Nefilim
Estuve aquí desde el principio del cosmos, cuando la nada era la única forma que habitaba en un espacio vacío.
Oscuro desde su génesis hasta la eternidad fría, tanto que congelaba. No sentía relación en mi existencia que se encontraba de interrogantes plagada desde el momento en que fui concebido por la luz.
¿Cuál luz? ¿Cómo podía saber que era luminosidad lo que me engendraba si solo conocíamos la oscuridad en su máxima potencia? Fue una pregunta que nunca obtuvo respuesta. Solo recibí vida. Vida sin sentido. Vida con un pensamiento inducido.
La verdad, no me importó esperar solo, durante los siguientes milenios. Absorto en mis pensamientos, llenos de dudas y de pensar como la llama de mi alma bastaría para calentar todo un infinito glaciar en una caída sin fondo.
Entonces llegó la sagrada respuesta hecha poder, hecha divinidad, concepto tan abstracto en su totalidad que decidimos condensarlo en un término. Dios.
Con el tiempo pasé de la soledad a la grata compañía, pude notar que había más seres como yo. Los llamé familia y me aceptaron por aquello. Junto a ellos, pude observar la existencia en la noche eterna de belleza.
De pronto la luz parecía inundar cada rincón de lo que fue ennegrecido una vez, de pronto el calor sustituía el frío invierno que me había acompañado en este caótico espacio lleno de nada. Solo conmigo al centro.
Aprendí a mirar hacia otros senderos y me encontré con la vista a otros universos, La tierra yacía bajo de mí. Con un color verdoso y un total estruendo a causa de los millones de voces que confluían en aquel pequeño escenario para la vida. Una vida extraña. Vida mortal.
Los contemplé con total interés de principio a fin, con el transcurso del tiempo mis pies dejaron de flotar para pisar tierra firme y con la misma curiosidad de los Dioses, me tomé la libertad de caminar con ellos. Vivir en medio de sus vidas, en un ciclo lleno de saludos y despedidas.
Allí en el entreacto de la rutinaria observación, la vi a ella por primera vez. En toda mi existencia no había conocido tal perfección, en todos los mundos y los universos. Jamás habría siquiera imaginado que aquella criatura podía ser real.
Sus cabellos me recordaban a la larga noche en la que viví. Sus ojos eran del color del mar que cubría su mundo y sus labios eran rojos, como la sangre que fluía a través de ella. Esa que le daba vida. Ímpetu y carisma suficiente para cautivarme.
Y en silencio, la contemplé por mucho tiempo. Dejando de mirar al resto de ellos solo para centrar mi vista en ella, tan perfecta, tan bella. Capaz de ocasionar en mí. Lo que ningún evento, entidad o trascendencia más allá de este pequeño mundo. Su mortalidad, la fragilidad misma de su existir en un alma tan fuerte era una contradicción que me encantaba.
No podía obviar mis sentimientos, así que abandoné mi existencia para unirme a la suya. Carne y hueso, sangre y espíritu, al igual que ella. Para ella. La tomé y me dediqué al más mágico actuar de cualquier ente en todas las creaciones… Amar.
Pues vinimos aquí para amar después de todo. Esa Deidad novel que trajo luminosidad al cosmos se definía como amor. ¿Cómo estaría mal hecho de dedicarle cada parte de mi espíritu a otra persona?
Ingenuo el corazón, del que no conoce la realidad. Por amar fui condenado. Por amar fui alejado de ella y fui devuelto al centro de la nada en la conocida oscuridad. ¿Qué hice mal?
Con todas mis fuerzas intenté volar de vuelta hacia ella, pero a pesar de mis esfuerzos, me encontré con el hecho de ser olvidado. Nunca existí. No existo. Solo soy una ilusión de mi propia mente. No estoy y ustedes no me escuchan. Solo permanezco aquí. Sordo, mudo e inerte.
Irónicamente, vi la luz por última vez destellar en mis ojos, solo para quedar ciego. Y sentir como una fuerza me empujaba en caída libre hacia aquel mundo donde me atrevía a cometer el pecado de amar. Salvo que esta vez no habría nadie allí. Ella no estaba y de haberlo hecho, probablemente fue tan ilusorio como creer que el amor funcionaría en unilateralidad.
Voy perdiendo la luz de mi alma, a medida que desciendo. Después de tanto. Empiezo a sentir frío otra vez.
Voy perdiendo las alas que me mantenían sobre el resto, puedo sentir como se van arrancando. Sintiendo miedo, una emoción que en siglos no experimenté.
Voy perdiendo la calma que mantuve protegida y milenaria. Volviéndose una idea cavernaria de lo que pude ser.
Una caída de 27 siglos en un segundo. Siento desesperanza.
Irónico saber que mi vuelta a casa, no parece un regreso lleno de ilusión.
Y que, por el contrario, pasé simplemente a ser, solo un fenómeno más en el paisaje astral.
Estrella en inminente colisión.
Me parece buenísima tu forma de escribir, trabajado, dándole vueltas a las letras y haciendo fluir el texto. El equipo Cervantes apoyando a la comunidad.
¡Muchísimas gracias por leerme! Es todo un honor para mí. Gracias por el apoyo y como siempre. Espero poder seguir compartiendo mi afición a la escritura con ustedes.
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