¿Quien Soy?

Era primavera, estaba sentada en el porche de mi casa, de repente alguien pasaba en una bicicleta y al verme perdió el control y se cayó. No pude resistirme a ayudarlo, asi que corrí a donde estaba él… Un muchacho trigueño, de ojos verdes y con un cuerpo definido. Mientras le daba la mano él solo me veía a los ojos. Yo con mucha pena solo le buscaba cualquier tipo de conversación, pero lo único que hacía era asentir con su cabeza. Cuando me deje guiar por su hermosa esencia que me transmitía en esa potente mirada, caí; me perdí… En serio, me ligue en su amor, en su fuerza, en lo que sentía que ya éramos pero no existía nada aun. Solo ese tropiezo en su vehículo “algo sencillo”. Eso fue hermoso. Comenzando allí nuestra historia. Donde teniendo 13 años de edad, lo creía todo mío… Exacto, eso que decían las películas viejas, los amores en blanco y negro y la magna energía que se podía evidenciar en un beso. Ahora YO era participe de esas situaciones. Empezaron a transcurrir los días, meses, años, y ambos íbamos creciendo con el mismo amor desde esa caída. Tanto así que nos graduamos juntos, celebramos, y nuestras familias amaban lo que éramos. Solo adolescentes, pero con un amor tan grande que ni ellos podían explicarse de donde se pudo consolidar tan firme relación. Metas, planes. Absolutamente TODO estaba estructurado para seguir ese romance que yo veía en las novelas. Es que parecía tan puro. De verdad, era algo que predominaba en cualquier lugar que estábamos, todos sentían ese gran AMOR. Luego empezamos a ir a un lugar que él amaba mucho, lo llamaban: “El rincón”. Un lugar a las afueras de la ciudad en donde se reunía mucha gente, más que todo de color. Y empleaban unas melodías muy distintas a las que se escuchaban en ese momento, pero Dios, eran delirantes y hacían que tu cuerpo se moviera sin parar. Ese día recuerdo haber ido con mi vestido color mostaza (confeccionado por mi), unos tacones de punta delgada. Acompañado de un bolso café y brillantes en la partes superior. Me dijo que no podía abrir los ojos hasta que llegáramos, imagínense. Tenía ya 18 años y no sabía que tenía destinado para mí ese gran regalo. Sin embargo confiaba tanto en él que no me importo. Y allí me conecte con lo que les había nombrado hace ratito, las mejores melodías que hicieron de mis pies una genialidad de pasos que ni yo sabía que podía realizar. Y fue como empecé a ver a las otras chicas, añadiendo más a lo poco que hacía pero movía excelentemente bien. Solo veía en su rostro felicidad, al verme disfrutar de la música que amaba y nunca me había dicho. Aunque esto no es todo. De repente se me perdió por un par de minutos, pero como estaba tan concentrada en lo que ahora sería mi nueva música, “EL JAZZ” no le di importancia… Acabo la pieza que estaban tocando y dieron la bienvenida a un chico muy parecido a mi novio...