición de que estarían juntos toda la vida.
Al cabo de un año y medio, La eterna luna de miel entre ambos parecía acabarse. Adrien a duras penas encontraba tiempo entre su trabajo, sus estudios y su esposa. Mientras que Maud seguía sin éxito buscando alguna galería de arte en la ciudad que quisiera llevar sus pinturas.
Una noche. Maud llamó desconsoladamente a Adrien. Quien tuvo que dejar su clase nocturna para acudir a su casa y atender a Maud. Quien se empezaba a sumir en la depresión por no alcanzar sus sueños.
Adrien sentía que tal vez era hora de madurar para Maud. Que tal vez nunca podría vivir del arte. Y le sugirió a su joven esposa, buscar otro oficio que fuera práctico y que la hiciera crecer. Esta afirmación, molestó mucho a Maud. Quien empezó a reclamarle a Adrien mientras iban en su auto la falta de su apoyo y que sentía que empezaba avergonzarse de ella al punto de querer cambiarla. De querer hacerla olvidar su pasión que era el arte.
La discusión pronto se tornó acalorada y por unos momentos física. Empezaron a gritarse y en un descuido de Adrien al volante, el auto derrapó. Perdiendo el control y estrellándose estrepitosamente contra la pared de un túnel en la autopista.
Adrien salió malherido. Lamentablemente. la joven Maud no corrió con la misma suerte.
Así. Pues de manera trágica la dulce y emocionante relación de Adrien y Maud llegaba a su fin. Cumpliéndose las palabras de su boda. “Hasta que la muerte los separe”
Adrien entró en una profunda depresión que lo llevó a contemplar el suicidio. En un par de ocasiones estuvo a nada de ponerse un arma en la cabeza. Pero cada vez que llegaba el momento de jalar el gatillo. Sus ojos se llenaban de lágrimas y solo se limitaba a gritar. Gritar esperando respuestas. Maldiciendo entre sollozos.
El tiempo fue pasando y Adrien decidió ir a terapia para manejar su dolor y superar el duelo. Se enfocó en sus estudios y en terminar su carrera de psicología. Se volvió una persona taciturna. Nostálgica. Que solo encontraba momentos de distracción entre los horarios laborales y académicos.
Seis años pasaron desde aquel fatídico hecho. Adrien Greene se convirtió en un aclamado psicólogo con múltiples artículos, ensayos y libros publicados. Fue profesor en la misma universidad donde se graduó. Al parecer todos sus sueños de juventud se habían realizado. Pero la soledad seguía allí.
Una tarde. Recibió una invitación de parte de un viejo colega suyo. Calvin P. Harris. Para mostrarle un pequeño proyecto en el que estaba trabajando de manera casi confidencial. Así que accedió y se presentó en las instalaciones de trabajo del Dr. Harris.
Una vez en el lugar, Calvin, su antiguo compañero de clases, le revela que ha sido elegido como sujeto de pruebas para un proyecto llamado “Hypnos” El cual consistía en determinar que sucedía con la consciencia humana luego de la muerte.
Harris le reveló a Adrien que los experimentos previos llegaron a la conclusión de que la consciencia no muere con el cuerpo. Sino que se traslada a otro plano de existencia. Quedando demostrado así la teoría de que hay vida después de la muerte.
Adrien quedó anonadado con la revelación de su antiguo compañero. Y accedió a formar parte del experimento. Calvin luego le reveló que el siguiente paso era clarificar cual era el plano existencial en el que las consciencias de los fallecidos desembocaban. Y por medio de un proceso , el cual llevaba por nombre “T@natos” le inducían una muerte momentánea a los sujetos de pruebas mientras monitoreaban hacia donde se trasladaban sus mentes.
Los resultados concluyentes, arrojaron que de alguna manera. Cuando una persona muere. Su consciencia “Salta” a una realidad paralela. Determinada por lo que ellos llamaron “El factor fantasma” Y es que la próxima realidad que habita la mente, viene condicionada de alguna forma por los “Asuntos pendientes” que dejaba la persona fallecida en la antigua realidad. Personas que jamas volvieron a ver a su familia en esta realidad. En la siguiente se reencontraban con ella. Personas con sueños de vida frustrados. En la próxima realidad los veían hechos realidad. Personas que renegaban de su vida en la realidad en la que murieron. Tenían completamente su vida soñada al momento de “Saltar”
Harris le reveló a Adrien que las personas al momento de “Ir al más allá” podían conservar algunas memorias de sus vidas pasadas. Pero en forma de flashbacks inconexos. Visiones o sensaciones de Deja Vu inexplicables para ellos.
