El problema de la autosuficiencia
- texto bíblico
Yo conozco tus obras, que ni eres frío ni caliente. ¡Ojalá fueses frío o caliente! —Apocalipsis 3:15
La ciudad de Laodicea tenía problemas con el agua. Una de las ciudades cercanas contaba con fabulosas fuentes termales y otra tenía agua fresca y cristalina. Sin embargo, Laodicea debía aguantarse con un agua tibia y cargada de minerales que sabía a azufre. No era caliente ni fría. Era simplemente asquerosa.
Ante esto, las palabras de Jesús a los creyentes laodicenses, en Apocalipsis 3, probablemente les impactaron. Jesús los reprendía por no ser «frío[s] ni caliente[s]» (v.15). Y, cuando pensaba en ellos, sentía ganas de vomitar (v.16), justo el efecto del agua que ellos tenían para beber.
¿Cuál era su problema? El pecado de la autosuficiencia. Los laodicenses se habían enriquecido tanto que habían olvidado lo mucho que necesitaban a Jesús (v.17).
Cuando decimos que tenemos todo lo que necesitamos, pero Jesús no encabeza la lista, Él se ofende profundamente. La autosuficiencia nos aleja de buscar las cosas que realmente necesitamos y que sólo el Señor puede dar. Si prefieres tener dinero en vez de carácter, si tus tarjetas de crédito están al máximo y tu rectitud al mínimo, si te has vuelto astuto, pero no eres sabio, has realizado tus compras en todos los lugares equivocados. Jesús ofrece productos que son muchísimo mejores (v.18). Él está llamando a la puerta de tu corazón (v.20). Déjalo entrar. ¡Te dará todo lo que realmente necesitas!