¡Apuesta a vivir!
“No os acumuléis tesoros en la tierra, donde la polilla y la herrumbre destruyen, y donde ladrones penetran y roban”¹
En la película “Nuestro Hogar” se muestra un hilo de salvación para el doctor protagonista. Él fue un destacado cirujano en Brasil; sin embargo, murió siendo a un joven de un cáncer al estómago. En el juicio final, se le acusa de ser un suicida. Luego de morir su cuerpo terrenal, llega a una comunidad de personas castigadas; es perseguido, donde todos se roban y se agreden unos a otros. Según la justicia, es el lugar que le corresponde a un suicida. Llegado un momento de intensa angustia el doctor dice: ¡Si existe un Dios misericordioso, me arrepiento del mal que haya hecho; ayúdenme por favor! Al instante aparecen dos ángeles de luz y lo toman en una camilla y desaparecen con él. Al llegar, el doctor observa en el pórtico: “Nuestro Hogar”, uno de los ángeles enfermeros le dice: Sólo dos Seres han orado por su alma: 1. Su madre, 2. Y la única paciente que usted atendió varias veces sin cobrarle la consulta; -con ella hiciste caridad, un acto de bondad -Eso es lo que realmente usted posee.
¡Saludos apreciados amigos y amigas!
El joven caminante observó la película recomendada en la clase de ética y moral de la secundaria, quedando lleno de incertidumbre. Tan pronto tuvo espacio para conversar con su mentor el abuelo de la playa, le comento acerca de la historia que narra la película. El abuelo sonrió diciéndole: -te falta aprender pequeños, pero gigantescos detalles sobre la artesanía de vivir- Los sabios hebreos repiten algunas frases de textos sagrados, dicen al respecto: “Lo santificado será para él, lo que una persona dé a caridad o entregue en actos de bondad, ese tesoro suyo será”
-No entiendo, reclama el aprendiz-
Muchacho, añade el anciano- En el mundo material, (el de la avaricia): mientras más des, menos posees; en el mundo espiritual: mientras más des, más eres” según tú relato de la película, el pobre médico sólo acumula un acto de bondad, y ese fue su único tesoro en los cielos que lo ayudó.
Ven, escucha lo que recuerdo de Sir Moses Montefiore, conocido como “El Protector” De Joven Montefiore inició a ser corredor de bolsa en Londres, a través de los años amasó una gran fortuna personal, llegando a ser miembro de la aristocracia en Inglaterra. En cierta ocasión la reina Victoria le pregunto, ¿Cuál era el alcance de su riqueza, cuánto es lo que en verdad posee?
Sir Moses pidió unos días para calcular las cantidades de sus tesoros. Entonces regresó unos días más tarde y con su contador respondieron cierta cantidad que había otorgado a obras de caridad y beneficencia como financiar granjas agrícolas para los más necesitados, construir fábricas textiles cuyas ganancias finales, cada año eran para los mismos obreros; también construyó un molino para moler los cereales y entregarlos a precios módicos para los más pobres.
Esas cifras son ofensivas, -respondió la reina- todos sabemos lo incontables que pueden ser sus posesiones.
Le ruego me disculpe su majestad -respondió Montefiore- pero mi verdadera riqueza es lo que he entregado a caridad; lo otro, que no sé cuánto es, porque es meramente temporal, perecedero, en cualquier momento puedo perderlo o puede desaparecer de mi vista, pasar a otras manos.
El joven caminante, respondió: ¿ósea que si se entrega todo aquí en vida, aseguraremos una eternidad, por así decirlo?
No se entrega todo, sólo una parte -respondió el anciano- toda persona debe ser responsable con su manutención y dejar herencia a sus hijos; tanto moral, como en bienes terrenales. Sí, cada uno de nosotros debemos laborar y apartar para nuestro bienestar en medida frugal; y asegurar la verdadera fortuna, que está en la eternidad, mediante actos de bondad desapegados.
Este fundamento se llama: “Principio del Tesoro” ya que el tesoro transforma a aquellos que invierten su riqueza más profunda en causas que en verdad le van a sobrevivir. Imagínate a dos ángeles: uno es el ángel de la muerte, el otro es el ángel de la luz. Cuándo un humano muere, bajan a la tierra y observan lo que ese humano compartió con total desapego. Entonces el ángel de la luz dice: ¡este meceré vivir! Pero si ven que ese humano no compartió con los necesitados, el ángel de la muerte determina: ¡Este, merece morir!
Yo te recomiendo: -dijo el abuelo- ¡Apuesta a vivir!
Notas:
- -Mateo: 6, 19-
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