La memoria es el instrumento esencial para nuestra supervivencia, incluso te une a lo que en un momento te atrajo. La memoria es el baúl donde se desbordan los errores cometidos. Es la consejera más efectiva quien te muestra un historial de lo que no deberías hacer, obsequiándote la experiencia. Se traga los errores sin cometer alguno. Si alguna vez no recordaste tu error, sencillamente la memoria no lo guardó.
Ahora, ya que es una consejera, no tiene el poder de actuar en función a su rol. Solo te hace una presentación de todas las metidas de pata, y la decisión es tuya si escucharla o no. Y básicamente esa es la película dramática de nuestra vida. “¿Por qué siempre me pasa lo mismo?” “Desde el principio supe que no debía seguir” “¿Por qué soy así?”.
Así como tan sabia es, también se preocupa porque regreses a la tienda donde viste esos agradables zapatos, a ese panorama relajante mientras volvías del trabajo, de investigar sobre la canción que escuchaste en la radio, y sobre todo, a buscar desesperado esos hermosos ojos que un día coincidieron con los tuyos. Interesantes, misteriosos, independientes, bohemios e inusuales. Te estimula la ansiedad y el deseo de conquistarlo a como de lugar, con creatividad, con sutileza, hasta con inocencia. Todos los recuerdos sobre esa persona van creando mapas de un nuevo mundo en tu cabeza, se van organizando con las vivencias, sus defectos hacia el norte donde todo es muy frío, y sus cualidades en el sur donde se siente la calidez. La memoria viaja y revive pequeñas escenas de las que te pueden sacar una sonrisa.
Hasta que te pone a recordar que sus comportamientos se están volviendo poco comunes, haciendo una lista a la que quieres obviar pero son tantas que ya no eres capaz. Te hace ver la realidad, ver ojos de frialdad, de ignorar, de escapar. Esta es la memoria que no podemos tapar, la que nos destruirá el sentido de la vida, dejándonos en el camino sin destino, un vacío indefinido. Y decidir en aprender de un error no es ni posibilidad, porque no hubo cabida de alguno. ¿Entonces qué hacer? ¿Borrar la memoria? Demoler el mundo completo de recuerdos con la idea de no sentir más dolor, con total sacrificio de todas las cualidades, ¡porque hasta su bondad entristece! ¿Seríamos más felices sin recuerdos? De vivir a diario como el primer y único día de nuestra existencia, sin rencores, sin pecados, sin errores, sin dolores, pero también, sin posesiones, sin amores, sin progresos. Tenemos miedo al desapego, al sin historias, al sin recuerdos. Creo que finalmente es necesario decir “Ok”, afrontar el hecho y vivir con la memoria.
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El titulo enseguida me cautivó... eso mismo vivió una persona cercana y no es nada facil
Si, es difícil. Son tantas contradicciones a la vez que no sabes que hacer. Eso fue inspirado por experiencia propia y por la película que lleva el mismo nombre, te recomiendo verla. Vota por el escrito. Suerte!!