Una vez familiarizado con todo el experimento. Adrien accede a ser un sujeto de prueba de T@natos y someterse a la muerte temporal para ir a su realidad paralela correspondiente.
Una vez en el profundo sueño. Se vio a si mismo en su nueva realidad. Estaba sentado en el mismo vagón de metro en el cual viajaba todos los días para ir a estudiar. Vio la hora en el reloj que yacía sobre el y pudo observar que eran las 8:00 Pm. Se bajó del vagón en su destino final y cuando se dispuso a subir las escaleras para llegar a la superficie escuchó una extraña melodía. Era un acordeón. Tocaba “La Boheme” de Charles Aznavour. Volteó a mirar y el acordeonista estaba acompañado de una joven. Llevaba el pelo negro y bailaba al son de la canción. Adrien se sintió perdido. Era una especie de versión de la noche en la que conoció a Maud. Pero ella no estaba allí. Ni siquiera su compañero violinista. Mucho menos era la canción que sonaba en aquel momento. Subió desesperado y contempló la superficie. La ciudad era completamente diferente pare el. No reconocía nada de lo que estaba alrededor. Poco a poco empezó a sentir que su corazón se aceleraba en un ataque de pánico que no lograba comprender y en medio de su aceleración cayó al piso. Completamente inconsciente.
Despertó nuevamente. Había regresado al salón de pruebas de Hypnos. Molesto por no encontrar lo que buscaba se levantó y le exigió a Calvin que lo durmiera de nuevo. Calvin se negó y le explicó que nunca habían probado el procedimiento T@natos con la misma persona dos veces. Y que volverlo a usar con el conllevaría un riesgo de que muriera. Sin posibilidad de despertarlo.
Adrien se sentía estafado. Humillado. ¿Que se suponía que había sido eso? ¿Por qué todos los sujetos anteriores volvían a ver sus seres queridos o regresaban al punto de sus vidas que tanto anhelaban? Mientras el solo se limitó a volver a a aquella vieja estación del metro solo para no reencontrarse con Maud y quedarse en la soledad.
Tras un largo discutir con Calvin. Adrien logró convencerlo de dormirle de nuevo. No sin antes la advertencia final de su colega quien le dijo que volvía bajo su riesgo y en caso de no poder volver a despertar, sería bajo su consentimiento y por decisión propia exclusiva. Adrien aceptó y procedieron a practicar el T@natos sobre Adrien nuevamente.
En menos de tres segundos Adrien cerró los ojos. Para luego abrirlos y darse cuenta de que estaba manejando su auto. Era de noche y Maud se encontraba con el. Ella lloraba desconsoladamente y le recriminaba por no apoyarla lo suficiente en su sueño de ser pintora. En ese momento lo supo ¡Lo había conseguido! Había vuelto con Maud justamente en el momento del choque que le quitó la vida.
Maud empezó a golpetear a Adrien mientras le hablaba, tal cual como aquella noche. Y justamente antes de tiempo. Adrien piso el freno a toda fuerza evitando perder el control del volante otra vez y chocar contra la pared del túnel.
Hubo un silencio sepulcral tras la frenada. Maud había dejado de llorar y solo veía a Adrien fijamente. Sin decirle una sola palabra, lo tomó de la mano y con una leve sonrisa le pidió que la dejara ir.
Adrien no entendía a que se refería Maud con esa frase. Así que ella solo le apretó la mano con más fuerza y repitió la frase “Déjame ir” Maud le dijo que había pasado demasiado tiempo. Y que era hora de trascender para ambos. Adrien completamente confundido. Le pregunta sobre a que se refiere con dejarle ir y trascender. Ella sonriendo como quien le da una explicación a un niño que desconoce algo tan obvio. Le comenta que ha estado atrapado durante muchas vidas buscándola. Que el no lo recuerda. Pero ellos se han conocido y separado múltiples veces. La primera vez que se vieron.
