Arte de volar (I).
Me encontraba cada que me perdía en el horizonte; posicionaba mis ojos en aquel muelle de la ciudad, unas de las pocas que mostraba a la madre naturaleza. Me encontraba con sólo ver pasar los segundos ahí, sentada sin importar si era de día o noche.
La última vez no imaginé que terminaría de tal modo que... el tiempo se detuviese como un reloj a falta de cuerda con funciones de engranaje; tranquilidad fue lo que sentí, el frío viento acariciando mis mejillas pálidas.
“¡Oh hermoso momento!” -me dije al vincularme con las alturas-.
Mis piernas hallaban colgadas mientras mis manos conectadas al suelo, y mi cabellera se dejaba llevar por las corrientes del mismo viento.
“¿Qué faltaba para hacerla un momento único?” -pensaba mientras observaba hacia la madre naturaleza-.
No muy lejano se encontraba la pausa temporal, aprovechándose del momento que disfrutaba; silenciosamente detrás mío fue, ¿cómo no logré percibirlo? Quedó examinando mis rasgos y mi divagada existencia cegada por completo; Aquel instante no llegaría al segundo (diría yo), cuando sujetada fui entre sus poderosos brazos, levantada cual muñeca de trapo arrastrada hasta la otra parte del muelle, donde surgió mi pánico silencioso.
No alteró ni introdujo nada en mí, sencillamente provocó mi miedosa reacción. “Tranquila, no vengo a dañarte.” -Me dijo con una tenue voz masculina, mientras sostenía en mano un machete y en la otra una rama con espinas; ambas llenas de lodo-.
Por un momento pensé que se trataba de algún alma del crimen, pero resultó ser un alma del campo. “¿Por qué me trajo hasta aquí sin mi voluntad?” -le reclamé mientras trataba de soltarme de aquel individuo, al quien sólo fijaba la mirada, una cálida mirada primaveral que señaló a darme la vuelta y observar nuevamente hacia aquel punto de encuentro.-
Sorprendida quedé; logrando al incertidumbre cuando al percatarme que aquel punto había sido borrado. “Entonces me has salvado.”, -en un tono muy aliviado mentalicé, mientras volvía a dirigirme hacia aquella alma noble.-
Luego me percaté que la luz solar no yacía del lugar como también no sentía al viento pasar sobre mi piel y proseguí dirigiéndome hacia aquel lado del muelle hasta que la rama espinada alcanzó enlazarme por todo mi brazo evitando que llegara ahí. “No quiero que vayas, quédate aquí.”, -el alma se dirigió con alta seriedad a mí.-
Necia a mi decisión, logré que la rama espinada encrestara en mi piel, únicamente provocándome dolor. Desconcertada a su petición, no lograba dar coherencia a la situación donde nos encontrábamos, así que opté por volver al otro punto del muelle.
Notaba que mi paciencia se alteraba, pues mi angustia con la ansiedad habían poseído mi mente con sólo ver que los rayos no se ocultaban y parecía que no habría oscuridad pronta. Descubriendo que la rama espinada dejó de ser un problema para mí al igual que la guardia de él, corrí súbitamente a ese extremo donde yacería mis curiosas y enfermizas emociones; logrando llegar aún siendo correteada a distancia a mi favor, al fondo de la altura notaba una anomalía indistinguible para mi vista, pues la altura era considerablemente alta para apenas distinguir una relación con mi cognición. “¿Una mano enredada por una rama espinada similar al que tiene él?” -pensé.- Cuando me alcanzó aquella alma, no dudó en sujetarme fuertemente, alejándome de la orilla y transportándome a un lugar más lejano; llegando a dicho sitio sólo guardó silencio, soltándome nuevamente.
Sujetando el machete prosigue en enterrarlo al suelo hasta dejarlo verticalmente estable; después con la rama en mano enreda al machete hasta terminar. No dudó después voltear su cara hacia los lados y fijar nuevamente su mirada hacia la mía con un gesto sombrío, no aguanté al sentirme incómoda y evitar la mirada, así que decidí por sentarme en el primer tronco que fuera cercano al lugar. “¿Por qué traes ese machete y esa rama contigo?” -le dije mientras me posicionaba mis codos a mis rodillas y mis muñecas a mi barbilla al sentarme.-
“Como lo pensaste a inicio de nuestro encuentro, te salvé; mi machete y la rama no son producto mío sino tuya. Soy sólo quien te ha dejado libre de ellas.” -dirigiéndose al tronco vecino al donde sentada estaba al cual también imitó mi posición, contestando convencido.-
No comprendí y las luces aún tornaba los colores del cielo nocturno, todo ya me era confuso, ¿me dejó libre de qué?
