Sentada en algún malecón, el que tú quieras, estoy de piernas cruzadas con el vestido del color que quieras y el agua insistente en mojar mis pies. Apoyados mis brazos sobre el filo del muro, con hombros que rozan mis mejillas, miraba la noche, de frente y sin prisa. ¿Sabes cómo la miro? Como te beso a ti.

Como te beso a ti, cuando miro la noche de frente y sin prisa, es el cóncavo de una muñeca indeleble vestida de la forma más sumisa; la peinan para aparentar los miércoles de la familia. Sentada en un mueble de la sala, el que tu quieras, mira fijamente el espacio que la rodea sin pretensiones para el cortejo. Basta que la tomes y dances con los redobles del vals, el que tu quieras.

El que tu quieras. El morral, el mes, el sofá y el té. Corona por las carreras al caer el sol en las cabezas que pasean por el malecón. Escucha la música, la que tu quieras y vuélvete a las aguas insistentes en mojar los pies y cruza tus brazos en mi cintura. Mírame, como tu quieras. Será tu imagen y no la mía. Es la tercera y ya no más. Me quedo como te miro, me quedo como me beso.