Adrien nunca la invitó a salir. Y no volvieron a verse. El vivió una vida llena de logros pero en soledad. En sus últimos años de aquella vida. No hacía sino pensar sobre que hubiese sido de el de haber invitado a aquella guapa pintora del metro. Al morir volvió a una realidad paralela donde si la invitó y se conocieron. Así, han estado constantemente juntándose en cada realidad en la que viven. Esa era la razón por la cual sabía tanto de Maud. Sus gustos, sus pensamientos. sus frases. Se habían reencontrado una y otra vez y pese a no recordar nada. Aquellos aspectos quedaban.
Era la razón por la cual no pudo encontrarla en la estación del metro de aquella realidad paralela. Maud aseguró que pese a a que lo ama mucho y siempre lo amará. Ella ya está lista para afrontar el cambio. Mientras el, en su eterno miedo por no perder al amor de su vida, repetía el ciclo una y otra vez.
Asombrado. Adrien no pudo articular palabras. Solo las lágrimas caían de sus ojos y recorrían sus mejillas. Y casi sin voz le dijo a Maud
“Me dijiste que nuestro futuro era envejecer juntos”
Maud sonrió y le dijo que sí. Que en una de sus vidas lo hicieron. Que aquel sueño en donde se veía a ambos llenos de arrugas y felices era un bonito recuerdo de una vida anterior en la que estuvieron juntos hasta envejecer y en la que solo sintieron felicidad.
Adrien empezó a notar como todo a a su alrededor se desdibujaba. Las cosas se veían borrosas. Y una extraña oscuridad los rodeaba a ambos.
Asustado. Le preguntó a Maud que pasaba. Ella llena de calma solo le dijo. Que luego de cerrar los ojos. Va a despertar en un mejor lugar. Y que le prometa de todo corazón que vivirá plenamente. Que salte al vacío de sus pasiones y que jamás tenga miedo de ellas.
Dándose cuenta de que la despedida era inminente Adrien se limitó a preguntar
“A donde sea que vaya ¿Podré recordarte?”
Maud acercó su rostro al de el y le dijo
“Espero que lo hagas. Tal vez no recuerdes mi rostro, Pero recordarás que te amé mucho. Y ese es el recuerdo que justamente quiero que mantengas de mi. Justo como yo haré contigo”
Maud besó a Adrien en los labios una última vez. Hasta que todo quedó en negro. No se escuchaba nada. No se veía nada.
Abrió los ojos y un destello de luz viva lo enceguecía. Era el sol iluminando su cara. Miró a su alrededor y notó que estaba en un taxi. Vio al reloj que tenía el conductor en su reproductor. Y notó que eran las 12:00 del mediodía.
Confundido y algo mareado. Adrien cerró la ventana para evitar que la luz del sol lo siguiera alcanzando. La radio estaba prendida. Y sonaba el tema “She” de Charles Aznavour. El taxista le preguntó si se sentía bien y que si no tenía problemas con la música. Adrien dijo que todo estaba bien y que de hecho le gustaba la canción.
Unos cuantos kilómetros más adelante. Adrien se sintió completamente atraído por una valla publicitaria de una galería de arte cercana. Le pidió al taxista que lo llevara y una vez allí entró, movido por una curiosidad extraña que no podría explicarle a nadie. Se dedicó a contemplar las pinturas y quedó completamente prendado de ellas. Hasta que llegó a ver una al final del pasillo.
Se trataba de una mujer vestida de púrpura cayendo al vacío. Aquella imagen le resultaba demasiado familiar pero no sabía porque razón. De repente una mujer elegante se le acercó preguntando si lo podía ayudar en algo. El volteó y la miró fijamente. Era el rostro de Maud. Con un aspecto sobrio y lleno de glamour. Ambos se miraron fijamente a los ojos. Pero Adrien no llegó a reconocerla. Así que tras decirle que solo estaba de paso viendo, se dio la vuelta y se alejó de ella.
Ya al salir. Adrien se queda parado en la entrada de la galería.
Confuso. Extrañado de haber vivido algo que le parecía tan cercano a el. Luego pensó en aquella mujer. Que juraba haber visto en otra parte. Tras unos segundos dubitativo sobre que hacer. Adrien decidió volver a entrar a la galería. Sin consciencia propia del porqué su mente lo hacía volver allí.
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