Lo bueno y lo malo son conceptos relativos y están cargados de prejuicios morales. El contexto histórico es determinante para valorar las sentencias de Rousseau y de Maquiavelo.

Rousseau, en su libro "Emilio" propone una serie de postulados relacionados con la educación que todos los infantes debían recibir. De algún modo su filosofía se emparentaba con la de los "Sofistas": Sócrates, Platón y Aristóteles, quienes señalaban que los niños debían ser alejados de sus padres, pues el amor ciego de estos, en lugar de ayudarlos a ser independientes y seguros de sí mismos, los convertía en seres sin espíritu. Consecuente con sus ideales, Rousseau envió a su hijo Emilio a un orfanato, pues se sentía incapaz de criarlo como un hombre bueno. Como bien sabemos, los padres tenemos el poder de inculcar a nuestros hijos el idioma, las creencias, pero también nuestros complejos y odios.

Por su parte, Maquiavelo era un filósofo, que siempre buscó acercarse al poder político y económico con el fin de sacarle provecho: "El fin justifica los medios" decía. Maquiavelo se conocía muy bien y sabía que era capaz de actuar de acuerdo con sus intereses, por esa razón apuntaba que "Los hombres eran malos por naturaleza", y que solo inculcándoles miedo se podía canalizar su maldad, razón por la cual instituciones como la iglesia, el poder político y los docentes debían someterlos, en caso de que pretendieran actuar de acuerdo con sus instintos.

Como podemos ver, estas son posiciones extremas relacionadas con la conducta humana; en cambio, yo me decanto por un punto medio, y apunto que la maldad y la bondad de los seres humanos dependen de su genética, pero también del contexto en el que se desenvuelven. Todos somos una caja de pandora, y desde la creación venimos marcados por el pecado original: La desobediencia. Si estamos conscientes de ello, es nuestro compromiso tratar de sacar lo mejor de nosotros para neutralizar lo malo. Recuerden: Hasta los ríos más caudalosos logran ser canalizados.