Piscinas anquihalinas: una ventana a un mundo oculto
El termino anquihalino fue definido inicialmente por Holthuis (1973) y deriva del griego "anqui = cerca”, “halos = mar”, refiriéndose a la cercanía de estos ambientes al mar. Estas piscinas (también conocidas como cenotes, blue holes o estuarios subterráneos) son encontradas en cuevas y poseen conexiones subterráneas que comunican con el mar, y en ellas ocurre una “choque” entre el agua dulce continental que se dirige hacia el mar y el agua marina que asciende a través de esas mismas galerías, impulsada por la acción de las mareas (Bishop y col., 2015).
Figura 1: Playa Mallorquines, ubicada a 30 metros de distancia de la piscina anquihalina en el Parque Nacional Morrocoy, estado Falcón (Foto de autor).
Características de las piscinas anquihalinas
Estos ambientes se asemejan a las profundidades oceánicas debido a la ausencia de luz, la estabilidad de las condiciones ambientales y el aislamiento, razón por la cual son considerados hábitats únicos en los que se han mantenido organismos relictos o “fósiles vivientes” de distintos grupos, con un origen común que en algunos casos que se remonta a 250 Ma (Holsinger, 1991).
Las redes alimenticias de los sistemas anquihalinos son generalmente simples, se caracterizan por tener pocos niveles tróficos, y en ellas se evita la pérdida de energía de un nivel al otro, asegurando una alta eficiencia de transferencia. Las dietas de los organismos subterráneos son comúnmente polífagas, como principal respuesta adaptativa de los organismos ante la escasez de alimento. Esto se ha observado en el modo de alimentación de peces y varios crustáceos como los Remipedia (ver video 1).
Pese a que estos animales poseen piezas bucales bastante especializadas para la ingesta de presas y un sistema de glándulas venenosas con neurotoxinas paralizantes similares a las encontradas en los arácnidos, en la mayoría de los casos se les ha observado filtrando una gran cantidad de partículas como respuesta ante la escasez de alimento (Koenemann y col., 2009).
Además de las adaptaciones metabólicas frente a fuentes alimenticias escasas, la fauna anquihalina también presenta adaptaciones como respuesta a las condiciones físicas del ambiente. La oscuridad permanente ha generado la pérdida de pigmentación, regresión ocular (ausencia de ojos) y una alta capacidad sensorial que se manifiesta en la hipertrofia de los órganos sensoriales, de modo que se permita detectar el alimento y las presas en un ambiente tan pobre en recursos.
Ambientes anquihalinos en el mundo
La distribución de estos ecosistemas en el mundo es totalmente discontinua, y los mismos han sido reportados principalmente en islas del Caribe y del océano Índico, con pocas excepciones a lo largo de los márgenes continentales, como en la Península de Yucatán (México), Pilbara (Australia) y el estado Falcón (Venezuela).
En Venezuela estos ambientes han sido reportados únicamente por Jean Stock (1986), quien mencionó el hallazgo de una cueva anquihalina en el karst costero de Mallorquines durante una exploración realizada en el año 1982. Desde entonces estas cuevas han permanecido ignoradas por los investigadores hasta el año 2015, cuando se planteó inicialmente como mi proyecto de tesis estudiar la fauna de este ecosistema tan particular. Sin embargo, la localización de estos ambientes fue una tarea bastante ardua debido a que quienes reportaron por primera vez este ambiente no conocían la región, y los datos de referencia que aportaron no eran los correctos. Aun así, luego de dos viajes al karst de Mallorquines se logró encontrar el lugar y proceder a realizar parte de los estudios planteados.
Figura 3: Navegación en el karst costero de Mallorquines en búsqueda de ambientes anquihalinos (Foto del grupo de trabajo).
Esta cueva anquihalina se encuentra a una hora de navegación del muelle de Chichiriviche, y la entrada de la misma está ubicada a pocos metros sobre el nivel del mar, alcanzando el nivel freático después de una pendiente bastante empinada, por lo cual el acceso suele ser bastante difícil (Figura 4).
Figura 4: Entrada a la cueva que nos conduciría a la piscina anquihalina (Foto del grupo de trabajo).
En esta piscina anquihalina la oscuridad es total y el agua llena varios pozos de considerable profundidad (8 a 12 mts) entre grandes piedras de karst (Figura 5). El agua es cristalina y los recursos tróficos parecieran ser bastante escasos, ya que no se observó material vegetal y muy pocas cantidades de guano.
Figura 5: Piscina anquihalina donde se pueden apreciar los canales subterráneos que comunican con el agua del mar (Foto del grupo de trabajo).
Diversidad biológica
Las aguas subterráneas albergan con frecuencia peces, anfibios, equinodermos, anélidos, gasterópodos y ciertos insectos. Sin embargo, los crustáceos son los principales representantes de este medio y su riqueza puede llegar a ser mayor o al menos comparable a la observada en las aguas continentales epigeas.
Durante los muestreos realizados en estas cuevas se logró capturar crustáceos de distintos órdenes que aún se encuentran en proceso de identificación y observar algunos peces (su captura no fue posible). Es importante señalar que tantos los crustáceos recolectados como los peces observados eran estigobios, es decir, no poseían pigmentación ni ojos como adaptación a la vida en estos ambientes.
Figura 6: Durante muestreos realizados en cueva anquihalina (Foto del grupo de trabajo).
Figura 7 : Explorando en bote cueva anquihalina (Foto del grupo de trabajo).
De acuerdo a lo que se conoce hasta el momento, los ambientes anquihalinos del karst costero de Mallorquines no se encuentran perturbados debido al aislamiento y difícil acceso de estas cuevas acuáticas. Finalmente, la estrecha relación entre el equilibrio en estas cuevas y lo que sucede en el exterior hace urgente que se considere una protección especial para estos ecosistemas tan frágiles, y escasamente documentados, en donde la gran mayoría de las especies son de carácter endémico.
Referencias bibliográficas
Bishop, R., Humphreys, W., Cukrov, N., Žic, V., Boxshall, G., Cukrov, M., & Sket, B. 2015. ‘Anchialine’redefined as a subterranean estuary in a crevicular or cavernous geological setting. Journal of crustacean biology, 35(4), 511-514.
Camacho AI. 1992. A classification of the aquatic and terrestrial subterranean environment and their associated fauna. En: Camacho AI. (ed.), The natural history of biospeleology. Monografias del Museo Nacional de Ciencias Naturales C. S. I. C. pp. 57-103.
Holsinger JR. 1991. What can vicariance biogeographic models tell us about the distributional history of subterranean amphipods?. Hydrobiologia; 223: 43-5.
Holthuis L. 1973. Caridean shrimps found in land-locked saltwater pools at four Indo-West Pacific localities. Zool. Verhand., 128: 1-48.
Koenemann, S., Bloechl, A., Martínez, A., Iliffe, T. M., Hoenemann, M., & Oromí, P. 2009. A new, disjunct species of Speleonectes (Remipedia, Crustacea) from the Canary Islands. Marine Biodiversity, 39(3), 215-225.
Muy bien @orianar Interesante publicación acerca de los ecosistemas subterráneos.