La verdad sobre la meditación.
Mucho se ha hablado durante siglos sobre la meditación. Desde la lejana época en la que Siddhartha saliera de su palacio para conocer la realidad hasta el mismo presente, millones de hombres y mujeres de todo el mundo han tratado de encontrar su experiencia de la verdad a través de la meditación.
Cientos de escuelas, multitud de enfoques y puntos de vista han abordado la meditación como una forma de estar en el mundo. Se supone que es la forma correcta de entender la vida. Hoy en día, incluso se hace negocio con ello y ha llegado hasta la empresas con nombres más sofisticados como Mindfulness, que le hace creer al que compra esos servicios que se trata de algo nuevo y novedoso. Nada más lejos de la realidad.
Pero ¿por qué escribo este artículo?, ¿Realmente voy a aportar algo nuevo a este tema, ya conocido por casi todo e mundo? Bueno, lo que me gustaría compartir con vosotros aquí es lo que es par mí la meditación y lo que he descubierto de ella a través de años de práctica. ¿Qué es en realidad la meditación y para qué sirve?
Lo que me llevó a escribir sobre esto no es lo que he conseguido o lo que he descubierto meditando, sino lo que he descubierto en las épocas en las que dejé de hacerlo.
Me imagino que internet está lleno de experiencias de todo tipo de personas con respecto a la meditación, unos explicarán la paz que han alcanzado y otros explicarán cómo se ha transformado su espiritualidad. Yo no voy a hacer nada de eso, yo voy a explicar lo que te muestra su ausencia. Creo que hay un gran aprendizaje detrás de esto.
Tras empezar a meditar y después de un año y medio de interrumpida práctica, las circunstancias de la vida me hicieron ir dejando un poco de lado mi práctica diaria, tanto la formal (sentado en el cojín) como la informal (la conciencia en el presente durante el día a día). Y creo que aquí surgió el verdadero descubrimiento. Lo que sucedió cuando me alejé de una práctica que aparentemente no producía ningún efecto significativo más allá de una serena y agradable tranquilidad.
Me volví a volcar en el trabajo, en el estrés y la vorágine de interminables situaciones con las que uno ha de lidiar en la vida. Volví a zambullirme en el caos mental, en hilar unos pensamientos con otros, en enredarme en complejas tramas de lo que creía que podría pasar si hiciera esto o lo otro, en qué me respondería esta persona si le decía aquello o cómo reaccionaría un cliente ante cierta propuesta. En conclusión: Volvía a estar perdido en mis pensamientos como si fueran lo único verdadero y válido en mi realidad. Craso error.
Entonces reparé en la notoria diferencia que había en mí desde que había dejado de meditar. En cómo mi mente había vuelto a tomar el control de la situación. En cómo mis fantasías y mis creencias eran lo único real para mí. En cómo me sentía más agitado, menos en equilibrio. En cómo reaccionaba ante la gente, ante las situaciones que yo creía injustas o amenazantes. En lo reactivo que me había vuelto con las personas más cercanas. En cómo lo verdadero y válido era lo que yo pensaba y no el resto de opiniones. En cómo había cambiado la persona que creía ser. En cómo me había alejado de un estado en el que había entrado tan sutilmente que apenas me había dado cuenta de que existía. La tópica frase llegó a mí: No se valora algo hasta que lo pierdes. Qué razón tenía quien escribió aquello.
En las épocas en las que más meditaba los amigos me preguntaban: “Oye, sigues meditando, ¿cómo te va con eso?”. Yo les respondía que muy bien, que me daba mucha tranquilidad, que me centraba, que me daba una visión más calmada de las cosas. Pero en realidad no estaba entendiendo hasta dónde se extendían los poderosos tentáculos de la meditación. Sólo lo entendí cuando me alejé de ellos y volví a lo de siempre, a la locura de la vida contemporánea, que no es sino el camino de volvernos agresivos, estridentes, irascibles, ansiosos y devoradores de nuestro entorno. Entiéndase esto a todos los niveles.
Deshacerme de todo eso fue muy sencillo, volví a meditar. Entonces todo volvió a encajar. Eso es para mí la meditación. No se trata de nada místico o mágico, ni siquiera religioso. Creo que es la manera de encontrar la verdadera naturaleza de uno mismo y de la manera más sencilla y suave del mundo.
Ahora ya son muchos años los que han pasado desde que empecé a meditar. Y he vuelto a tener épocas en las que la vida me ha separado de mis prácticas. Lo importante es darse cuenta y volver. Volver una y otra vez.
Gracias por leerme y dedicarme vuestro tiempo. Quería compartir esto con vosotros. Espero que a alguien pueda servirle de algo.
Sí entiendo de lo que hablas. Gracias por compartirlo. Mi voto + Resteem
Gracias a ti por leerlo y votarlo.
Hola @trenz, cómo me identifico con tus palabras... La meditación cambia la actitud ante la vida a mejor siempre. Pero somos tan egoístas con nosotros mismos que abandonamos la práctica. No somos máquinas, es normal no ser más rutinarios. Y gracias a eso valoramos la práctica meditativa aún más... Hace poco escribí un pequeño artículo sobre la meditación, a ver si animaba a alguien. Un saludo.
Es que mucha gente piensa que la meditación es algo que se nota con mucha fuerza, que si se hace notarás una gran explosión. Y aunque a nivel interno puede que sí sea así, nuestra vieja mente no es capaz de verlo. Gracias por leer, votar y comentar ;)
Me ha gustado mucho tu artículo, y voy a tenerlo muy en cuenta, igual que el de @magia.
Muchas gracias.
Me alegra poder llegar a la gente.
Gracias a la meditación, pude comprender que tenemos un mundo interior incluso más grande que el mundo que vemos. Simplemente increíble. Todavía queda mucho camino, pero la meditación es la llave de la puerta a la felicidad.
Porque como muy bien dices... la felicidad está dentro.