Ragnarok Conspiracy 27/44 | En español
Otro capítulo de la novela "Conspiración Ragnarok", originalmente escrita por mí, traducida al español por Gabriel González, ilustrada por @marylucy con la portada de Keith Draws.
Al igual que el original, este libro se publica STEEM-primero. Nuestro objetivo es completar la serie STEEM y publicar el libro electrónico antes del Black-Friday (29 de noviembre).
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Parte IV
27
Reinicio
Las manos de Wietse temblaban mientras operaba su teléfono, o mejor dicho, lo que había sido un teléfono hacía mucho tiempo atrás.
El antiguo dispositivo databa de finales del 2010. Wietse y él tenían una larga historia juntos. Wietse lo había conseguido luego de tener la fortuna de que uno de los guardias lo dejó caer mientras usaba su laboratorio privado; una visita al baño que tuvo la fortuna y el efecto secundario no planeado de que adoptase la costumbre de gastarle bromas a sus guardias para darse a sí mismo la noción de que aún había una parte de su vida que sus captores no controlaban.
El teléfono había perdido su propósito original hacía mucho tiempo. Las antiguas redes de telecomunicaciones habían sido desmanteladas hacía ya mucho, pero incluso antes de eso, el laboratorio privado de lujo de Wietse estaba situado en un lugar del pacífico que estaba fuera del alcance de cualquier red de telecomunicaciones del 2010 o 2020 y dejaba al aparato tan útil como si estuviese en los ochenta. Se sentía extraño estar de vuelta en el Pacífico incluso aunque la Isla de los Pinos estuviese muy alejada de la isla del Pacífico en donde había pasado muchas décadas como prisionero de una de las organizaciones más despiadadas que el mundo jamás hubiera visto. Una organización que, sabía, había sabido aprovechar su trabajo. Aquí, a pesar de ser una ubicación estratégica en el momento en el borde más externo de la Ex Nueva Alianza Otomana para el Libre Comercio, a sólo unos cientos de kilómetros del territorio aún controlado por gobiernos con lazos históricamente fuertes con sus captores, la ex Unión Pacífica para las Patentes y Garantías, quienes eran referidos por el resto del mundo como los Quants, había sido desmantelada, pero Wietse sabía que no podía ser engañado por cuentas oficiales que tuvieran nada que ver con los Quants. Él mismo había sido declarado muerto en los noventa, oficialmente, debido a su tesorería.
Wietse había pasado décadas extendiendo y mejorando este dispositivo, este teléfono celular, lo mejor que pudo a pesar de las limitaciones de su encarcelamiento. Los Quants habían tenido nada de respeto por su privacidad, y entre sus guardias y cámaras de seguridad, había poco margen para que pudiera trabajar en secreto en el dispositivo. Poco, casi nada de margen para preparar su escape. Hoy aquel teléfono se había vuelto un artilugio tremendamente feo, viéndose incluso más viejo de lo que su edad por sí sola era capaz de atribuirle. Una gruesa y medio transparente lámina verde mantenía unidas las piezas de la pantalla fisurada y le daba al dispositivo su leve brillo verdoso cuando se le veía en un ángulo un poco menor al recto. La verde pantalla laminada era todo lo que quedaba visible del dispositivo original que, en un todo, parecía más un ladrillo envuelto en cinta aislante. Debajo de la pantalla había una pequeña área sin cinta que mostraba una placa de circuitos con un pequeño botón de reinicio operado por un pin y un pequeño arreglo encendedores que, juntos, habían sido el único método de ingreso de información que había tenido Wietse desde que la pantalla táctil había dejado de responder, hasta unas pocas semanas luego de su escape, cuando fue capaz de instalarle algo de tecnología más moderna. Nadie podía ser capaz de adivinar que la tecnología que había creado tenía el poder que tenía. Nadie aparte de él había considerado que esta tecnología era teóricamente posible, ni siquiera los Quants.
