Mi camino por la depresión, la ansiedad y como me ha ayudado el yoga
Balance es el estado del Presente – el aquí y el ahora. Si tu logras balance en el Presente, estás viviendo en la Eternidad.
B.K.S. Iyengar
Era el principio del recreo, en el patio de mi prepa. Salí de clase y me tomó por sorpresa un dolor punzante que me tiró al piso. El dolor era en el bajo vientre. Mis amigos me llevaron a la enfermería y cuando mi papá llegó, la enfermera le dijo que tenía que llevarme de urgencias al hospital porque tenía un cuadro de apendicitis. Al llegar al hospital me hicieron varios estudios porque ninguno reflejaba que realmente tuviera apendicitis. Al final de una noche de estancia resultó ser un ataque muy fuerte de colitis nerviosa. Recuerdo que el doctor cuando me dio de alta me preguntó que quería estudiar, y cuando le dije que Arquitectura, me dijo seriamente que era una mala idea, que no creía que lo fuera a lograr. Claramente, siendo yo una adolescente rebelde, enojada e increíblemente emo solo me tomé esas declaraciones como un reto.
Desde que tengo memoria siento un enorme enojo dentro de mi ser. Cuando era chica, la gente me veía en la calle y me decían que me calmara, que sonriera. No había nada en la vida que odiara más que ese tipo de interacciones. Mi familia siempre me ha tirado de dramática, y han sido años y años de aprendizaje tanto para ellos como para mi el saber manejar estos ataques de ira. Durante mi adolescencia se intensificaron pero algo que me di cuenta fue que comenzaron a convertirse en trastornos psicosomáticos. Creo que desde mi infancia me sucedía, sin embargo después del episodio del patio de recreo me di cuenta que tal vez tenía que comenzar a ponerle atención al impacto de las emociones en mi salud.
Comenzando la carrera lo tenía muy presente, y a pesar de que fueron 5 años de no dormir y 2 más de trabajar y terminar mi tesis al mismo tiempo, el simple hecho de haberme planteado cuidar el impacto de mis emociones, me hizo dar un paso adelante, y cada vez que me daba un ataque de gastritis lo primero que hacía era tirarme en mi cama, ponerme mis audífonos y escuchar música de una forma tan inmersa que el dolor se desvanecía. La música fue mi primera meditación.
En el 2012 cuándo regresé del intercambio que realicé en Barcelona durante el cuarto año de mi carrera, tuve una de las más grandes revelaciones de mi vida. Haberme alejado de todo lo que conocía me ayudó a quitarme presión de mi misma hacia todas las expectativas que tenía de la vida. Conocer otros puntos de vista y tener tanta libertad de mis 21 años me hizo regresar a mi casa y escoger lo que quería hacer. Sin embargo, fue el primer paso que me llevó a una depresión de la que me costó salir durante los siguientes cinco años. Darme cuenta de que había vivido toda mi vida pensando en algo que ya no creía más, me pegó de una forma que no lo supe manejar en aquel momento. Para ponerle la cereza al paste, mi papá falleció a finales de ese mismo año.
Tiempo antes de que mi papá y yo nos despidiéramos, ya había encontrado el camino de la meditación que me llevó a conocer el yoga. Realmente no hay mejor ejemplo en mi vida de que todas las cosas llegan a su debido tiempo. Gracias a mi poca experiencia en la meditación y en la práctica de yoga la muerte de mi papá fue algo que maneje de una forma tan sanadora que estoy increiblemente agradecida por todo el aprendizaje que me dejó. Sin embargo mis cimientos en ese momento no se encontraban estables, y encontrar mi camino de nuevo fue muy difícil. Después de varios años de ver la preocupación en la cara de mis seres queridos y de escuchar tanto las recomendaciones, acudí a terapia. Para esto, la práctica del yoga ya se había convertido en un hábito diario. Poco a poco, la combinación de la práctica del yoga y mi terapia me ayudaron a sanar, pero sobre todo me ayudaron a vivir en el día a día.
Tenía días buenos que agradecía pero también tenía días malos que agradecía el doble porque me ayudaba a pensar que esos también iban a pasar. Fue una época muy solitaria, pero fueron tiempos que me ayudaron a fortalecer los cimientos que me ayudan hoy en día a sobrellevar mi vida, a liderar mi propia empresa, a reconocer, aprender, apreciar y agradecer mis relaciones, pero sobre todas las cosas a estar en paz conmigo misma y con el resto del mundo. Todavía siento el mismo enojo, ahora se ha transformado en ataques de ansiedad que me dan de vez en cuando, pero gracias a todo mi camino se que tengo una herramienta clave para reconectar conmigo misma, se que me basta con sentarme en mi tapete de yoga cinco minutos para acordarme de que eso también va a pasar.