Aún desconcertada, me dirigí hacia el machete con tal de ver a qué se refería, tocándola sin espinarme la mano, no lograba sentir la fría cuchilla, sólo sentía la tierra mojada que rodeaba en ella; sintiéndola propia y volví a tocar la rama, misma que había espinado mi piel la cual no hubo herida alguna; sentía las espinas propias y sólo eso.
Fue tan extraño, tan desconocido que mis angustiadas emociones se precipitaron cual lluvia de verano en el llano. “Ésta alma me ha librado de éste producto pero, ¿cuál producto?” -pensé con desesperación en aumento.-
Posterior sentí la lodosa mano del alma, callosa y jovial, cálida como su mirada, pues se había acercado; motivándome a calmar mis mareas sobre mi nuca. “Sabes, no tiene caso que te sientas así, ahora eres libre. Eres un anonimato más para quienes solían verte como individuo; ahora puedes ser tú sin dependencia a demonios que sólo causan que escondas tu presencia.” -¿esas fueron sus palabras de consuelo? ¡Menuda ayuda!-
Seguía notando con más preocupación que el tiempo no avanzara a su ritmo, pues mi percepción dictaba que todo este suceso había tardado considerablemente; sin embargo las luces de la tarde no pronunciaban un anochecer. La confusión como la impaciencia estaban aumentando hasta que se notó una sombra tenue a lo lejos del muelle, al fin alguien podría auxiliarme (no... no lo fue).
La sombra se hacía más y más pequeña y pronunciada hasta que se dio a conocer de quién era... ¡otra alma del campo! (parecido al quien me acompañaba solo a distinción de sus manos, eran más veteranos con las ramas). Poco a poco se acercaba hacia nosotros tratando de distinguirnos, pues su vista estaba deteriorada; al llegar a distinguirnos, logró identificar al alma del campo que acompañaba a ésta confundida y desesperada individua. “¿Acaso eres tú mijito'?” -a un tono muy añejo escuché.-
-“¡Abuelo, bueno volverte a ver!”-respondió con gran entusiasmo.-
-“Disculpe, ¿me puede auxiliar? No sé que está pasando y realmente estoy asustada” -dirigiéndome con gran intriga hacia el alma veterano, con tal de satisfacer a mi agonía.-
Éste se dirigió hacia el tronco donde me había sentado, su cansancio en sus piernas notaban al caminar aunque fuertes para no usar algún bastón. “Veo que aquel machete con rama espinado lo han clavado, seguro ya habrás notado su aspecto mi estimada.” -respondiéndome con gran calma.- “Nieto, ¿acaso interferiste en su camino?” -volteando la mirada hacia el alma noble.-
-“No abuelo, sólo dí libertad” -le respondió.-
Ésa respuesta fue astuta, evadiendo descifrar algo que me ayudara. El silencio fue partícipe durante un tiempo en nuestra permanencia, y aún percataba que el rayo no posicionaba su retirada del día. Menuda tortura que estaba pasando, ambas almas no consolidaban mis dudas.
Comencé a caminar en círculos hasta que direccioné mis ojos a la orilla donde "me salvó del no sé qué"; empezaba a pensar premisas donde explicara las respuestas que me había conferido... Nada. Nada daba coherencia, ni del tacto ni del tiempo tan pausado hasta que ambas almas descuidaron mi presencia empecé a correr nuevamente, pero no hacia la orilla sino bajando del muelle, donde pudiera ver el fondo de dicha altura donde hallé dicha mano. No fue poca distancia la recorrida y aquella alma jovial me había detenido, atrapándome cuán niños correteándose por un dulce robado.
“¡Por favor suéltame!” -le grité con euforia.- En aquel momento no recuerdo qué me había pasado, si un desmayo procedió de lo fuerte que me sujetó u otra causa lo había provocado...