“Los Quants”, era horriblemente injusto que se refirieran a sus captores de ese modo. Ellos habían robado medio siglo de él, todo debido al entrelazamiento cuántico que se suponía que ayudaría a hacer del mundo un lugar mejor, pero en vez de eso, los Quants lo habían alejado de todo cuanto amaba, su esposa, su hijo y su laboratorio. Un laboratorio en donde Wietse había comenzado sus trabajos sobre la computación cuántica en los noventa. Estos Quants lo habían forzado a participar en la total corrupción del trabajo de su vida. El Empalme Cuántico era todo por lo que se preocupaban, empalmando sin esfuerzo y en tiempo real para conseguir incluso las claves basadas en códigos públicos más fuertemente codificadas. El entrelazamiento cuántico era mucho más que sólo una herramienta de espionaje industrial, mucho más que la herramienta de control mundial que sus captores la habían vuelto. Hasta donde sabía la UPPR Wietse había escapado con un simple botón de reinicio, uno muy importante al parecer, pero un simple botón.
Wietse sabía que los Quants querían su botón de reinicio devuelta, pero ahora, habían otros tras él. Los espías de Nueva Zion estaban al nivel de su mítica reputación. Nueva Zion había hecho lo que la UPPR no. A pesar de los esfuerzos de Wietse por no ser rastreado, permanecer fuera del radar, Nueva Zion lo había hecho y, aparentemente, iban tras el botón de reinicio también; o tras él y su conocimiento. Lo hubieran capturado de no haber sido por…
Wietse tomó su mano izquierda con la derecha para evitar que siguiera temblando. La pantalla fisurada del antiguo teléfono encintado mostró la imagen de un niño, o bien, la imagen de un niño dentro de una billetera.
"Querido Duncan" —susurró.
Duncan debía ser un hombre mayor ahora. Cada día desde que los guardias comenzaron a burlarse de él con imágenes de tabloides de su esposa volviéndose a casar, los pensamientos sobre su hijo permanecían y atormentaban, haciendo su cautiverio aún más insoportable por todos esos años. Hasta donde al mundo le concernía, y en lo que le concernía a su familia también, Wietse había muerto en la explosión de un laboratorio.
Inge lo había superado y Wietse no la podía culpar por aquello. Sí, había sido algo duro de digerir al ver que lo había superado y vuelto a casar con un barón pomposo, evento cubierto por los medios locales. Los guardias hallaban horriblemente gracioso el que la “viuda” de Wietse se hubiera casado con un Barón y en su retorcido sentido del humor, hallaban gracioso el enfrentar a Wietse con su propia muerte colocando copias de estos tabloides en cualquier lugar que Wietse frecuentase. Sí, Inge lo había superado, ¿Y quién la podía culpar por ello? Su muerte había sido elaborada tan perfectamente por sus captores… No había sido fácil, no, pero Wietse había estado al tanto de Inge por décadas.
"Mi pequeño campeón" —murmuró mientras dejaba el dispositivo y miraba la proyección holográfica de la cara de una mujer. No había dudas en Wietse en este punto, el parecido era demasiado como para ser coincidencia.
"¡Godverdomme Wietse, je bent opa!" —exclamó Wietse en su Holandés nativo al darse cuenta de que, en efecto, aquella mujer adulta era en realidad su nieta.
Entonces, una furia indescriptible se comenzó a formar dentro de él. Su nieta secuestrada, ¡Abducida! Luego de medio siglo de cautividad, Wietse no iba a permitir que eso le ocurriera a la hija de su pequeño campeón. No con todo el poder de la trinidad cuántica de su lado. Quienquiera que la hubiese secuestrado; abducido en su vehículo aéreo de ocho patas, estaba a punto de sentir la furia de Wietse. Sentir la furia de un abuelo enfurecido usando el poder desmedido de la trinidad cuántica.
Con el nuevo operativo de Nueva Zion, Wietse había estado actuando rudo, actuando como si fuese rudo y fuerte. Wietse había estado actuando como si estuviese seguro cuando en realidad había sido sorprendido por aquel accidente de haber desprendido la pierna del Agente. Pero, ¿Y ahora? Ahora que lo sabía, ahora que entendía todo el potencial armamentista de la trinidad cuántica. Este entendimiento combinado con haberse dado cuenta de que su nieta ahora había sido abducida provocó un cambio masivo. Wietse había sido el ratón que, por años, había escapado de la UPPR tratando de evitar que lo atraparan, pero eso cambiaba ahora. Ahora no era el ratón, ¡Ni siquiera el gato! ¡No! Con la tecnología que ahora sabía que tenía a su alcance, una tecnología muchos siglo más avanzada que la de las facciones terrestres o la de Marte Uno, ningún “gato” podía equipararse a Wietse en este punto. No con el poder de los dioses en sus manos.
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