¿Qué pasó con el valor que teníamos de niños?
Recuerdo que cuando era niña el miedo era algo relativo, probablemente temiera que al terminar la comida no hubiese postre. No temía a cosas que hoy nos aterrorizan, de niña no me importaba que un niño supiera que me gustaba, aunque me rechazará no existía dolor que un buen chocolate no sanara, no había amigo disgustado que con una disculpa no se recuperará, el “valor” tenía un significado distinto entonces, valiente podía ser quien desobedecía, quienes no comían lo servido en el plato, aquellos que rompía las reglas que no estaban escritas pero que todos conocíamos muy bien, “valientes” eran aquellos que llevaban las cosas más allá de lo permitido, y creo que así estaba perfecto ver como valiente a alguien que va más allá de lo comúnmente establecido, ese concepto estaba bien. Hoy día se requiere valor para decir lo que sentimos, para confesar el amor, para asumir un error, incluso para pedir perdón ¿A qué le tememos? Si sientes algo por alguien y no siente lo mismo no pasa nada, la vida no se acaba, incluso es mejor saberlo para no perder el tiempo; el orgullo o cobardía nos impide asumir nuestros errores, para nosotros está bien pero nos volvemos incapaces de confesarlos a otros ¿Por qué? Solo tú puedes juzgarte, eres tú quien determina lo que has hecho bien y lo que has hecho mal, tú tienes el poder; muchas veces se pierden amistades porque cuesta mucho disculparse, si nos equivocamos no nos vuelve débiles ni menos reconocerlo y pedir disculpas, al contrario, significa que ahora somos mejores de lo que fuimos entonces porque ahora sabemos que estuvo mal y podemos rectificar. En esta era no nos queda más que ser valientes.